domingo, 9 de diciembre de 2018

DESTINO Y LIBRE ALBEDRÍO




DIÁLOGO SOBRE EL DESTINO 

Y EL LIBRE ALBEDRÍO



Sri Chandrashekara Bharati



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Sanatanadharmatradicional_Chandrashekara_Destino Libre Albedrío



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Un Jivan Mukta (Liberado en vida) es raro. En algún momento, en algún país, nace una gran alma. Uno debe sentirse afortunado incluso por vislumbrar un ser así, porque ennoblece su vida. A este 'parampara' (linaje) de 'jivanmuktas' (Liberados en vida) pertenecía Sri Chandrasekhara Bharati, el Acharya 34º del Sringeri Sharada Peetham.

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[Traducción al castellano por  Roberto Mallón Fedriani]

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Una tarde un discípulo se acercó a Su Santidad con el propósito de ser instruido, pero no encontraba las palabras para expresar su intención. Entonces su Santidad vino a aliviarlo comenzando él mismo la conversación.

Su Santidad: Espero que continúes con tus estudios sobre Vedanta.

Discípulo: No puedo decir que esté estudiando de forma regular; más bien estudio a ratos.

SS: A lo largo de tus estudios te habrán surgido muchas dudas.

D: Ni siquiera se puede decir que haya estudiado con la suficiente profundidad como para eso.

SS: No me refiero a las dudas que surgen cuando intentamos entender las cuestiones técnicas del Vedanta, sino solo a esos problemas que se le presentan a cualquiera que intenta pensar seriamente.

D: Es cierto, hay muchas dudas de esas.

SS: Dime cuales son, por favor.

D: No es otra cosa que el problema relativo al conflicto eterno entre el destino y el libre albedrío. ¿Cuál es el terreno que ocupa cada uno, y cómo se puede evitar el conflicto?

SS: El problema es de hecho muy grande, y si se plantea de la manera que lo has hecho desconcertaría el intelecto de los pensadores más elevados.

D: ¿Qué hay de malo en mi planteamiento? De hecho solo he manifestado mi problema y ni siquiera he explicado por qué lo encuentro difícil de resolver.

SS: Tu dificultad surge incluso en la forma en la que planteas el problema.

D: ¿Cómo?

SS: Un conflicto solo es concebible y posible si hay dos cosas. No puede haber conflicto si hay una sola cosa.

D: Pero hay dos cosas, el destino y el libre albedrío.

SS: Exactamente, esa suposición es precisamente la responsable del problema que surge en tu mente.

D: No es en absoluto una suposición mía. ¿Cómo puedo ignorar el hecho de que existen como factores independientes, tanto si acepto su existencia como si no?

SS: Ahí vuelves a equivocarte otra vez.

D: ¿Cómo?

SS: Como seguidor de nuestro Sanatana Dharma que eres, debes saber que el destino no es nada externo a ti mismo, sino que es la suma total de los resultados de tus acciones pasadas. Dios no es sino el dispensador de los frutos de tus acciones; tu destino son esos frutos, no es una creación Suya, sino solo tuya. El libre albedrío es lo que estás ejerciendo cuando actúas ahora.

D: Sigo sin ver como no son dos cosas distintas.

SS: Míralo de este modo. El destino es el karma (acción) pasado, el libre albedrío es el karma presente. Aunque puedan diferir en cuanto al factor tiempo, en realidad ambas cosas son una, es decir, karma (acciones). No puede haber conflicto si en realidad son una sola cosa.

D: Pero la diferencia en cuanto al tiempo es una diferencia vital que no podemos pasar por alto.

SS: Yo no pretendo pasarla por alto, sino únicamente estudiarla más en profundidad. El presente está delante de ti, y por el ejercicio del libre albedrío puedes intentar moldearlo. El pasado es pasado, y por tanto está más allá de tu visión, por lo que correctamente se considera que es adrishta, “no-visto”. Lógicamente, no puedes intentar averiguar la fuerza relativa de dos cosas a menos que ambas estén delante de ti, y en base a nuestra definición solo el karma presente está delante de ti, mientras que el destino -el karma pasado- es invisible. Incluso cuando estás viendo dos combatientes luchando físicamente delante de ti, eres incapaz de determinar la fuerza relativa de cada uno de ellos. Uno puede que sea pesado, y el otro ágil; uno puede que tenga gran musculatura, y el otro tenacidad; uno puede que tenga mucha práctica y el otro claridad de juicio, y así sucesivamente. Del mismo modo, podemos seguir construyendo argumentos sobre argumentos para demostrar que un luchador determinado será el ganador. Pero la experiencia nos demuestra que cada una de estas cualificaciones puede fallar en cualquier momento, o puede que al final se trate de una falta de ellas. El único método razonable, práctico y seguro de determinar su fuerza relativa es pedirles que luchen entre ellos. Siendo esto así, ¿cómo esperas encontrar una solución por medio de argumentos al problema del valor relativo del destino y del libre albedrío, cuando el primero es por naturaleza desconocido?

D: ¿Entonces no hay manera de resolver este problema?

SS: Hay una manera. Los luchadores deben pelear entre sí y demostrar cuál de los dos es más fuerte.

D: En otras palabras, el problema del conflicto solo ser resuelve cuando termina el conflicto; pero entonces el problema habrá dejado de tener ningún significado práctico.

SS: No solo eso, sino que dejará de existir.

D: Es decir, que antes de que empiece el conflicto el problema no tiene solución, y cuando termina el conflicto ya no es necesario encontrar una solución.

SS: Exactamente. En ninguno de los dos casos tiene ningún beneficio emprender la investigación sobre la fuerza relativa del destino y del libre albedrío.

D: Entonces ¿quiere Su Santidad decir que debemos resignarnos con nuestro destino?

SS: No. Al contrario debes dedicarte al libre albedrío.

D: ¿Cómo puede ser eso?

SS: Como te acabo de decir, el destino es el resultado del ejercicio pasado de tu libre albedrío. Por medio del ejercicio de tu libre albedrío en el pasado has traído el destino resultante. Quiero que, ejerciendo tu libre albedrío en el presente, elimines tu historia si te hace daño, o por el contrario le añadas si lo encuentras agradable. En cualquier caso, tanto para adquirir más felicidad como para reducir el sufrimiento, debes ejercer tu libre albedrío en el presente.

D: Pero el ejercicio del libre albedrío, por bien que esté dirigido, muy frecuentemente falla de cara a conseguir el resultado perseguido, ya que el destino actúa y anula la acción del libre albedrío.

SS: De nuevo estas olvidando nuestra definición de destino. No se trata de una cosa extraña o nueva que interfiere para anular tu libre albedrío, sino que al revés, es algo que ya está en ti.

D: Puede que sí, pero su existencia solo se siente cuando entra en conflicto con el libre albedrío.  ¿Cómo podemos eliminar la historia pasada si no sabemos ni tenemos los medios para conocer lo que es?

SS: En verdad, y excepto para muy pocas almas avanzadas, el pasado permanece como algo desconocido. Pero incluso nuestra ignorancia de ello es con frecuencia una ventaja, pues si llegáramos a conocer todos resultados ilimitados y variados que hemos acumulado por nuestras acciones en esta vida y en las incontables vidas que le han precedido, nos quedaríamos estupefactos ante la magnitud y el número de consecuencias, y renunciaríamos desesperados a cualquier intento por superarlas o mitigarlas. El olvido es una gran ayuda que Dios misericordioso nos ha otorgado a fin  que no estemos preocupados en todo momento con el recuerdo de todo lo que ha resultado como consecuencia del pasado. De modo similar, la chispa divina que hay en  nosotros siempre brilla con la esperanza, y nos posibilita ejercer nuestro libre albedrío  con confianza. No debemos menospreciar el significado de estas dos grandes ayudas: el olvido del pasado y la esperanza en el futuro.

D: Nuestra ignorancia del pasado puede que sea útil para no desalentarnos en el ejercicio del libre albedrío, y la esperanza puede que estimule ese ejercicio, pero a su vez no se puede negar que el destino representa muy frecuentemente un obstáculo formidable en el camino de dicho ejercicio.

SS: No es del todo correcto decir que el destino presenta obstáculos en el ejercicio del libre albedrío. Por el contrario, pareciendo que se opone a nuestros esfuerzos, nos indica cual es el grado de libre albedrío que es necesario ahora para conseguir resultados. Normalmente se prescribe una determinada acción con el fin de asegurar un solo beneficio; pero no sabemos con qué intensidad, o cuantas veces ha de repetirse esa acción, o persistir en ella. Si no tenemos éxito en el primer intento, podemos deducir fácilmente que en el pasado hemos ejercido nuestro libre albedrío justo en la dirección contraria, de modo que primero se ha de eliminar el resultado de la acción pasada y nuestro esfuerzo presente debe ser proporcional a esa acción pasada. Así pues, el obstáculo que parece suponer el destino es justo el indicador por medio del cual debemos guiar nuestras acciones presentes.

D: El obstáculo solo se ve después del ejercicio de nuestro libre albedrío. ¿Cómo entonces puede ayudarnos para guiar nuestras actividades al principio?

SS: No tiene porque guiarnos desde el principio. Al principio no debes estar obsesionado en absoluto con la idea de que habrá algún obstáculo en tu camino. Comienza con una esperanza sin límites y sobre el supuesto de que no hay nada en el camino del ejercicio de tu libre albedrío. Si no tienes éxito, dite a ti mismo que ha habido en el pasado una influencia contraria traída por ti mismo al ejercer tu libre albedrío en otra dirección, y que por tanto debes ahora ejercer tu voluntad libre con un vigor redoblado y con la persistencia necesaria para alcanzar tu objetivo. En tanto que el obstáculo aparente es obra tuya, dite a ti mismo que ello está dentro de tus competencias para superarlo. Si no tienes éxito después de este esfuerzo renovado, no puede haber ninguna justificación para desesperarse, pues el destino, al ser una criatura de nuestro libre albedrío nunca puede ser superior a la voluntad libre. Tu fracaso solo significa que el ejercicio del libre albedrío que haces en el presente no es suficiente para contrarrestar el resultado del ejercicio que hiciste de aquel en el pasado. En otras palabras, no hay lugar para plantearse la proporción relativa entre el destino y el libre albedrío como factores distintos en la vida. La proporción relativa se da solamente entre la intensidad de nuestra acción pasada y la intensidad de nuestra acción presente.

D: Pero incluso así, la intensidad relativa solo se puede comprobar al final de nuestro esfuerzo presente en determinada dirección.

SS: Siempre es así cuando se trata de lo que es adrishta o “no-visto”. Pongamos por ejemplo un clavo incrustado en un poste de madera. Cuando lo ves por primera vez te das cuenta de que hay tres centímetros del clavo por fuera del poste. El resto está dentro de la madera y no puedes ver cuál es la longitud exacta del clavo que está incrustada en el poste. Por consiguiente, esta longitud es adrishta -“no-vista”- en lo que a ti respecta.  Resulta además que al estar el poste bellamente barnizado no sabes en qué clase madera está clavado el clavo. Eso también es adrishta, o “no-visto”. Ahora suponte que quieres sacar ese clavo. ¿Podrías decirme cuántos tirones serían necesarios, y qué fuerza se debería ejercer en cada uno de ellos?

D: ¿Cómo voy a saber en ese momento el número de tirones que se habrán de dar? El número de tirones y su intensidad dependen de la longitud del clavo metido dentro de la madera.

SS: Ciertamente no podrías. Y la profundidad con la que está penetrando la madera no es algo arbitrario, sino que depende del número e intensidad de martillazos que se dieron para clavarlo, así como de la resistencia que ofrecía la madera al darlos.

D: Así es.

SS: Por tanto, el número e intensidad de tirones a dar para sacar el clavo depende del número e intensidad de martillazos que se dieron para clavarlo.

D: Si.

SS: Pero los martillazos que se dieron en el clavo, no los vemos ahora, ni los podemos saber. Dependen del pasado, y son adrishta.

D: Si.

SS: ¿Acaso desistimos de intentar sacar el clavo solo porque no sepamos la longitud del clavo o el número e intensidad de martillazos que se dieron para clavarlo? ¿O más bien insistimos y perseveramos tirando e incrementando el número y la intensidad de nuestros esfuerzos presentes para sacarlo?

D: Es cierto. Como hombres prácticos adoptamos la segunda postura.

SS: Pues adopta la misma postura en todos tus esfuerzos. Empléate a ti mismo tanto como puedas. Tu voluntad debe tener éxito al final.

D: Pero en verdad hay muchas cosas que son imposibles de alcanzar incluso después de muchos esfuerzos.

SS: Entonces estás equivocado. Si hay algo, es que por su propia naturaleza puede ser experimentado. No hay nada que sea realmente inalcanzable. No obstante, puede que una cosa nos sea inalcanzable en el estadio particular en el que nos encontremos, o con las cualificaciones que poseamos. Que una cosa determinada sea alcanzable o no, no es una característica absoluta de esa cosa, sino que es relativa y proporcional a nuestra capacidad de alcanzarla.

D: El éxito o fracaso de un esfuerzo se puede saber con seguridad al final. ¿Cómo entonces podemos saber de antemano si con nuestras capacidades presentes podemos o no esforzarnos por conseguir determinado objetivo, y si ese es el esfuerzo correcto que se debe hacer para alcanzarlo?

SS: Tu pregunta es ciertamente muy oportuna. Todo el propósito de los Dharma Shastras es proporcionar una respuesta adecuada a tu pregunta. Ellos analizan nuestras capacidades o competencias, y prescriben las actividades que puede asumir una persona con un adhikara (posición) particular. Las actividades son diversas e innumerables, así como lo son las capacidades. La regulación de las actividades, o en otras palabras, el direccionamiento de la voluntad libre en canales menos dañinos y más beneficiosos para el aspirante, es la función principal de la religión. A esa actividad regulada se le denomina svadharma. La religión no encadena el libre albedrío del hombre. Le deja totalmente libre para actuar, pero a la vez le dice lo que es bueno para él, y lo que no lo es. La responsabilidad es completamente suya. No puede escapar a ella culpando al destino, pues el destino se lo hace él mismo; tampoco culpando a Dios, pues Él no es sino el dispensador de los frutos de acuerdo con los méritos de las acciones. Tú eres el señor de tu propio destino. Depende de ti hacerlo mejor o estropearlo. Éste es tu privilegio. Ésta es tu responsabilidad.

D: Me doy cuenta de ello. Pero con frecuencia ocurre que no soy el señor de mi mismo. Por ejemplo, sé que determinado acto es incorrecto, y a la vez me siento impelido a hacerlo. Y a la inversa, sé que otro acto es correcto, y sin embargo a la vez me siento incapaz de hacerlo. Parece que hay algún ser que puede controlar o desobedecer mi voluntad libre. Como ese poder es potente ¿cómo puedo entonces decir que sea el señor de mi propio destino? ¿Qué es ese poder sino el destino?

HH: Estas confundiendo evidentemente dos cosas distintas. El destino es una cosa bastante distinta de eso otro que llamas poder. Suponte que coges un instrumento por primera vez. Lo harás con mucha torpeza y con gran esfuerzo.  Sin embargo la siguiente vez que lo cojas lo harás con menos torpeza y con menos esfuerzo. Cuando lo hayas tocado repetidas veces habrás aprendido a hacerlo con facilidad y sin ningún esfuerzo. Es decir, la facilidad con la que usas una cosa determinada se incrementa con el número de veces que la usas. La primera vez que un hombre roba lo hace con mucho esfuerzo y con mucho miedo; la siguiente vez su esfuerzo y su miedo serán mucho menores. A medida que aumenten las oportunidades de robar se convertirá en un hábito normal en él, y no requerirá esfuerzo alguno. A esta tendencia es a lo que se llama vasana (tendencia latente). El poder que te hace actuar como si fueses en contra de tu voluntad es solamente el vasana, el cual es a su vez algo construido por ti mismo. Esto no es destino. El único territorio del destino es el castigo o la recompensa -sea en forma de dolor o placer- que no es sino la consecuencia inevitable de un acto, sea bueno o malo. El vasana que la realización de un acto deja detrás en la mente, en forma de sabor, o en forma de una mayor facilidad o tendencia para hacer lo mismo otra vez, es algo bastante diferente. Puede que en circunstancias ordinarias el castigo o la recompensa de un acto pasado sean algo inevitable -si es que no hay un esfuerzo contrario-; pero el vasana se puede manejar fácilmente solo ejerciendo de forma correcta nuestro libre albedrío.

D: Pero el número de vasanas o tendencias que gobiernan nuestros corazones son interminables. ¿Cómo es posible que podemos controlarlos?

HH: La naturaleza esencial de un vasana es buscar la manera de expresarse en actos exteriores. Esta característica es común a todos los vasanas, sean buenos o malos. El flujo del vasana -el vasana-sarit- tiene dos corrientes, la buena y la mala. Si intentas reprimir todo el flujo, puede haber peligro. De aquí que los Shastras (las Escrituras Sagradas) no te pidan que lo intentes. Por el contrario, te piden que te guíes por la corriente de los buenos vasanas, y te resistas a ser arrastrado por la corriente de los malos. Cuando sabes que está surgiendo un vasana determinado en tu mente, no puedes decir que estés entonces a merced de él. Tú te observas a ti mismo, y la responsabilidad de decidir si lo vas a alentar o no es completamente tuya. Los Shastras enuncian con detalle qué vasanas son buenos y se deben alentar, y qué vasanas son malos y se deben superar. Cuando por medio de la práctica has conseguido hacer todos tus vasanas buenos y has eliminado prácticamente la oportunidad de que ningún vasana malo te extravíe, entonces, los Shastras adoptan la función de enseñarte cómo liberar tu voluntad libre incluso de la necesidad de ser guiado por los buenos vasanas. Poco a poco serás llevado a un estadio en el que tu voluntad libre estará completamente librada de todo tipo de coloración debida a ningún vasana. En ese estadio, tu mente estará pura como el cristal, y dejará de existir todo motivo para llevar a cabo ninguna acción en particular. La liberación de los resultados de las acciones particulares es una consecuencia inevitable de ello. Tanto el destino como los vasanas desaparecen, hay libertad para siempre. A esa Liberación se le llama Moksha.


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