LOS CICLOS DE LA
CONSCIENCIA
Apro
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*
Texto perteneciente a "La Magia como Ciencia del Espíritu", Grupo de UR
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Prescindiendo de la raíz profunda que
justifica conjuntamente los artificios
del hombre y al hombre como artífice, o "inconsciente repetidor de sí mismo"; habiendo puesto como premisa pues que se trata aquí de ilustrar el mecanismo de la consciencia, y no el Yo profundo que lo determina, queremos tratar de cerrar
en un esquema unitario las modalidades
de este mecanismo, de modo tal de comprender el mismo, sea en sus formas usuales, como las más insólitas y extra-normales.
Por fenómeno
de consciencia entenderemos cualquier modificación del dinamismo individual (mental, sensorial,
motriz). El mecanismo del fenómeno de consciencia simple, o proceso psíquico elemental, puede reducirse al esquema
conocido con el nombre de "arco de reflejo". En el
mismo, habitualmente se comprende el recorrido esquemático, en el interior del organismo, de la onda vibratoria producida por un choque o estímulo, que se propaga
como corriente centrípeta hasta un centro nervioso, y a partir de aquí debe
entenderse el ‘reflejo’ bajo la forma de una corriente centrífuga hasta interesar el órgano o tejido
sobre el cual ha actuado el estímulo a fin de comunicarle el denominado "movimiento reflejo".
Nosotros interpretamos en modo más general
la expresión aludida, extendiéndola
a sistemas cíclicos de acciones y de reacciones que pueden también determinarse
sobre un plano superior, es decir, permaneciendo excluidos los elementos sensación-movimiento, y pudiendo también no acompañarse con algún movimiento externo visible. Es decir, el estímulo no es necesariamente de naturaleza
mecánica y
externa,
sino que puede ser tanto de naturaleza orgánica, como de naturaleza psíquica o mental; y la transmisión y la reacción centrífuga pueden no acontecer por medio de las células nerviosas, sino mediante una relación más directa con ambientes o "campos
energéticos"
de naturaleza más sutil
del que corresponde al cuerpo
físico y con las vibraciones de los cuales el hombre puede igualmente
tener una relación.
En los procesos de la conciencia común, el centro del ciclo en donde termina la onda centrípeta y tiene comienzo la centrífuga, corresponde al órgano del cerebro, el cual puede compararse con una complicadísima central, con un complejo de cuadros conjuntamente registradores de hechos y distribuidores de actos.
En ciertos casos ocurre que el ciclo tiene como centro al gran simpático. Entonces el individuo, por regla general, no es capaz de tener percepciones distintas. Para reconocer una sensación o un estímulo, es necesario el cerebro, el cual es el verdadero órgano que actúa como base de la función de la autoconciencia común.
Denominaremos conciencia externa o de vigilia (para atenernos al término en uso) a aquella que se manifiesta justamente a través del órgano cerebral.
Denominaremos conciencia integral a la conciencia inmediata, es decir a la unidad
de conciencia apta para manifestarse intelectualmente, sin la intermediación y la limitación cerebral. La primera se puede considerar
como una propagación externa
de la segunda, determinada por el flujo de la corriente volitiva que sirve para acompañar los procesos hacia el órgano cerebral. Además de esas dos conciencias debe ser considerada
una tercera que tiene lugar todas las veces que los estímulos
no son suficientemente intensos para superar el umbral de la
conciencia externa, en la que el ciclo se cierra debajo de ella: o también cuando falte el medium necesario a fin de que el cerebro permanezca comprometido
en el proceso.
Estas nociones son suficientes
para ordenar en tipos distintos a los varios
procesos de la conciencia, como base puede tomarse el siguiente
esquema:
Hemos distinguido en la zona intermedia
entre Yo y no-Yo, tres partes que son tres fases progresivas de degradación (o de reintegración) de la energía espiritual, hasta arribar a la forma materializada y motriz propia del componente físico. El límite
en lo alto puede ser denominado Yo-voluntad. Le siguen tres órdenes de dinamismos, mental, sensorial y vital, a los cuales se pueden hacer corresponder las tres "almas", intelectiva,
sensitiva, vegetativa, de las cuales se habla en la doctrina aristotélica. Más allá de la última de éstas se encuentra el límite periférico del organismo corpóreo[1] • Los procesos cíclicos de los fenómenos de conciencia interesan en modo variado los elementos que hemos así esquematizado. Ellos están representados por las curvas, en parte cerradas, en parte abiertas, del dibujo; flechas en las cuales la
ascendente indica la corriente centrípeta o aferente (estímulo, recepción) y la
flecha descendente indica la corriente centrifuga, eferente, es decir la reacción en general, englobando todas las especies de reacciones, que no necesariamente interesan a la motricidad externa, dadas por el ser del hombre.
CONSCIENCIA DE VIGILIA
Las formas de la conciencia habitual, externa y de vigilia, pueden ser referidas a tres tipos principales de procesos, correspondientes, en la figura,
a los números 1, 2 y 3. Hay allí sobre
todo la percepción clara de un
estímulo externo, por una corriente que no sólo afecta al Yo, sino que lo lleva hacia un
repliegue activo
sobre la sensación, a una apercepción distinta, que puede acompañarse también con un movimiento (caso 1 ). Cada vez que, con la mente y los sentidos despiertos, en plena autoconciencia, nos formamos una representación exacta de la realidad externa, acontece justamente este proceso. En el esquema, el arco a del ciclo que va más allá del plano del dinamismo mental debe ser considerado como una "variable": la misma
depende del grado de realización del Yo y de la participación activa de este último en todos los procesos y en todas las reacciones. El caso n. 2 nos muestra un proceso análogo que sin embargo tiene
como punto de partida,
en vez que un estímulo
externo, un estímulo que
proviene de las funciones vitales y que es apercibido igualmente en forma distintiva. La zona de la
conciencia directa normal de los procesos
comienza habitualmente en el campo de los dinamismos sensoriales. Sólo en casos excepcionales la misma
llega también a la zona inferior de los dinamismos
vitales: entonces se tienen
los fenómenos de autoscopia, es decir la percepción supranormal
directa de los órganos del propio cuerpo. Los dos tipos precedentes
1 y 2 se refieren a
procesos que comprometen y convierten en activo el centro Yo-voluntad del individuo (emergencia a del arco por encima del límite de los dinamismos mentales).
Ahora tenemos que
pasar al caso 3, de reacciones subconscientes e instintivas a un estímulo externo o interno. Ello
acontece cuando este estímulo no es tal de atraer una atención sensible;
o bien en los movimientos reflejos verdaderos y propios; por
ejemplo, ante un ruido imprevisto y similares, acontece, es cierto, la percepción, pero
el circuito se cierra con una rapidez tal que los dinamismos superiores (sobremanera disociados
de los inferiores, por distracción) no llegan a tiempo para inhibir o a controlar la reacción, la cual
es en cierto modo extraña
al Yo, y por lo tanto está circunscrita en un centro
secundario, provisoriamente incontrolado.
SUBCONSCIENCIA
El ciclo n. 4 esquematiza la producción de una sensación vaga a través de un estímulo externo. En la
corriente centrípeta no hay energía suficiente para que se forme, con una verdadera y propia
intervención de los dinamismos mentales, una
percepción distinta; o bien falta a estos últimos la capacidad de proveer una imagen correspondiente que traduzca la sensación. Este último es el caso de ciertas impresiones indefinibles, las cuales
nos llegan desde el exterior (sensibilidad meteorológica,
sensibilidad
ante fenómenos telúricos, instinto de orientación, etc.) sin que se pueda vincular a ellas una apercepción. Estos procesos acontecen a través del gran simpático y forman un tipo de sensibilidad regresiva. El centro cerebral no toma parte en ella[2].
El tipo 5 nos muestra un proceso análogo, pero que cae aún más
abajo del umbral de la conciencia distintiva. El ciclo se cierra tocando apenas la zona de los dinamismos sensoriales. Se encuentran allí comprometidas prevalecientemente las energías oscuras de la
vitalidad corpórea.
El proceso de la reacción subconsciente
ante un estímulo externo que, por
una reducción de la conciencia externa (distracción, duermevela) no emerge, de modo
que permanece una cierta traducción sensitiva
no reunida con una noción de su origen,
es esquematizado en el n. 6.
Si el estímulo
fuese en
vez de origen interno, si viniese de la vida orgánica, se tendría el caso del n. 7.
Un último tipo de subconsciencia, muy común, es la reacción subconsciente a un estímulo
externo o interno que, por un estado de reducción también mayor de la conciencia, no llega ni siquiera a ingresar al alma sensitiva sino que tan sólo llega a despertar una cierta actividad mental que es completamente ignorante de la propia causa (n. 8).
Los procesos de asociación mental, aparentemente automáticos; la
presentación espontánea de imágenes, pensamientos o recuerdos, y también los procesos de ideación onírica, en tanto que las imágenes que se forman en el sueño son como reacciones que traducen simbólicamente ciertos estímulos externos u orgánicos, van comprendidos en esta clase.
Hemos hablado de una subconsciencia que viene de la reducción de la corriente de la atención (voluntad) o de insuficiente intensidad de las corrientes aferentes, o de una incapacidad de traducción cerebral. Es necesario sin
embargo considerar una
segunda, que es debida
a un desapego espontáneo (casos de analgesia histérica) o provocado (en manera indirecta, por uso de anestésicos, de estupefacientes, etc.; o de forma directa,
a través de disciplinas especiales, como las de los fakires, etc., a través de una poderosa concentración de la atención
sobre una sola idea; a través de la imposición hipnótica, etc.) de los dinamismos superiores
por parte de los
inferiores. Las corrientes aferentes hallan
un hiato que no saben superar y por lo tanto se repliegan y se encierran debajo del umbral de la conciencia. Estas formas de desapego están siempre acompañadas por el marco externo
de un sueño más o menos profundo, o por sonambulismo.
Al hablar de la subconsciencia, es necesario hacer mención a la memoria subconsciente (criptomnesia). No hay nada que suceda en la conciencia (en el sentido más amplio en el cual hemos comprendido este término) que no deje un rastro
indeleble. En rigor, sólo los procesos de tipo 1 y 2 pueden decirse conscientes
y forman parte de la memoria común. Pero ésta es una pequeña sección
de un depósito infinitamente más vasto, el cual conserva también los elementos llegados a través de todos los otros procesos que hemos indicado, y que caen bajo el umbral de la conciencia externa, o bien entre las conexiones y las interrupciones
de esta última. En circunstancias
apropiadas este material
infraconsciente y subconsciente puede emerger y manifestarse, indirectamente (escritura automática, visión en el cristal, etc.), o también
directamente. Derivan de ello fenómenos de carácter aparentemente inexplicable, muchas veces
arbitrariamente atribuidos a causas trascendentes, mientras
que su clave casi siempre se encuentra en la memoria subconsciente, como aquella que, gracias al campo enormemente vasto de la sensibilidad subconsciente, presenta una extensión sumamente mayor de la memoria normal.
Se debe sin embargo observar que la distinción entre procesos conscientes y subconscientes no debe ser tomada en sentido
absoluto. De hecho el desarrollo de todos los procesos mentales,
comprendido aquel, en apariencias más consciente,
de la apercepción (n. 1), pertenece a la subconsciencia,
y se nos escapa completamente. Ello debe ser dicho también en relación a los procesos de memoria provocados, es decir realizados a través de un esfuerzo de atención,
los cuales corresponden al dinamismo denominado consciente, en el sentido de que se sabe desde donde
se parte y -aproximadamente- adónde se
quiere llegar, pero
las fases intermedias se desarrollan
en gran parte en la oscuridad. Tal como hemos dicho, las energías aplicadas directamente a los
límites periféricos del cuerpo y las mismas de dinamismos vitales y en parte
sensitivos son como un "medio" siempre más opaco para la luz de la conciencia externa: por lo tanto, sea por el arco centrípeto como por el centrífugo, en el ciclo de los mismos procesos denominados por nosotros
conscientes, en correspondencia a tales energías se debe pensar en un oscurecimiento
el cual no se resuelve sino limitando las percepciones periféricas de la conciencia de vigilia
(zona del no-Yo).
De cualquier manera, desde el punto de vista funcional los hechos subconscientes no deben ser considerados como hechos marginales y parásitos, sino como constituyentes del sustrato, por sí oculto, de la conciencia externa. Todos los modos de conciencia
propios de las fases intermedias a través de las cuales el ser humano ha llegado a su constitución
actual permanecen bajo el umbral de la conciencia externa y son
representados por las funciones
inferiores (entre ellas, las varias
formas de receptividad subconsciente); y son justamente aquellas que permiten la relación entre los varios
escalones de la escala de funciones inmanente
en el individuo (véase las "pequeñas percepciones" de la doctrina
de Leibniz).
SUPRACONSCIENCIA
El esquema n. 9 nos presenta el caso de la percepción supra-normal de un
estímulo de naturaleza sensorial
propiamente dicha. Es la telestesia, o recepción
sensorial telepática, o percepción psíquica. Tal como aparece en el esquema, el ciclo se cierra fuera sea del límite periférico
del cuerpo, sea de los
dinamismos vitales empeñados directamente en las funciones corpóreas. Se trata de una experiencia realizada en el alma sensitiva, bajo un estímulo que ha sabido llegar a ella directamente, sin el
trámite de las corrientes nerviosas o de modificaciones de los respectivos centros. Para aclara esto es necesario pensar que del mismo modo que con el cuerpo físico el hombre se encuentra en un "campo"
de dinamismos físicos, así con los otros principios más sutiles, que forman parte también
ellos de su
ser, él se encuentra virtualmente
en contacto con otros "campos" caracterizados por formas de energía menos
"degradada". Es sin embargo necesario decir "virtualmente", porque el contacto efectivo
acontece sólo cuando los dinamismos superiores, a partir de los sensitivos, son desempeñados con respecto al organismo celular corpóreo y nervioso,
el cual tiene la tarea de interceptar y de transformar las varias especies
de estímulos[3]. Entonces ellos pueden percibir directamente procesos y vibraciones de aquellos
otros campos energéticos y de los respectivos "núcleos" que allí se encuentran. En la medida que estos procesos y “núcleos"
no tienen correspondencias "cíclicas"
también en los campos de energía degradada hasta la forma de la materia y del movimiento perceptible físicamente, además de tenerse
la recepción sensorial telepática, se podrán tener también experiencias de fuerzas y de realidades puramente psíquicas,
es decir de un plano superior de existencia,
que prescinde del sustrato
físico, propio de la experiencia en el mundo de los
cuerpos[4]. El esquema n. 10 representa un caso que no difiere del precedente, a no ser porque el punto de partida y de clausura interior del ciclo cae en un nivel aún más alto. Es la
percepción supranormal de un estímulo de naturaleza propiamente mental. Se vinculan a ello
los fenómenos de intuición
intelectual, y también de inspiración
y de iluminación. El ciclo,
tal como se ve en el gráfico, no toca más ni siquiera los dinamismos sensitivos: los dos términos -acción y reacción- tienden
casi siempre a fundirse en un acto simple, en una apercepción puramente intelectual[5]. Es sumamente
importante referirnos
nuevamente aquí a lo que hemos dicho para el caso precedente: es decir, que en estas formas es posible que sean realizados
conocimientos de seres y de fuerzas, los cuales no
tienen una manifestación visible y sensible en los "campos" físicos, y que también deben ser considerados reales. Por esto, hemos hablado también de casos de "inspiración". Es un
nuevo mundo de relaciones del cual el Yo
se hace consciente, en la medida
y a condición (raramente satisfecha) de que su conciencia
de vigilia sepa seguir
a la supraconsciencia. El caso-límite está dado por el esquema n. 11: es un circuito que se cierra en la zona del puro Yo-voluntad, con el cual el ciclo se puntualiza y se ensimisma. Es la conciencia integral o
autoconciencia en el sentido verdadero e inmediato del término: la percepción
directa de la esencia una del Yo, separada de toda
modificación de origen corporal, de carácter
biopsíquico y también
intelectual[6]. Es una forma que, de hecho, no tiene
más correspondencias
fisiológicas.
No se puede hablar ya ni de estímulo ni de reacción, también en el significado más general de estos términos. El proceso de conocimiento aquí es identificación, relación inmediata con las esencias; es un hacerse esencia.
ALGUNAS
ACALARACIONES
Queriendo
localizar esquemáticamente el campo de la conciencia normal externa, además del límite inferior que, tal como ya se ha
mencionado, cae en la zona de los
dinamismos sensitivos, se debe
considerar un límite superior, variable como el primero, pero que cae en la parte más elevada
de los dinamismos
mentales. Por encima y por debajo de la franja determinada por aquellos límites,
la luz de la percepción distintiva se atenúa y luego se amortigua. Raramente
acontece que los estímulos externos logren comprometer una reacción consciente que parte del puro núcleo Yo-voluntad; raramente los mismos procesos mentales y asociativos se
cierran penetrando en el "campo:' de este Yo, y recabando una corriente energética por la cual éstos
puedan lograr ser controlados y dirigidos en todas las partes.
En rigor se debería hablar
de dos umbrales de la conciencia
externa: uno inferior y también uno superior: que son dos puertas, la una abierta y la otra
entreabierta, respectivamente sobre el mundo físico y sobre el psíquico. Bajo la primera caen los procesos de lo que se hablara en el
esquema 5; sobre la segunda se pueden
desarrollar procesos del tipo 2, al
cual por regla
general no le corresponde una conciencia verdadera y propia, puesto que éstos acontecen
fuera de la misma zona de los dinamismos mentales, los cuales son justamente aquellos que, a través de
análogas modificaciones cerebrales, determinan la autoconciencia común, que sabemos que está apoyada sobre el
órgano del cerebro. Se debería hablar pues de dos regiones de
las subconsciencia: una subconsciencia inferior (zona de los automatismos, de los dinamismos vitales y orgánicos,
que vuelve a epilogar la historia pasada del espíritu) y una subconsciencia superior (que es virtualmente la supraconsciencia) que es la historia por venir del espíritu. La una y la otra forman parte del ser integral del hombre, que es conjuntamente espíritu y cuerpo, psiquicidad y fisicidad, futuro y pasado. Ya se ha mencionado, en efecto, la
posibilidad, en vía anormal y en determinadas condiciones, de afloramientos de partes de procesos subconscientes de dos tipos[7].
Nuestro
órgano cerebral es sensible
a la energía mental, pero aún demasiado a través de la sensorial.
Se trata habitualmente, más que de un dinamismo mental, de un dinamismo sensorial mentalizado: por
lo tanto nuestro pensamiento debe apoyarse sobre las sensaciones y sobre las imágenes y el pensamiento puro (en sentido real, se comprende,
y no como abstracción filosófica) no es percibido y cae en la región de la subconsciencia
superior. Cuando sin embargo el órgano cerebral sea sensible a la verdadera
energía mental, sin intermediarios, entonces el pensamiento pierde para nosotros su carácter
de fenómeno interno, inconsciente y casi abstracto, y se convierte en un hecho real, objetivo. En el estado
actual de la consciencia, en lo referente a sus relaciones con el no-Yo, el pensamiento es una sensación del estímulo mental más que una
percepción del dinamismo mental en sí. Así la neta línea de separación que se
ve en el gráfico,
entre dinamismos mentales y sensoriales es más que nada, teórica: las dos regiones tienen, para la
conciencia común inextricables franjas de interferencia, y el centro del Yo aparente, en vez
de estar en sí, es decir, sobre la misma pura intelectualidad, se encuentra en medio de este enlace.
Digamos algo respecto de la conciencia integral. Ésta debe considerarse como el verdadero punto de partida, el
verdadero centro que, como su primera manifestación y exteriorización, adquiere el aspecto de autoconciencia individual. Cuando el núcleo voluntad-Yo puede manifestarse sin limitaciones ni degradaciones, en su esencia dinámica integral es constructor en acto. La modalidad del pensamiento entonces, más que organizadora, puede decirse creadora. Liberándose de
los dinamismos mentales, unidos al cerebro, éste puede manifestar directamente -o casi- su energía
en la materia física, de modo tal que su creación se emancipa de las normales condiciones de tiempo y de espacio
y se convierte, por decirlo así, en instantánea.
Veamos ahora
cuáles son las condiciones para el pasaje de la conciencia externa a
estas formas supranormales. Tal como se ha mencionado, la energía mental, la energía sensitiva y la energía vital se deben considerar como formas siempre más "degradadas" de una única energía primitiva, que emana de la conciencia integral y que desemboca, hallando siempre mayores resistencias, en los varios órganos en contacto con el mundo externo. La conciencia externa corresponde al
estado de mayor limitación. Para realizar las formas superiores de conciencia es necesario que el Yo suprima cada manifestación suya en el campo fisiológico, suspendiendo las relaciones con el mundo externo físico, y así también la conciencia
ordinaria de vigilia.
Solamente en este modo el mismo
podrá retirarse en un campo sensorial y luego en un campo
intelectual, eliminando gradualmente todas las resistencias que obstaculizan su dinamismo o que
lo encerraban en el circuito del cuerpo. El retiro del Yo del ambiente externo, con el gradual oscurecimiento de la conciencia de vigilia,
corresponde, en sentido inverso, al gradual desarrollo de la consciencia misma y llevará consigo la emergencia de facultades
nuevas, más o menos subconscientes, que se traslucen paulatinamente. Se pasa a ciclos
de los tipos 9, 10, 11. Éstos, por su naturaleza,
no tienen ninguna manifestación fenoménica: para que esto acontezca, es necesaria una corriente que reactive la manifestación externa de la conciencia integral, "degradando" parcialmente a esta
última y reactivando
la parte de los dinamismos representada por
aquel automatismo necesario para traducir las modificaciones de la conciencia superior.
Considerando
especialmente el aspecto actividad del Yo, cuando el mismo emerge y se manifiesta excluyendo los estratos más externos -es decir, las vías ordinarias de manifestación
fisiológica- se producen los fenómenos de exteriorización en sentido
estricto: exteriorización del pensamiento, exteriorización de la sensibilidad,
exteriorización de la motricidad (acciones a distancia), exteriorización de imágenes visuales
(alucinaciones verídicas), e incluso de la misma fuerza virtual y hasta de una parte de sustancia orgánica, como acontece en la formación de ectoplasmas y de materializaciones[8]. Habitualmente son
todos fenómenos que requieren la libertad de los dinamismos psico-vitales con respecto al cuerpo, implican una disociación anormal de la unidad fisico-psíquica individual, no siempre aconsejable ni carente de peligros. Además, puesto que la conciencia usual, que es la
externa, se basa en la
unidad aquí mencionada, la fenomenología de
las exteriorizaciones se desarrolla,
por regla general, en estados subconscientes
(trance mediúmnico, sueño magnético, catalepsia, etc.) todas
las veces que no es guiada por un método preciso y por una suficiente elevación espiritual. A nivel práctico, la subconsciencia que toma el
lugar de la supraconsciencia puede ser evitada sorteando la disociación verdadera y propia y la suspensión completa de la
actividad externa de la conciencia.
Diremos, a título de una simple mención, que los métodos principales al efecto son de dos tipos. El primero consiste en alcanzar a una excedencia de energía vital interna con respecto a la que es
necesaria para alimentar la actividad orgánica habitual. Acontece entonces que ésta no es suspendida y, no siéndolo, se mantiene el estado
de conocimiento de la conciencia
de vigilia. Por otro lado, la energía excedente
permanece sin compromiso y libre de actuar sobre otros planos.
La exaltación, la sagrada ebriedad y el sagrado "furor",
tantas veces citados en la literatura de los misterios, deben esconder un método de tal tipo. En
un segundo caso, se
trata de llevar al automatismo ciertos dinamismos, los cuales habitualmente comprometen
la atención y la conciencia
impidiéndoles dirigirse hacia otro lado. Convertidas en automáticas
ciertas funciones, algunas energías superiores
se pueden separar de las condiciones y de las limitaciones impuestas por las mismas funciones
y permanecer libres para formas de actividad superior.
La creación de los monoideísmos, el uso de las repeticiones,
la "ritmización" en general puede también
referirse a movimientos y a funciones orgánicas
(por ejemplo, la respiración) -expedientes de conocido y frecuente uso en todo tiempo entre quienes se han dedicado a la cultura de
las capacidades supranormales- son propios del segundo método.
*
[1] En términos
de esoterismo hermético, estos elementos, si están en
estado puro, tienen las siguientes correspondencias:
el Yo-voluntad es el Azufre (voluntad) y el Oro (Yo); el cuerpo, como límite periférico, es la Sal; los dinamismos intermedios son el
Mercurio, que hace de mediador, y que en cuanto cae debajo
del influjo del Oro es el Mercurio activo (alma intelectiva
y, en parte, sensitiva); en cuanto cae bajo el influjo del principio Sal, es el Mercurio lunar (alma vegetativa y, en parte, sensitiva).
[2]
Esotéricamente, según el aspecto interior, se dirá que éstos acontecen directamente en el "cuerpo sutil".
[3] Herméticamente, se
dirá: en estado de separación de Jo "sutil" respecto de Jo
"espeso".
[4] Entre otras cosas
se puede recordar lo que dice E. C. AGRIPA (De occulta Philos., lll, 23), sobre
la percepción de los "démones", que no acontece merced al sentido
corpóreo, sino merced al sentido del "cuerpo etéreo", o eidolon,
encerrado adentro del despojo humano y camal.
[5] Se refieran a esta
condición las expresiones de Plotino, citadas en este mismo capítulo, relativas
a los "dos que se convierten en uno" en la conciencia superior.
[6] Véase E. C. AGRIPA,
op. Cit., III, 55: "Abandonando cada composición, división y razonamiento
multiforme, elevándonos a la vida intelectual y a la simple intuición, podemos
contemplar la esencia inteligible merced a las percepciones individuales y
simples, cual suprema existencia misma del alma, para la cual somos uno y bajo
la cual se unifica nuestra multitud. Así podremos alcanzar al Uno supremo, del
cual depende la unión de todas las cosas, por medio del mismo uno, como
florecimiento de nuestra esencia, que adquieren en fin cuando, huyendo de la
multitud, surgimos en nuestra unidad misma, nos convertimos en uno y actuamos
en consecuencia”.
[7] Desde el punto de vista
esotérico, en parte
subconsciencia
inferior y subconsciencia superior (supraconsciencia) pueden
no ser dos dominios diferentes, sino un mismo dominio, realizado en dos modos diferentes.
En la subconsciencia corpórea "duermen"
los "dioses" o, si se prefiere: la supraconsciencia de los dioses y la subconsciencia de los hombres. La supraconsciencia es la realización espiritual de las fuerzas invisibles en acción en los más oscuros procesos corpóreos; fuerzas de carácter no-humano. Por esto, sea en el hermetismo, como en el esoterismo oriental, el cuerpo es considerado como la "materia"
para la obra
sagrada y, en el simbolismo,
a la "resurrección" precede el "descenso a los infiernos"
(subconsciencia corpórea). - De aquí la relatividad de lo que APRO denomina cuerpo y espíritu, pasado y futuro
del espíritu: son dos fases de un mismo proceso que no es lineal, sino cíclico: el
"futuro" del
espíritu es una
reconvergencia en los estados originarios de la "creación" y cuando
la resolución es completa el círculo se transforma
en un
acto en
donde no hay más ni un "antes" ni un "después".
[8] Al aspecto
"dinámico" de las "exteriorizaciones" se le contrapone el
aspecto "estático" de las relaciones: relaciones sobre el plano
mineral (por ejemplo rabdomancia), sobre el plano vital (instinto
terapéutico-diagnóstico), sobre el plano psíquico (clarividencia psíquica),
etc.