viernes, 24 de noviembre de 2017

CONSUMACIÓN DE LA UNIDAD (III)





La Consumación de la Unidad

(Comentario al capítulo 106 del Evangelio de Tomás)

TERCERA PARTE


Roberto Pla Sales


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... El Hombre que la conciencia conoce y que denomina el alma, no es sino una representación, una imagen, del hombre esencial, verdadero: el espíritu. El espíritu es el conocedor y el alma es lo conocido; una dualidad que sólo se resuelve en unidad cuando el conocedor descubre la imagen, el alma, como imagen y no como el sí mismo según creyó hasta entonces. A partir de eso, el enigma se levanta y el espejo cesa. Esto es lo que el logion explica como hacer del dos uno. Luego, dice que el uno que queda una vez se ha resuelto la unidad, es el Hijo del hombre. La conciencia de ser, es entonces ser el Hijo del hombre...


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Capítulo primero
LOS MUNDOS DE LOS MUERTOS


1. Ni en el relato  elohista, ni en el desarrollo  yahvista  que  sigue,   menciona   el  Antiguo  Testamento  la  creación  de  algún  lugar  diferente  de los  cielos  y la  tierra  que se pueda  agregar  a éstos.  Sin embargo,  la tradición testamentaria  abunda   en  referencias  a  la  existencia   de algún   lugar,   independiente  de  los   dos   reinos   creados, destinado   a  ser  morada  de  los  muertos.

El   Nuevo   Testamento  conoce    dos   nombres    para estos  lugares,  el  Hades, y  la  géhenna. Por  otra  parte,  es sabido  que  los  LXX  se  sirvieron  en  casi  todos  los  casos del  vocablo  griego  Hades para  traducir  el  seol veterotestamentario.   De  igual   manera,   la  géhenna   es  el  nombre arameo   del   hebreo   Ge  Hinon,  al   que   en   el   Antiguo Testamento    se    refieren     especialmente    los    profetas.  Aunque   la  identidad   de  nombres   no  es  demostrativa de identidad    de   significados,  existen    sin   duda   entre   los lugares    de   ambos    testamentos   importantes   coincidencias   que  deben   ser  consideradas.

La  etimología  más  significativa  del  vocablo   Hades es  el invisible,  y  en  la literatura   griega  sirve  para  designar  el  lugar  donde  transcurre   la  existencia de  los  muertos,  los  cuales   son  descritos   como  Sombras.

Eso   mismo   se  puede   decir   del   Hades  en   cuanto versión   del  seol  hebreo,   pues  es  el  mundo  subterráneo que   recibe   a   los   difuntos[1].    Lo   más   llamativo   que   se puede  decir  del  seol, el  mundo  de  los  muertos,  es que  es un  lugar  de  vivos.   Por  eso  no  es  posible   identificar  el seol con  el  sepulcro terreno,  visible,   donde  se  entierran los  cuerpos   de  los  muertos   y  que  es  sólo   un  lugar  de muertos.

Esta  distinción   es  muy  importante,   pues  por  ella  es posible  esclarecer que  las  Sombras  que  viven  en  el  seol son  los  difuntos  que  abandonaron   su  cuerpo  a raíz  de  su muerte   corporal.   El  cuerpo   muerto   es  depositado  en  el sepulcro  y  la  sombra,  viva,  invisible   -aunque a  veces leve   y  fugazmente  perceptible  en   circunstancias  especiales-   va    a  vivir   en   el  seol  una   vida   individual  y diferenciada.

Acerca   de  este   vivir   diferenciado  hay   documentación   testamentaria.  De   los   hombres   de   Coré   se  dice: Bajaron  vivos  al  seol con  todo lo  que  tenían[2] , y  de  los héroes   de  Egipto:   Le  hablan  (a  Yahvéh)   en  medio  del seol   los  más   esclarecidos  héroes[3]. Además,   los   vivos del   seol   conservan    su   capacidad    de   conciencia,  pues pueden  reconocer   el  lugar  donde  se  encuentran: Me  has echado   en   lo  profundo   de   la   fosa[4] .   También   pueden lamentarse:  Sólo  por  él  se  lamenta  su  alma [5],  o  incluso implorar:  ¿Quién librará su alma de la  garra del  seol?[6].

Puesto   que   están   vivos   los  muertos   que  bajan  al seol, -y esto  es  lo  que  puede  deducirse  de  los  textos­'  no   hay   duda   que   estos   vivos,   sólo   son   muertos   en cuanto  al  cuerpo  hílico  que  es  depositado  en  el  sepulcro, por  lo que  se  puede  decir  que  lo que  permanece  con  vida es  su  conciencia,  cualquiera   que   sea  la  denominación, aunque  privada  de  su  cuerpo  material.  Tal  conciencia   es (según  traducen  los  LXX,  el  soplo),  el  alma,  que  habita en  ese  lugar  o  estado  de  muertos  vivientes  llamado  seol.

Por  esa  particularidad de  ser almas  sin cuerpo, invisibles  para   la   mirada   de   los   ojos   terrenos,    pero visibles  a  veces,  con  visibilidad  ténue,  los  habitantes  del seol   son   designados  en   ocasiones  como   Sombras,   tal como   los   habitantes    del   Hades   griego.   Es   cierto   que sombras  no  quiere   decir   invisibles,  sino   sólo   que   son una  réplica   sutilmente   visible  de  la  forma  corporal   visible  que  ha  sido  abandonada.

También   sabemos   que  en  el  seol había,   al  menos, dos  categorías  de  Sombras,   los  refaim,  o  fantasmas,  y los  elohim,  o  espectros   de  difuntos   superiores   cercanos a  ser  dioses.  Ejemplos   de  refaim  son  aquellos  habitantes del   seol  nombrados  en  el  Libro   de  Job:  Las  Sombras (refaim)   tiemblan  bajo  tierra[7] ,  y  ejemplo   de   elohim  es el  espectro   de  Samuel,   como   veremos.

La  otra  particularidad que  es  necesario  consignar  es que  el seol, tal como  ocurre  con  el Hades  griego  o con el Hades   neo-testamentario,   no   es   un   estado   o   lugar   de duración   eterna,   sino  limitada.   Algo  que  emparenta   con el   purgatorio  cristiano  posterior.

Este  hecho  de  ser el  seol el reino  donde  los  difuntos habitan    sólo   transitoriamente,  ha   sido  negado   por   la exégesis   histórica  y  no  han  sido  pocas  las  consecuencias que esta opinión  ha ocasionado a la doctrina  cristiana manifiesta. Es  cierto   que  el  secreto   que  rodeó   siempre las  concepciones  vetero-testamentarias  de  este  orden propició   que   los  doctores  se  pronunciaran  siempre   según  su  propia  opinión   y  no  de  acuerdo  con  un  conocimiento   siempre   difícil   de  cimentar.

El  secreto  respecto  al  seol es,  en  efecto,  muy  cerrado,  y  sólo  en  algunos   textos  testamentarios cercanos, o ya   pertenecientes  al   judaísmo    tardío   se  revela   la   no permanencia eterna  de  las  almas  en  el  seol.  Como  ejemplo,  puede  contarse   el  Salmo  49:  (Las  almas),  dice,  son pastoreadas   por  la  Muerte   y  llevadas   como  ovejas   a residir   en  el  seo!.  Pero  Dios  -explica  el   salmista­ rescatará  mi  alma;  de  las  garras  del  seo me  recobrará[8] .

La   evocación  de   las   ovejas   moradoras   provisoriamente en el seol, y que para los ojos de los hombres son invisibles,  o   a  veces,   tan   ténues   como   sombras,   era, como  es  bien  sabido,  un  acto  calificado de  nigromancia que  se  hallaba  prohibido  -y no  sin  razón- en  la  Ley[9] .

Pero  la  misma  Ley  que  prohibía  evocar  a las  almas del  seol, sirve  para  confirmar   que  desde  los  tiempos  del Levítico   hasta  Isaías,  era  una  creencia   de  fuerte  arraigo popular en Israel que los difuntos  podían aparecer como Sombras,  o Espectros,  es decir, vestidos con esa sutil corporeidad  muy   leve   y  diferente   del   cuerpo   material que  el  apóstol denominaría  más  tarde  cuerpo  espiritual, en  contraposición  al  cuerpo   natural.

Esta  comprobación  permite   desechar   por  infundada la  hipótesis  manifiesta, de  que  el  pueblo  judío  no  conocía  la  idea  de  un  soplo,  alma  o  Yo  real,  independiente y con  capacidad   de  vida  autónoma   después   de  su  separación  del  cuerpo   muerto.

La exégesis manifiesta se ha preocupado de dar una explicación  al  hecho   nigromántico  y  reprobable  de la  evocación  del  difunto.  En  algún  caso,  como  el de  Saúl  y la  pitonisa   de  Endor  que  evocaron   el  espectro  de  Samuel,   la   costumbre   de   esta   práctica   es   muy   patente[10]. Pero  lo  que  desde  el  punto  de  vista  de la exégesis  oculta resulta   importante  no   es   la   catalogación   ética   de   la práctica[11],   que    el    narrador    probablemente     escenifica como   ocurre   con   tantos   otros   pasajes   de  la  Escritura, sino  la  doctrina  que  ello  revela.  El  narrador  da  como  un saber  extendido,  participado  por  todos,  que  el  alma,  o difunto,   vive   en   el   seo!,   sin   su  revestimiento  corpóreo denso,   el  cual   ha   sido  previamente   muerto[12] .

El relato empieza por confirmar que Samuel había muerto; todo Israel le había llorado y fue sepultado en Ramá[13]. Con esa declaración previa queda excluida toda posibilidad de que Samuel se apareciera en su cuerpo mortal, que yacía sepultado. Después, una vez fue evocado el espectro de Samuel, lo que la pitonisa vio fue un elohim, que subía del seol. El espectro o elohim puro que ahora era Samuel, debía ser similar al Samuel vivo, pues era reconocible[14].

La escena de la evocación termina con una declaración de carácter general: Mañana tú (Saúl) --dice el espectro- y tus hijos estaréis conmigo (en el Seol)[15] .

En efecto, Saúl y sus hijos murieron en la batalla contra los filisteos, por lo que fueron al seo, y lo hicieron como huéspedes incorpóreos[16].


2. El heredero neo-testamentario del seol es el Hades[17], aunque no es descartable que también la géhenna difundida en los tiempos de los profetas[18] , sea heredera en buena parte del seol.

Como se sabe, en los textos del Nuevo Testamento aparece nuevamente la palabra Hades, pero eso no autoriza a suponer que la significación que los autores neo-testamentarios dan a ese vocablo es la misma que tenía según los autores del Antiguo Testamento. Por otra parte cabe pensar que la información cualificada de Jesús le permitió aportar motivos de una variación substancial respecto al seol (Hades) tradicional.

Podemos decir en síntesis que con la palabra Hades se designa en los textos neo-testamentarios un lugar o estado en el que las almas a las que la muerte del cuerpo les llegó imperfectamente purificadas, quedan sometidas a un fuego purificador de naturaleza eterna. Una vez que el proceso de purgación ha sido consumado, las almas separadas del cuerpo mortal concluyen su estancia pasajera en el Hades y acceden a la presencia del Juicio de Dios.

Si esta descripción objetiva se ajusta a lo que el Nuevo Testamento apunta en cuanto al Hades -y esto es lo que hemos de revisar ahora en orden oculto--, resultará que el Hades neo-testamentario es en buena medida el antecedente evangélico de ese lugar o estado que fue designado oficialmente con el nombre de purgatorio por el papa Inocencio IV a raíz del concilio I de Lyon (1245).

Esta identidad básica del Hades y el purgatorio hubiera sido -y lo es aún- la prueba testimonial del periodo purificador necesario para las almas que no alcanzaron el conocimiento de Dios durante su vida corporal, pues el Hades está afirmado y explicado por varios textos canónicos del Nuevo Testamento.

Pero cuando en los últimos años del siglo IV dio a conocer San Jerónimo su revisión latina de los evangelios, trabajo llamado a formar parte de la Biblia en latín llamada Vulgata, empleó para el Hades el vocablo latino infernus.

Tal vez tuvo en cuenta Jerónimo para esta decisión, aquella opinión del judaísmo tardío, según la cual las almas de los impíos son castigadas en el Hades. Esto se confirma en el Salmo de Salomón: La herencia de los pecadores es el Hades, la tiniebla y la perdición[19]. Lo cierto es que al emplear el vocablo infierno, para designar el Hades, puso este lugar en paralelo con la condenación eterna, y con ello consumió para el infierno de condenación casi todos los textos neo-testamentarios que testifican la necesidad y la acción del fuego purificador[20].

Las consecuencias fueron muy graves para la unidad de la iglesia manifiesta de Cristo, pues cuando doce siglos más tarde impugnó Lutero la existencia del purgatorio, su objeción más importante en su negación fue que la existencia de éste no es afirmada por ningún texto canónico del Nuevo Testamento[21].




Capítulo segundo
EL HADES Y LA GEHENNA


1. La  existencia   del  Hades  es  afirmada   por  Jesús, fuera  de  toda  duda,  en  el  curso  de  una  importante  perícopa  mateana;  es  reafirmada  por  Pedro  en  su  primer  discurso   de  catequesis  recogido   en  los  Hechos,   en  donde, de  paso,   se  autentifica  el  Hades   con  una  referencia   al Salmo  16;  y  es  confirmada   varias  veces  en  el  Apocalipsis[22].

Los  datos  que  estos  materiales   proporcionan  son  la única   información  neo-testamentaria  directa   que   poseemos  acerca  del  Hades;  aunque  si  agregamos   a  ellos  las fuentes   indirectas  que  hablan   del  fuego,   del  azufre,   la muerte,  etc...,  en  conexión  con  el  Hades,  no  será  difícil construir   una  imagen   fundada   estrictamente  en  la  revelación  dada  por  los  textos.

En   aquella   ocasión   en   que   Simón   Pedro   muestra reconocer  en  Jesús  al Cristoel Hijo de Dios vivo, prevé el  maestro   para  él  la  proximidad  temporal   de  la  bienaventuranza   de  la  resurrección -hijo de  Jonás,  le  denomina  en  forma  alegórica-. Al  rebautizar   a  su  discípulo con el  nombre  de  Pedro deja  patente  con  ello que  la conciencia   de  Simón  está  en  vías  de  identificación  con  el­ Ser-que-es,  la  piedra   angular,   cuya   presencia   acaba   de intuir.

Entonces   es  cuando   explica   Jesús  que  sobre  esa piedra   en   su   sentido   colectivo    y   universal,    sobre   la  esencia o  partícula  de  luz  de  todos  y cada  hombre,  habrá de  edificar  -él, Jesús,  en  cuanto  Cristo  oculto,  preexistente- la  comunidad   de  los  elegidosY  las  puertas del Hades  -agrega-  no  prevalecerán contra  ella[23].

Con  esto,  declara  Jesús  lo transitorio  del  paso  por  el Hades.   Quien   sea   huésped   del   Hades   podrá   salir   por alguna  de  sus  puertas  cuando  por  identificación  de  su  sí mismo   con  el  Cristo   preexistente  y  universal,   haya  alcanzado   esa   unidad  con  el  Hijo  del  hombre   que  Jesús pidió  en  su  magna  oración   al  Padre.

Pero  no todos  han de  hacer  escala  en el Hades,  pues según  explica  Pedro  (y  hay  que  suponer  que  en  cumplimiento   de  aquello   que  dijo  Jesús:  hay  algunos  que  no gustarán  la  muerte  hasta  que  vean  al  Hijo  del  hombre venir en  su Reino)[24] , ocurrió  que  Jesús,  como  primicia  de los  resucitados, fue  librado   de  los  dolores   del  Hades.

También,   según  el  salmo  que  Pedro  invoca,   el  rey salmista   manifestó   la  esperanza   de  que  en  virtud  de  su santidad  y  de  haber  mantenido  con  constancia   ante  sí  la presencia del  Señor,  su  alma  no  recalaría  en  el  Hades[25].

Quien explica más cosas del Hades es el autor del Apocalipsis  y  hemos   de  estudiar   varios   pasajes   de  su escrito.  Cuando  el  Hijo  del  hombre  se  le  revela  al  autor como  el Primero  y el último, el que vive, le confiesa  que tiene   las  llaves  de  la  Muerte  y  del  Hades[26] .  Con  ello quiere   decir  que  el  que  ha  alcanzado   la  unidad  con  el Hijo  del  hombre,  no  se  retiene  en  la  Muerte  y  el Hades, sino  que  pasa  por  los  caminos  de estos  jinetes  sin  detención    ninguna.
Según  dice  también  el  autor  del  Apocalipsis:   Había un caballo verdoso; el que lo montaba se llamaba Muerte y  el Hades le seguía[27].  El  color  del  caballo  se  explica  por el  verdor  del cadáver  y el hecho de ir detrás  el Hades,  da el  orden  procesional  de  las  postrimerías:  La  Muerte,  y el Hades   y  después,   la  Gloria  de  la  resurrección.

Por   último,   da  el   Apocalipsis,  en  un  pasaje   muy extenso   y  muy  revelador   alguna   información   acerca  de la  hora  final  de  los  tiempos.  Por  la dificultad  de explicar lo que  aborda,  se atiene  a unas formas  míticas  de las  que no   será  fácil   desprenderse.

El mar devolvió los   muertos   que guardaba, la Muerte  y el  Hades  devolvieron  los muertos  que  guardaban,  y  cada  uno  fue  juzgado según  sus  obras[28].

Al  decir  el  mar,  el  texto  quiere  decir,  sin  duda,  el reino  de  los  cielos  en  su  acepción   subjetiva   de  ser  las aguas, el  elemento  asignado  a las  almas  por  la  Escritura. Los muertos que en ese mar habitan son las almas vivas separadas  del  cuerpo.  Dicho  de  otra  manera;  La  Muerte y  el Hades  devolvieron  las almas  vivas  que  después  de la muerte   del  cuerpo  residían   en  el  Hades,   que  es  el  mar psíquico.

Había   llegado   la  hora  de  la  consumación,  el  final del   mundo,   la   terminación   del   tiempo.   Por   eso   había advertido   el  autor   del  Apocalipsis   un  poco  más  arriba que  el cielo  y la tierra  huyeron de su presencia, esto  es, de  la  presencia de  Aquél[29] .   Con  eso  quiere  decir  que  los dos  reinos   que  conforman   el  mundo  dejaron   de  ser,  tal como  ya  lo  había  anunciado  Jesús  en  el  evangelio  cuando  dijo:  Los  cielos  y la  tierra  pasarán.

Pero la Muerte  y el Hades  forman  parte  de los cielos y la  tierra,  y en ellos,  en el mundo  psicofísico,  están.  Por eso  su  destino   es  pasar,  terminar   en  simultaneidad  con ellos,  con  el  mundo.

La  Muerte  pasa  porque  con  el  pasar del  mundo  la Muerte  cesa  por sí sola. En el mundo  está  lo viviente  que la  Muerte   separa   de  la   Vida,  y  lo  que   ha  de  quedar cuando  el  mundo  pase  es  la  Vida,  lo  que  no  admite  la Muerte.   Así  pues,  la  Muerte,   falta   de  razón   de  ser,  se desvanecerá   como  la  niebla,  puesto  que  nunca  existió  en verdad.

En  cuanto  al  Hades,  es  un  lugar  sin  lugar,  invisible, el  estado o  manera  de  ser  de las  almas.  Esto  quiere  decir que  las almas  sin cuerpo  son  almas sólo  y su lugar  propio es   el   reino   de   las   almas,   el   cual   por   ser   puramente subjetivo   no  está  arriba   ni  abajo,  pues   no  tiene  hogar. Tal  vez  lo  más  aproximado   a  su  carencia   de  lugar   sea decir   que  está  dentro,  a  través,  pues  su  substancia  consiste en ser un ramo de pensamientos y sentimientos enmanojados.

¿Y  por  qué   iba   a  necesitar   esa   substancia  de   las almas  un lugar  diferente  de  los cielos  y la  tierra  creados? En  la  tierra  viven los  pensamientos y los  sentimientos, la substancia, de  las  almas  con  cuerpo,   y  no  se  ve  porqué razón  no  puede  esa  substancia  convivir  con  la  substancia de  las  almas   separadas  del  cuerpo.

Así  pues,  el Hades  no tiene porqué  ser  un lugar,  sino una  denominación  para  referirse   al  mar  psíquico  de  las almas  que viven  sin cuerpo  y que  han de  residir  allí hasta que  consumen   la  purificación que  no  concluyeron en  su vida    corporal.

Si  se  dice  del  Hades   que  tiene   puertas   es  porque cuando   las  almas  están  cargadas   de  contenidos  transitorios,   lo   cual   se  reputa   como   impurezas,  se   dice   que entran,  y  luego,   cuando   todo  lo  transitorio,  mortal,   que hay  en  ellas,   ha  sido  desechado  por  la  purificación,  se dice  que  salen. Pero  de  la  misma  manera  se  podría  decir que cuando  lo  mortal  se aloja  en  las almas,  no salen  ellas a la  Vida,  y sin embargo,  si lo  mortal  es en  ellas  calcinado,  la  Vida  es  reconocida  y  resplandece.

El   proceso    de   purificación   que   cumple    al   alma separada  no  tiene  porqué  ser  diferente  -y no  lo  es- de la   purificación  del   alma   unida   al  cuerpo.   Mientras   el alma  no  ha  sido  purificada  por  el  espíritu  padece  la  pena de daño que  consiste  en  no ver a Dios;  pero esa  privación la  conocen   muy   bien  muchas   almas   y  otras   pasan  por ella  sin  enterarse,  y  son  almas  que  viven  en  cuerpo   en este  vivir  terreno,   pues  ésa  y  no  otra  es  la  pena  capital del   alma.

De cualquier forma, la obra del alma consiste en la negación  de  sí misma,  la  muerte  de  lo  transitorio,  hasta el  punto  de  venir  a  ser  sólo  la  esencia,   el  espíritu,   que cuando  ha sido  ungido  por  el Espíritu  al que  se  une, es el Cristo   oculto,   eterno,   preexistente.  Por  eso  se  dice  que Cristo,   la  luz   inextinguible  que  queda,   tiene  las  llaves del  Hades  y  abre  sus  puertas  para  siempre,  pues  ése  es el Juicio.

La  Muerte  y  el  Hades  fueron  arrojados  al  lago  de fuego -este lago  de  fuego  es  la  muerte  segunda-[30].

La Muerte y el Hades acogen en su seno a las almas separadas,   que  en  conjunto  son  como  un  mar,  un  océano psíquico,   y  este   mar   se  suele   calificar  de  subterráneo porque sobre él descansa la tierra y sólo puede ser visto en transparencia de materia, igual que la substancia del alma, los pensamientos y sentimientos, sólo son conocidos a través del cuerpo en que se manifiestan. Pues bien, este mar reposa a su vez, sobre el lago de fuego, la raíz, el origen de todo, aquello que sólo puede ser visto a través del alma hecha quieta y transparente por la purificación. Cuando se comprende este misterio de la interpenetración de los Reinos es posible recibir la intuición de la presencia de Dios.

Respecto al fuego sabemos que en el Deuteronomio fue notificado: Tu Dios es un fuego devorador[31].  De ese mismo fuego habla Jesús cuando dijo: He venido a arrojar un fuego sobre la tierra[32].  Incluso, aquellas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron luego sobre cada uno de los doce renovados apóstoles cuando se reunieron el día de Pentecostés[33], eran, sin duda, vástagos del mismo fuego de Dios.

La opinión expresada a veces por la exégesis manifiesta de que hay dos clases de fuego, uno de purificación y otro de castigo, parece responder a una concepción muy limitada de la realidad del fuego, de este fuego.

El fuego superior es siempre la acción hermosamente destructora que con su destrucción incansable impulsa la Sabiduría de Dios. Al alma, este fuego le llega siempre como conocimiento que viene para aliviarla de su carga de ignorancia de Dios.

Dicho de otra manera: la ignorancia es la paja que el fuego calcina, y de paso, deja el grano desnudo, puro, para la consumación. A la inversa, el conocimiento le descubre al grano la belleza de su desnudez y el grano, después, se desviste y arroja al fuego la paja que le estorba para la consumación.
No son en verdad dos caminos, sino uno y el mismo, lo que describe el fuego. El retorno y la destrucción convergen en ser fuego para consumar la obra de Dios.

Por la misma convergencia de ser un solo camino que parecen dos, hay que entender !a referencia apocalíptica a la muerte segunda provocada por el fuego. El texto testimonial de esta muerte segunda, que es la puerta para la consumación, aparece en las condiciones previas que pone Jesús: Niégate a tí mismo, toma tu cruz y sígueme[34].

La negación de sí mismo es una manera de explicar ese difícil camino que consiste primero en destruir lo que es paja en uno mismo y luego en la generosidad y valor para desprenderse de ella, porque lo fácil es creer que la paja es idéntica a sí mismo.

Esta es una experiencia común y muchos la conocen. Por cada camisa de la que el alma se despoja hay llanto y crujir de dientes, porque la muerte que el alma entrega al fuego, parecía ser vida que vestía al grano; parecía ser el grano mismo y no el vestido. Ignoraba el alma, como luego descubre, que su desnudez es el único resplandor verdadero.

Esto es lo que se explica en la parábola de la cizaña: Y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oidos que oiga[35].

La muerte segunda que el Apocalipsis describe, es la muerte del alma, el último tránsito de la negación de sí mismo, que Jesús anuncia cuando dice en su hora de agonía: Mi alma está triste hasta el punto de morir[36]. En verdad, cuando el lago de fuego ha hecho su obra, es llegada la hora decisiva, difícil y generosa de entregar el alma para salvar la Vida.

Esta entrega del alma para resucitar a la Vida, puede hacerse como lo hizo Jesús y lo hacen tal vez, los pocos, los elegidos que llegan al Hijo del hombre antes de gustar la muerte. Pero también hay que hacerla después de la muerte primera, la del cuerpo. En tal caso, reservado a los muchos, la muerte segunda, la del alma, vendrá por inmersión en el lago infinito de fuego eterno que es el Hades.

La misericordia de Dios es la obra eterna de su fuego devorador. Por eso, cuando dice Jesús que el pecado contra el Espíritu no será perdonado[37] , ni en este mundo ni en el otro (en el Hades)[38] , lo que explica es que el que no ha recibido la unción ígnea del Espíritu antes de la muerte primera, recibirá este bautismo en Espíritu Santo y fuego[39] después, en un inmenso baño de fuego preparado para su alma en el Hades, y por el que ha de venir su venturosa muerte segunda.

Allí, en aquel océano infinito, recibirá el alma la luz del conocimiento que necesita para saber ver a través del cristal diáfano y ya menguado, de su alma negada a sí misma, el rayo de la presencia de Dios que garantiza su bienaventuranza.


2. La  géhenna  de  los  evangelios es  una  confluencia del  seol y  el  Hades   con  la  tradición   del  relato   de  los sacrificios    humanos    de   niños   quemados    en   honor   de Moloc,  ocurridos  en  el  Valle  de  Ben  Hinón.  El  profeta Jeremías  dedica  a estos  sacrificios   uno  de  sus  más  bellos poemas   elegíacos[40].

En  su   vertiente   histórica   y  por  su  vigencia   en  el tiempo  de  Jesús,  la géhenna  es el  Horno  (el Tófet)  donde fueron quemados  los cuerpos del sacrificio,  y también el quemadero  permanente de  las  inmundicias  residuales   de la  ciudad  de  Jerusalén.   En  este  sentido,  la  géhenna  sirve para   describir,   con   gran   fuerza    dramática,   un   fuego visible,   no  eterno,   para  unos  cuerpos   hílicos,   perecederos,  que  en  él  pueden  ser  inmolados   como  castigo.

En   su  otra   vertiente,   testamentaria,  la   géhenna   es trasunto   del  Hades  invisible en  el  que  un  fuego  eterno, invisible  y  purificador, actúa  sobre  las  almas  hasta  que éstas  echan  fuera  el  gusano  que  nunca muere.  Las  similitudes  de  esta  vertiente  de  la  géhenna  con  el  Hades  son grandes.   El  lago  hirviente   del  Hades,   aparece   como   un Horno,   y  el  azufre   regenerador  de  las  almas  que  sirve para  encender   el  fuego   del  lago,  se  convierte en  la  sal que  da  consistencia  interior   al  fuego   del  conocimiento que  no  cesa,  en  la  géhenna.

Como   se  ve,   en  ninguna   de   las   referencias  a  la géhenna  aparece  una  declaración   que  afirme  o  sugiera  la duración   eterna   de  la  géhenna,   salvo   que   se  interprete como  eternidad  del  lugar   lo  que  allí  arde,   y  que  es  el fuego  invisible   que  por  ser  el  Espíritu   de  Dios,  no  fue creado,  ni  ha de  apagarse.  En  cuanto  al fuego  visible,  el del  Horno,   no  es  eterno   sino  fácilmente  extinguible.

Con  todo  esto  hay  motivos  para  preguntarse ¿cómo ha   podido    ser   que   durante   tantos   siglos,   la   exégesis manifiesta   cristiana,   con  tantos  varones   sabios   y  virtuosos,  no  haya  pensado  en  discernir  la diferencia  que  va de la  eternidad   del  fuego  invisible  que  hace  su  obra  purificadora   en  la   géhenna   invisible,    al  carácter   necesariamente  transitorio   de  un  lugar  creado,  en  donde  se  mantiene   un  fuego   visible   natural,   que  no  se  refiere   a  las almas  sino  a  los  cuerpos?

Incluso, el  símbolo  atanasiano,  que  sienta  magisterio,  no  consigue decir  lo  que  tal  vez  pretende   según  la exégesis   manifiesta,   si es  que  pretende  afirmar  un  infierno  eterno,   pues  dice:  Y  los  que  obraron  bien  irán  a  la vida eterna, y los que mal al fuego eterno[41].  Lo que eso significa   realmente  es  lo  que   sigue:   Los   que  (obraron) mal (irán)  a la  purificación  con el  fuego  del  Espíritu,  que es eterno,  hasta  ser  devueltos  a la resurrección  y la Vida.

En  este   sentido,   resulta   importante  revisar   algunos de   los   textos   escritutarios  que   la   exégesis   manifiesta consideró decisivos  para fundamentar el dogma de la existencia  y  eternidad   del  infierno   de  condenación  eterna.  He  aquí  algunos  de  estos  textos:

a)   Antiguo  Testamento

1. Humilla  hondamente  tu  alma,  que  el  castigo  es. fuego  y   gusanos [42].

Según   la   lectura   en   su  sentido   oculto,   este   texto explica   que   la   humildad   o   anonadación  del   alma   (la negación   de  sí  mismo  según  el  lenguaje   de  Jesús)  es  lo único   que   servirá   para   evitar   la   acción   dolorosa    del fuego   purificador  antes   de   acceder   a  la   Vida   eterna. Sabemos   que  el  fuego  es  eterno   y  que  el  gusano  nunca muere,   pero  la  eternidad   del  castigo   no  es  mencionada en  la  perícopa.
Por   otra   parte,   los   gusanos  de  que   aquí   se  habla parecen   ser  los   que   engendra   el  cuerpo   putrefacto,  el cadáver  que  se  arroja  al  Tófet  de  la  géhenna  visible.   Ni en  esos   gusanos,   ni   en   ese   fuego   se  ven   signos   de eternidad.

2.  Se  espantaron  en Sión  los  pecadores,  sobrecogió el  temblor  a  los impíos;  ¿quién  de nosotros  podrá  habitar con el fuego consumidor?, ¿quién de nosotros podrá habitar  con   las  llamas  eternas?[43]

Ningún   alma   podrá   habitar   con   el   fuego   eterno, porque  las  llamas  de  este  fuego  cosumen  todo  lo  que  en el   alma   es  paja,   pecado,   impiedad.   Consumen   toda   la paja,  y  cuando  llega  a estar  el  alma  desnuda,   alcanza  la segunda   muerte.   Entonces   el   grano,   libre,   resucita   de entre   los   muertos.

3. Y al salir (de la presencia de Yahvéh), verán los cadáveres  de  aquellos  que  se  rebelaron  contra  mí;  su gusano  no  morirá,  su  fuego  no  se  apagará  y  serán  el horror   del   mundo[44].

Los que se prosternan para adorar al Señor son las partículas  de  luz,  los  granos  que  obtuvieron   su  desnudez perfecta.    A   éstos   les   es  dado   contemplar  al  salir,  es decir,  si  salen  de  sí  mismos,  los  cadáveres  -lo muerto, la   paja   ya  cernida- de   las    almas   que   se  negaban   a reconocer   al  Señor   como  su  Ser  verdadero.

Estas  almas  recubiertas de  paja  tuvieron  por  su  Ser verdadero,   por  su  Yo  real,  al  yo psicológico,   al  Adversario.  Si  de  este  gusano se  dice  que  no morirá,  es  porque nunca  existió  sino  en  la  falsa  interpretación del  hombre. Lo  que  no  existe  no  puede  morir,  y  sólo  cuando   su  no existencia   real  es  descubierta, es  echado  fuera,  a  la  nada de  lo  no  creado.

Esto  es  lo  que  explicó  Jesús  cuando  refiriéndose  al gusano  que  no  muere,  es  decir,   a  la  serpiente  antigua, cuya figura y representación fue asignada  a Judas por el evangelio,  dijo:   Ahora  el  Príncipe  de  este  mundo  será echado  fuera[45].   No  dijo,  ahora  morirá,  sino  ahora  será echado  fuera.  Con  eso  quiso  decir  que  una  vez  reconocido   como   inexistente,  ese   gusano   que   no   muere,   no tiene  lugar  en  el  mundo.

¿Pero  qué  es  ser  echado   del  mundo?   Porque   fuera del  mundo,   sólo   se   puede   decir   del   Reino   del   Hijo, ingénito  -que no  es  del  mundo-, o  también,  del  Abismo  y  las  tinieblas   sobre  las  cuales  se  hicieron  los  cielos y la tierra -el mundo-, y que fueron  reputados  como  la nada.  A  esa  nada o  Abismo,   exterior   al  mundo  creado, es   echado   el   gusano   que   no   muere,   el   príncipe    del mundo, cuando su inexistencia es derrotada  por el conocimiento   del  fuego  que  no  se  apagará.

Todo  esto  lo  confirma  el  Apocalipsis, menos  mítico en  este  caso  que  el  profeta  y  los  evangelios:  El  Dragón, la  Serpiente  antigua  -que es el Diablo  y Satanás  (uno  y lo  mismo)-, fue  arrojado   al  Abismo   y  encadenado  por mil  años;  es  decir,  por  un  número  casi  infinito,  incontable,  de  años,   hasta  la  nueva   generación,  que  tal  venga después, una vez que estos cielos y tierra de ahora hayan pasado[46].

4.  Muchos  de  los  que  duermen  en  el  polvo  de  la tierra  se  despertarán.  Unos  para  la  vida  eterna,  otros para  el  oprobio,  para  el  horror  eterno.[47]

Si  no  conociéramos   la  imagen  mateana  de  la  paja  y el  grano  venteados   con  el  bieldo,  podríamos   pensar  que Daniel habla esta vez de hombres enteramente buenos y enteramente  malos.  Pero  Juan  el  Bautista   y  quizás   también Daniel parecen extraer su imagen del profeta Isaías: Triturarás   los  montes  (los  seres  humanos)   y los  desmenuzarás  (con  el  bieldo);  y los cerros  (los  falsos  contenidos  adheridos)   convertirás  en  tamoLos  beldarás,  y  el viento   (el   espíritu),  se  los  llevará,   y  una  ráfaga   los dispersará  (a  todos  los  agregados  de  paja  que  no  son  el grano     desnudo).[48]


b)   Nuevo   Testamento

1. Apartáos de mí, malditos,  al fuego eterno,  preparado  para  el  Diablo  y  sus  ángeles[49].

Este   es   el   testimonio    textual,   el   más   importante, pues  fue  tomado   como   guía   por  la  exégesis   manifiesta para   certificar  la   condenación   eterna.   Una   vez   más, como   en  el  caso  del  símbolo   atanasiano,  que  en  cierto modo   reproduce    implícitamente  este   perícopa,    lo   que aquí  se  afirma  es  la  eternidad del  fuego  divino  y  no  la eternidad    del   castigo. También   sabemos   por  otros   textos  que  este  fuego, del conocimiento, fue preparado  para que el Diablo y sus ángeles  sean  echados  fuera,  al Abismo;  para  librar  así  de su  maldición   de  cautiverio a  los  hijos  de  la  luz.


2.  No  temáis  a  los  que  matan  el  cuerpo,  pero  no pueden  matar  el  alma;  temed,  más  bien  a  Aquel  que puede llevar  a  la  perdición  alma  y cuerpo  en la  géhen­na91[50].  Ver.  en  Lc.:  No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto  ya no pueden hacer más. Temed  a Aquel que  después  de  matar,  tiene   poder  para  arrojar  a  la géhenna.[51]

Aquel  que  puede  llevar  a  la perdición  alma  y cuerpo en  la  géhenna,  es  el  Adversario  de  Dios.  El  cuerpo,  será quemado   en  el  Horno  de  la  géhenna   visible,   y  el  alma, que  para  perdición   suya  no  llegó  a  negarse  a  sí  misma durante  su  vida  en  el  cuerpo,  será  arrojada  en  la  géhenna,  en  donde  el  fuego  invisible  y  eterno,   paralelo   a  la géhenna  invisible y al alma invisible,  hará su obra de consumación.

3. Si tu mano te es ocasión de pecar, córtatela (si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; si tu ojo te es ocasión de pecado, córtatelo ... ). Más vale que entres manco (cojo ... ) en la Vida, (con un solo ojo en el Reino de Dios ... ) que con los dos pies (las dos manos, los dos ojos ... ) ser arrojado a la géhenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga, pues todos han de ser salados con fuego[52]

El texto marcano alterna con habilidad su referencia a la géhenna visible, de Jerusalén, donde podría ser arrojado el cuerpo de un malvado aunque se mantuviera íntegro, y la gehenna invisible, donde el gusano que no muere puede ser echado fuera del alma para que ésta reciba el baño de fuego purificador, que ahora, carente de sal, necesita.

Ni el gusano que no muere, ni el fuego que no se apaga anuncian una condenación eterna, sea en la géhenna o en el Hades, sino un camino de regeneración para el alma separada de su cuerpo, la cual puede encontrar su purificación definitiva por medio del fuego de Dios convertido en fuente del conocimiento.

Hay que insistir en ello. El infierno de condenación defendido por la exégesis manifiesta vino sólo de una lectura inmadura de los textos evangélicos. A este error histórico, de orden más bien irracional, ayudó bastante la mala lectura que las escuelas manifiestas judías enseñaban en sus textos veterotestamentarios y por la cual anunciaban en ciertos casos un seol o un Valle de Hinón de condenación eterna.

Los tormentos del fuego evangélico, enseñado por Jesús, son los dolores de parto en que está sumida la creación entera, y no el castigo de pecadores sin remedio. Buena prueba, la calificación del fuego de la géhenna en este texto de Marcos, como instrumento para salar.

En los escritos testamentarios se dice que el fuego que trae conocimiento de Dios, debe ser salado en nosotros para mayor consistencia de la purificación propuesta, para persistencia del conocimiento allegado. Según se dice en Mateo, los discípulos de Jesús eran ricos en sal pura y consistente, hasta el punto de que ellos eran sal, la sal del mundo[53]. Ese enriquecimiento en purificación de las almas es lo que busca el fuego de la géhenna.

La sal en las víctimas era Ley según el Levítico: En ninguna de tus oblaciones permitirás que falte nunca la sal de la alianza de (la unidad con) tu Dios[54]. Lucas, siempre profundo, agrega: Tened sal en vosotros. Como si dijera que la consumación directa del hombre no sólo consiste en recibir el fuego de Dios, sino en hacerse uno con ese mismo fuego, pues ése es el propósito del fuego eterno: Lograr una alianza (unidad) de permanencia eterna.




COLOFÓN
SUBIDA AL MONTE DE DIOS



El Hombre que la conciencia conoce y que denomina el alma, no es sino una representación, una imagen, del hombre esencial, verdadero: el espíritu.

El espíritu es el conocedor y el alma es lo conocido; una dualidad que sólo se resuelve en unidad cuando el conocedor descubre la imagen, el alma, como imagen y no como el sí mismo según creyó hasta entonces.

A partir de eso, el enigma se levanta y el espejo cesa. Esto es lo que el logion explica como hacer del dos uno. Luego, dice que el uno que queda una vez se ha resuelto la unidad, es el Hijo del hombre. La conciencia de ser, es entonces ser el Hijo del hombre.

La unidad perfecta significa que cuando hay hambre, sed, soledad, desnudez, enfermedad, o cautiverio, siempre es, en todos los casos, el Hijo del hombre el que tiene hambre, sed, soledad, desnudez, enfermedad, o cautiverio.

Esto hay que verlo, hay que saberlo ver, de manera directa, con la consistencia que da al fuego del conocedor la sal añadida. Y hay que verlo, aunque sea en la transparencia de las cosas, pues ésa es, al principio, la presencia de Dios.

Cuando el hombre descubre esa presencia bendita, allí donde pone su mirada, lo que ve es la simple mirada de Dios, es decir, el Hijo del hombre. El hambre, la sed, la soledad, la desnudez, la enfermedad, o el cautiverio que se descubre entonces, es el Hijo del hombre sobre el que se ha puesto la mirada, y también es eso mismo el Hijo del hombre que gobierna la mirada que mira.

Nadie hay en la unidad que sea diferente del Hijo del hombre, pues la unidad es que la creación entera se ha redimido en la unidad, en la consumación de ser uno con el Hijo del hombre.[55]
Sólo así se verá cumplida, cuando llegue la hora decretada de la disolución de lo creado, la magna oración de Jesús al Padre:

Que sean (perfectamente) uno,
como nosotros somos uno:
yo en ellos y tú en mí.[56]

Desvanecidos entonces los cielos, como humareda que son, y desgastada la tierra, abrasada por la acción corrosiva del tiempo, para ya no ser, la creación habrá pasado.

La montaña, el Lugar Santo, recóndito, donde el sí mismo del hombre ha de subir y mirar con ojos de transparencia, para adorar en espíritu y verdad, se desplazará entonces, empujada por el fuego de Dios y cubrirá el mar de las almas.

A esa montaña interior donde siempre reinó y reinará la unidad, con creación o sin ella, quería subir el salmista cuando dijo:

Ya tengo yo consagrado en Sión a mi rey,
en Sión mi monte alto.[57]



*




[1] La  denominación   mundo  subterráneo   relaciona   el   seol   hebreo con  el  mundo  invisible   subterráneo  del  antiguo  Egipto.
[2] Cf.  Num 16,  33
[3] Ez  32,  20-21.  Ver el  pasaje  entero:  32,  17 .ss
[4] Cf.  Sal 88,  6.
[5] Cf.  Jb 14,  22.
[6] Cf. Sal  89, 49
[7]  Jb 26,  5b.  También,   en  Is  14,  9:  Por  tí (Yahvéh) despierta  el  seol a  Las   sombras.
[8] Cf.  Sal 49,  15-15.  A consignar el  símil  almas=ovejas,  tan usado en los  evangelios  de Mateo y Juan con el  mismo sentido. También: Hen (et) 22; 51,  1; 102,  5; 103,  7;  2M 6,  23.  Según  Josefo,  esto  era lo que pensaban fariseos    y  esenios.
[9] Cf. Lv 19, 21; 20, 6; Dt 18. ll.
[10] El relato  completo  en  lS  28,  1-19.
[11] La explicación manifiesta oscila entre: intervención divina, intervención diabólica o superchería de la mujer.
[12] Con su opinión de que lo que ocurrió ciertamente fue que Dios permitió manifestarse el alma de Samuel, la exégesis de la teología manifiesta niega la veracidad de la práctica nigromántica, pero deja intacta la popularidad de la doctrina referente a las almas en el seol.
[13] Cf. !S 28. 3.
[14] Cf. lS 28, 13-15. La interrogación de Samuel a Saúl: ¿Por qué me perturbas evocándome?, es la misma que podrían recibir aquellos nigromantes, o espiritistas que aún quedan en el mundo. En cuanto al hecho de que la sombra o espectro de Samuel fuera reconocido por la pitonisa como un elohim (un dios) y no como un refaim, o sombra común, señala una diferencia importante.
[15] Cf. lS 28, 19. Es de esperar que nadie piense que dijo que estarían con él en cuerpo muerto, sino en Sombra psíquica.
[16] Cf. !S 31. 1 SS.
[17] Con el Hades toma para sí el Nuevo Testamento el nombre griego que ya los LXX habían dado al seol veterotestamentario.
[18] Géhenna es el nombre arameo del Valle de Ben Hinón. Alude al valle de este nombre situado cerca de Jerusalén, en el cual bajo el reinado de Ajaz y Manasés, los judíos habían inmolado sus hijos en los braseros (Tófet) en honor del ídolo Moloc. Josías declaró impuro este lugar y ordenó que se arrojaran allí todas las inmundicias, incluso cadáveres, etc... Esta práctica se continuó, por lo que ese Valle vino a ser la sentina y cloaca de Jerusalén. El fuego permanente consumía aquellas inmundicias y los profetas, especialmente, Isaías y Jeremías tomaron este nombre como figura del seol.
[19] Cf. Sal SI 14, 9.
[20] En rigor, con el nombre común de infierno, mundo inferior, subterráneo, designa la Iglesia varios lugares distintos: El infierno de los condenados, el purgatorio, el limbo de los niños y el limbo de los patriarcas, ya cancelado.
[21] Lutero: Retractationem purgatorii (1530).
[22] Cf. Mt 16, 18;  Hch 2, 24 (Sal 16, 10); Ap 1, 18; 6, 8; 20, 13-15; 21,  28.  A esto  hay que agregar el lamento por la imperfección de Cafarnaúm (Mt  11,  23).
[23] La Iglesia  reivindicó  para sí  la ekklésia  edificada por Cristo y no se  le  negará  aquí  nada   en  cuanto   Iglesia  manifiesta; pero  los   elegidos   en sentido oculto  son  la comunidad de partículas de luz,  el espíritu de cada uno de  los  hombres.
[24] Cf.  Mt 16, 28.
[25] Cf.  Sal  !6.  8.10  (Hch  2. 25-28).
[26] Cf. Ap  1, 18.
[27] Cf.  Ap 6,  8.
[28] Cf.  Ap 20, 13.
[29] Cf.  Ap 20,  11.
[30] Cf. Ap 20, 14.
[31] Cf. Dt 4. 24.
[32] Cf. Le 12. 49.
[33] Cf. Hch 2, 3-4.
[34] Cf. Mt 16, 24; Me 8. 34; Le 9, 23.
[35] Cf. Mt 13, 42-43.
[36] Cf. Mc 14, 34.
[37] Entiéndase por pecado, falta, carencia.
[38] Cf. Mt 12, 32.
[39] Cf. Lc 3, 16.
[40] Cf.  Jr 7, 29-8,  3;  19, 3-9.
[41] Símbolo   atanasiano  (Quicumque),   Denz  40.
[42] Cf. Si 7, 17.
[43] Cf. ls  33,  14.
[44] Cf. ls  66, 24.
[45] CL  Jn  12, 31.
[46] Cf.  Ap 20,  1-3.
[47] Cf.  Dn 12,  2.
[48] Cf. Is  41,  15b-16
[49] Cf. Mt  25,  41.
[50] Cf. Mt 10,  28.
[51] Cf. Lc 12, 4-5.
[52] Versión abreviada de la larga perícopa de Mc 9, 43-39.
[53] Cf. Mt 5, 13.
[54] Cf. Lv 2, 13.
[55] Cf. Mt 25. 31 SS.
[56] Cf. Jn 17, 22-23.
[57] Cf. Sal 2, 6.