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Cada uno de los sentidos está limitado a la esfera del
elemento material del cual está compuesto en sí mismo, y de ahí que ninguno de
ellos pueda tener al Sí-mismo como su objeto. El Sí-mismo es totalmente
diferente de todo lo que se pueda conocer objetivamente a través de los medios
autorizados de conocimiento, y ya hemos mostrado con muchos argumentos que la
causa del surgimiento de ese Sol de Conocimiento que disipa la ignorancia
descansa únicamente en las grandes frases del Veda como “Tú eres eso”; frases cuyo único propósito es proclamar
la naturaleza de la Realidad Última.
Ahora, en este capítulo, procederemos a acabar con
determinadas causas del fracaso en el entendimiento de su significado.
1.
Si el hombre que ha escuchado la frase “Tú eres eso” en la forma
tradicional no comprende su significado, será porque no entiende el significado
de “Tú”. Explicaremos por tanto el sentido en el que se utiliza.
Se acaba de señalar que los sentidos y otros medios de
conocimiento empírico no tienen el Sí-mismo por objeto, y ello a fin de mostrar
que el texto “en verdad Yo soy Brahman” de por sí transmite la comprensión de
su significado. A continuación se mencionarán algunas excepciones que a primera
vista pudieran ser planteadas por un objetor; y ello con el propósito de
clarificar la doctrina principal según la cual el Conocimiento más elevado es
transmitido por el presente texto upanishádico.
2.
(Objeción): Un hombre alcanza el más alto bien a través de la desaparición
repentina de la totalidad del no-Sí-mismo; otro lo hace mediante la reflexión
sobre el texto que acaba de escuchar; otro cuando es forzado a reflexionar
sobre el texto.
En relación con esto, se cita el caso de otro hombre que
escucha, a fin de mostrar que ambas cosas son posibles:
3.
La realización del Sí-mismo puede ser obtenida por la mera escucha
accidental de las palabras del texto, como le ocurrió a aquel duende.
De estas cuatro formas de alcanzar la iluminación, tres están sujetas al azar;
y solo en el caso de aquel que es impelido a reflexionar sobre el texto que ha
oído previamente surge con certeza el Conocimiento del Sí-mismo.
Esta reflexión no es la causa invariable del Conocimiento
del Sí-mismo ya que:
4.
(Respuesta a la objeción): Como hemos dicho, todo esto debe atribuirse al
poder milagroso de los textos sagrados. De hecho nadie puede conocer la
naturaleza de la Última Realidad transmitida por los textos, excepto a través
de los textos mismos.
Aquellos textos cuyo propósito es dar a conocer verdades
lo hacen de hecho por sí mismos, pues esa es la función de medio correcto de
conocimiento.
5.
Aquel que conoce el significado del texto “Tú eres lo Real”, no entra en
conflicto ni con lo que se conoce como “yo”, ni con lo que se conoce como
“no-yo”, ni con el Sí-mismo más interior, ni con el sujeto del sufrimiento.
6.
Nadie que no sienta indiferencia hacia la experiencia del mundo puede
desear su cesación. Un hombre cuya sed de placer no se ha extinguido, tampoco
se convierte en un buscador de la Liberación.
7.
Y sin el deseo de Liberación nadie recurre a los pies de un maestro. Y sin
asociación con un maestro no puede darse la escucha
de los textos sagrados.
8.
Y sin la escucha de los textos sagrados uno no llega a poseer las palabras
necesarias y sus significados. Y a menos que uno esté en posesión de ellas
¿cómo puede uno encontrar una base apropiada para la práctica del razonamiento
conforme al método de las concordancias y las diferencias?
9.
Sin el razonamiento conforme al método de las concordancias y las
diferencias no hay comprensión del significado de los textos sagrados, y sin
esto no se puede destruir la ignorancia.
10.
El fin último de la vida humana se alcanza difícilmente sin la destrucción
de la ignorancia. Por consiguiente, continuaremos con una nueva sección del
libro dedicada al esclarecimiento del término “Tú” basándonos en el
razonamiento por concordancia y diferencia.
11.
Por medio del razonamiento deducimos que los excrementos no son el Sí-mismo
ya que se derivan del alimento. ¿Por qué no ves entonces que el cuerpo y los
sentidos, que también están compuestos de alimento, tampoco son el Sí-mismo?
Es evidente que el alimento no es el Sí-mismo; ni antes
ni después de ser consumido. ¿Qué es lo que podría alterar esto en el periodo
intermedio?
12.
Primero el alimento es manifiestamente no-Sí-mismo; una vez que se ha
ingerido parece que se asimila al Sí-mismo, pero ello es así solo de forma
ilusoria. Por tanto, el hombre de intelecto discriminativo debería igualmente
considerar su cuerpo como algo distinto del Sí-mismo; como si aquel fuera un
ungüento o una guirnalda.
No escuchas mis palabras. Está bien, pero llegará el día
en el que este montón de impurezas llamado cuerpo te lleve a la desesperación.
13.
Piensas “yo soy este cuerpo” hasta que eres cercenado de él. Cuando los
perros estén peleando sobre este cadáver, no te identificarás nunca más con él.
14.
¡Mira! ¡Uno de los perros lo ha agarrado! Tiene una de sus patas sobre la
cabeza y está gruñendo y desafiando a los otros perros. Si ves qué objeto tan
despreciable es este cuerpo ¿por qué continuas apegado a él?
Con fin de mostrar que los Vedas declaran que la totalidad del complejo que comprende desde el
intelecto hasta el cuerpo físico no es el Sí-mismo, se continúa diciendo:
15.
Al igual que una misma semilla se diferencia en tres partes: cáscara, grano
y paja, así el alimento se convierte en intelecto, carne y excrementos.
A continuación se pone un ejemplo a fin de mostrar cómo
el sabio, una vez que ha comprendido realmente lo que estamos proponiendo, ya
nunca más es atacado por el deseo y la aversión.
16.
Si un hombre ha evacuado excremento y lo considera impuro, ¿qué le podría
importar el que otros señalasen su impureza?
17.
De modo similar, si un hombre ha rechazado su cuerpo grosero y sutil a
través de la discriminación, ¿qué le podría importar a un hombre así iluminado
el que otros los critiquen?
Entonces, el continuo y obstinado apego respecto al
complejo de la personalidad humana que originan las nociones de “yo” y “mío”-desde
el intelecto hasta el cuerpo físico-, es la causa principal del fracaso en el
entendimiento de la trascendencia de las palabras “Yo soy Brahman”. Una vez que el hombre escapa de esto, no se siente
separado de nada, sino que descansa uniformemente y abarcándolo todo en el
Sí-mismo interior.
Para ilustrar esto se dice:
18.
¿Cómo podría el hombre de discriminación, que se ve a Sí-mismo en el amigo,
en el enemigo y en su propio cuerpo, sentirse más enojado con ellos que con los
miembros de su propio cuerpo?
Y el cuerpo, etc. no es el Sí-mismo por la siguiente
razón:
19.
Es más, los sabios saben que el cuerpo no es el Sí-mismo; es como una
vasija: un objeto para esos mismos sentidos que perciben los objetos
exteriores; mientras que en el estado de sueño la continuidad de la conciencia
corporal se rompe.
Aquel que se da cuenta de que el Sí-mismo a veces se
identifica y a veces se distingue de la personalidad individual –con todos sus
efectos e instrumentos partiendo del cuerpo físico- percibe directamente que el
cuerpo físico es en ambos casos un efecto al que se le atribuyen propiedades
contradictorias.
20.
Ese mismo cuerpo que se sostiene por el esfuerzo de cuatro porteadores, se
hace ligero como una masa de algodón cuando lo adopta el ego de un estúpido.
Como la verdad de este asunto es ampliamente reconocida,
se procede a continuación a resumirlo:
21.
Habiendo ya descubierto a través del razonamiento que el cuerpo físico no
pertenece al Sí-mismo más que lo hace el color azul al cielo, uno debería
proceder a darse cuenta de que el Sí-mismo tampoco tiene conexión con el cuerpo
sutil, y ello también mediante el razonamiento.
22.
Los conceptos “yo” y “mío”, esfuerzo y deseo, etc. –factores estos que
constituyen el cuerpo sutil- no son propiedades del Sí-mismo, lo mismo que no
lo es la delgadez respecto del cuerpo físico; y ello porque son percibidos como
objetos y porque son tan transitorios como las prendas de vestir.
Como ejemplo para ilustrar esta distinción se continúa
diciendo:
23.
El fuego llameante no quema su propio calor, ya que este último es de la
misma naturaleza que aquel. Del mismo modo, si el ego fuese el Sí-mismo o
perteneciese a él, el Sí-mismo no podría conocer al ego como objeto, pues no se
distinguirían entre sí.
Al oír nuestra afirmación de que el Sí-mismo no puede ser
de ningún modo simultáneamente sujeto y objeto, los mimansakas de la escuela de Kundarila
interponen una objeción. El Sí-mismo –dicen- es tanto sujeto como objeto porque
el Sí-mismo es objeto del “yo”.
A fin de refutar este planteamiento, se dice:
24.
Aquello que es objeto de un sujeto conocedor, como por ejemplo la idea de
una vasija, no puede tener a ese conocedor como propio objeto suyo. De ahí que
el ego –que es observado como objeto por el Sí-mismo- no puede tener al
Sí-mismo como objeto.
En este punto el oponente afirma:
“Por medio de la percepción vemos al Sí-mismo tanto como
objeto como sujeto; y no tiene sentido usar el razonamiento con el fin de
refutar la percepción cuando precisamente el razonamiento descansa sobre la
percepción…”.
A fin de rebatir esta objeción, se hace la siguiente
afirmación acerca de la percepción:
25.
Cuando un sujeto perceptor percibe algo en otra cosa, se trata de una
cualidad de esta última, no del sujeto perceptor; pues si perteneciese al
sujeto no podría convertirse en objeto de conocimiento. Como ejemplo puede
ponerse el propio conocimiento del sujeto perceptor, que es conocido por éste,
y por consiguiente no puede pertenecer a él.
La propia percepción revela la falsedad del punto de
vista del oponente según el cual el Sí-mismo puede ser percibido, por lo que
nuestro razonamiento anterior se sostiene. Por tanto, a continuación aplicamos
el argumento más allá, y ello con el fin de refutar otras formas alternativas
de la posición del oponente:
26.
El ego es conocido como objeto por el Sí-mismo, pero si se tratase de una
cualidad del Sí-mismo este proceso sería imposible. Ello es así porque una
cualidad inherente al Sí-mismo no puede ser conocida ni por el Sí-mismo ni por
una parte del Sí-mismo, ya que una cualidad tal no sería distinta del Sí-mismo;
además, el Sí-mismo es homogéneo, sin partes y no un objeto.
Con el fin de explicar cómo una misma substancia no puede
actuar ni simultánea ni sucesivamente como sujeto y como objeto, se dice lo que
sigue:
27.
Cuando el que ve actúa como tal, no puede actuar al mismo tiempo como
objeto visto. Y si preguntas si es posible que actúe como objeto visto en otro
momento del tiempo, la respuesta es no; pues no se puede admitir la existencia
de un objeto visto sin la existencia de uno que lo ve.
Supongamos que el oponente admite que el sentido de
posesión y demás modificaciones del ego individual no son el Sí-mismo; y ello
por las razones expuestas anteriormente y también porque se perciben como tales
en la experiencia empírica ordinaria. Aun así, y respecto a este “yo”, podría
argüir por un lado que se experimenta en relación directa con el Sí-mismo
interior, y por otro que como en la frase del Veda se afirma “Yo soy Brahman”,
ese “yo” es el Absoluto. Siendo así, no debería por tanto ser considerado como
elemento que no pertenece al Sí-mismo.
A este planteamiento se responde lo siguiente:
28.
Si se dijese que la naturaleza del ego no debe ser diferente del Sí-mismo
más elevado en base al texto “Yo soy Brahman”
-que por el contrario debe entenderse del mismo modo que se hace en frases como
“Yo soy justo”- respondemos que esta analogía no es sostenible de forma
invariable. De hecho, el texto en cuestión niega que el ego pertenezca al
Absoluto.
¿Y cómo niega el texto “Yo soy Brahman” que el ego pertenezca al Absoluto?
Contestamos:
29.
Al igual que ocurre en el juicio “este poste es un hombre” en donde el
concepto de “hombre” anula el de “poste”, así por la convicción de que “Yo soy Brahman” el concepto de ego queda
suprimido.
Cuando se elimina la limitación del ego, no queda nada en
la totalidad del ámbito de la dualidad, pues esa es la única raíz de nuestra
relación con la dualidad.
Siendo así, procedemos:
30.
Cuando cesa el sentido del ego, el sentido de posesión también cesa; pues
aquel es su única causa. La apariencia de una falsa serpiente solo se da cuando
hay oscuridad.
A continuación se dan más explicaciones a fin de poner de
manifiesto lo que quiere decirse con el ejemplo:
31.
Solo aquel cuya mente está aquejada de oscuridad ve erróneamente una
serpiente en una cuerda. Por tanto, nadie ve una serpiente en una guirnalda
salvo a causa del error.
El sentido del ego no es una propiedad del Sí-mismo, ni
tampoco está asociado invariablemente con el Sí-mismo:
32.
Si el sentido del ego fuese realmente una propiedad del Sí-mismo,
continuaría después de la Liberación y durante el sueño profundo. Como no es
así, concluimos que es una propiedad de otra cosa.
Además, desde la perspectiva según la cual el sentido del
ego es una propiedad del Sí-mismo, surgen dificultades insuperables:
33.
Una vez más: si el sentido del ego fuese realmente una propiedad del
Sí-mismo entonces seria eterno, como la Conciencia. Pero si fuese eterno, los
tratados tradicionales acerca de la Liberación hubieran sido compuestos en vano
–lo cual es absurdo.
Incluso si dices que en el supuesto de que el sentido del
ego fuese una propiedad natural del Sí-mismo se pueden superar las dificultades
señalando el ejemplo del mango, ello no sería correcto pues:
34.
Los objetos físicos como la fruta del mango están sujetos a modificaciones,
y pueden adquirir y perder propiedades. Pero el Absoluto no tiene cambios. Dice
el Veda: “no hay ninguna interrupción
en la vista del Veedor”.
Es más, como el sentido del ego viene y va, la substancia
a la que es inherente sería cambiante:
35.
El cambio es la verdadera naturaleza del sentido del ego ya que viene y va.
Pero las propiedades esenciales que cambian, implican necesariamente cambio en
la sustancia a la cual pertenecen.
Si dices que: “El Sí-mismo de hecho ha de ser cambiante,
como es comprobable a través de los auténticos medios de conocimiento, y aquí
no puede haber error” – si dices esto, es incorrecto pues:
36.
Ni siquiera un hombre con un intelecto afilado como un cuchillo podría
abolir el hecho de que el Sí-mismo auto-evidente es el Testigo ininterrumpido.
No es como una vasija, que viene y se va.
Y ésta es otra razón más para concluir que el sentido del
ego es una propiedad del no-Sí-mismo:
37.
El sentido del ego –al igual que una vasija- está sujeto a ser conocido
como objeto a través de los medios autorizados de conocimiento. Pero ese
Sí-mismo que posibilita el funcionamiento de los medios de conocimiento, ¿cómo
podría ser conocido por ellos y cómo podría requerirlos como prueba?
Además, es imposible combinar una substancia y un
atributo que sean de naturaleza contraria:
38.
En una substancia nunca llega a manifestarse una propiedad totalmente
contraria a ella. El frescor no se introduce en el fuego llameante avivado por
el viento.
Por lo tanto, es prudente concluir que:
39.
Una cosa no puede ser al mismo tiempo lo que ve y lo que es visto; el que
ve no puede ser visto por el objeto que está siendo visto; tampoco la visión
puede ver al que ve.
Y respecto al supuesto del oponente, lo que seguiría
sería el fin a toda experiencia empírica, porque:
40.
Si el Sí-mismo, que es el Veedor, pudiera llegar a ser objeto del intelecto
-que ya es de por sí un objeto para el Sí-mismo- no podría ser realmente un
objeto porque entonces no habría sujeto. Y sería vana la afirmación de los Vedas según la cual “no hay interrupción
en la visión del Veedor”.
¿Por qué?
Porque:
41.
Aquel de visión ininterrumpida nunca puede ser un objeto. Si fuera un
objeto, ¿cómo podría ser el Veedor? Si pudiera llegar a ser un objeto, entonces
el Veedor sería lo visto, o bien el mundo carecería de un Testigo.
A continuación, una cita de los Vedas para apoyar el razonamiento anterior:
42.
¡Cómo puede uno pasar por alto el Veda,
que más de una vez niega la existencia de lo que es distinto al Veedor mediante
frases como “neti, neti”
y declara que el Absoluto Brahman
carece de cualidades!
43.
El sentido del ego y los grandes elementos pertenecen al “campo”. El Veedor
no está asociado con la dualidad. Eso fue lo que dijo el Señor del Universo.
44.
De este modo hemos mostrado por medio del razonamiento y de la autoridad Védica y tradicional que esta dualidad
es distinta del Sí-mismo –esta falsa dualidad que no tiene esencia definible,
cuya causa es la ignorancia y cuya naturaleza es difícil de entender por medio
del mero razonamiento.
Si preguntas: “¿Cómo se demuestra que la dualidad es
falsa?”, contestamos lo siguiente:
45.
Es imposible determinar la existencia de ninguna entidad real que no sea el
Sí-mismo, y ello tanto si tomamos dicha entidad como esencialmente idéntica al
Sí-mismo o como esencialmente diferente. Por tanto, el sentido del ego y el
resto de la dualidad son imaginados en el Sí-mismo como si fueran el Sí-mismo.
Por consiguiente, todo este mundo de apariencias procede
de la ignorancia:
46.
Los objetos, que son los elementos empezando por el sonido, etc., son
imaginarios. El sujeto es el Absoluto sin cualidades. El ego, abarcando ambos,
finge ser el Sí-mismo e introduce la ilusión.
Esa es la verdadera fuente de esa idea de distinciones en
el Sí-mismo; Sí-mismo que realmente carece de ellas:
47.
El Veedor es Uno en todas las criaturas. Es sólo a través de los objetos en
los que se refleja como parece ser muchos; lo mismo que el único sol se hace
aparentemente múltiple cuando se refleja en los distintos recipientes de agua.
A continuación se pone un ejemplo a fin de ilustrar esta
doctrina:
48.
Al igual que un mismo y único hombre es a la vez amigo, enemigo, y neutral,
en función de la imaginación de otras personas, así todas las distinciones en
la Conciencia Una e indiferenciada son debidas al intelecto del hombre.
49.
Del mismo modo que el Sol es raptado por los recipientes de agua y forzado
a compartir su acción, forma y posición, así los intelectos de los hombres se
apropian del Sí-mismo.
No es cierto que la coexistencia de atributos contrarios
sea siempre imposible.
¿Por qué?:
50.
Una pluralidad de atributos contrarios pueden coexistir si son imaginarios.
Es así como el cuerpo de la misma mujer es respectivamente deseable, impuro, y
bocado sabroso para un galán, un monje, y un perro.
La totalidad de este despliegue ilusorio consistente en
la acción, sus factores y sus resultados, tampoco toca de ningún modo la
Realidad Suprema, ya que se basa en la pura ilusión.
51.
El hombre se engaña con deseos de lo que no existe, porque en Realidad no
existe otra cosa aparte de su propio Sí-mismo. Ocurre como en la historia del
padre de Somasarma.
Aquel cuyos ojos están cubiertos por la venda hecha de la
ausencia del despertar a la verdadera naturaleza de la Realidad:
52.
Un hombre así, por medio de la imaginación nacida del deseo, abraza un
cuerpo impuro pensando: “Sus cejas son encantadoras, su nariz preciosa, su
rostro y sus ojos son bellos. ¡Cuán dulcemente sonríe! ¡Oh! ¡Ella es preciosa!”
En verdad, la raíz de todo el mal que los hombres desean
evitar es solo el sentido de ego, ya que está coloreado a la vez por el
Sí-mismo y por lo que no es el Sí-mismo. No obstante, nunca hubo, hay, ni habrá
ningún contacto real entre el Sí-mismo y la ignorancia y sus efectos, ya que el
Sí-mismo es por naturaleza el Testigo ininterrumpido.
53.
El perceptor de un objeto es coloreado por ese objeto, y el objeto es
coloreado por el perceptor. Ambos están entremezclados por medio del sentido
del ego. Cuando eso se destruye, el Sí-mismo permanece no-dual.
En este punto algunos plantean la objeción siguiente:
“Por medio del razonamiento por el método del acuerdo y
la diferencia ejercido con vistas a comprender el significado de los textos
supremos, el ego ha sido desechado por no ser el Sí-mismo. Pero en los textos
autorizados la palabra “yo” se usa en sentido contradictorio, pues tenemos el
texto “Yo soy Brahman” en el que “Yo”
y “Brahman” se utilizan en aposición
gramatical
. De esto resultaría que se está colocando algo que no es el Sí-mismo en
aposición con el Sí-mismo. Debes entonces explicar en qué sentido se aplica la
palabra “Yo” al Sí-mismo en el texto “Yo soy Brahman”.
En respuesta a este planteamiento, procedemos a explicar
los diferentes sentidos de la palabra “yo”: el sentido familiar, el sentido
indirecto, y el sentido figurativo.
54.
“Yo no conocía nada” –dijo el que despertó del sueño. En este caso tenemos
la palabra “yo” usada como indicación indirecta del Sí-mismo supremo.
55.
Debido a la interioridad del sentido del ego en relación a todo, excepto al
puro Sí-mismo; debido a su sutileza y a que se comporta como si fuera el
Sí-mismo perceptor –por estas razones- es por lo que todos los demás conceptos
se descartan y se elige el concepto de ego incluido en la palabra “Yo” para
representar figurativamente el puro Sí-mismo.
56.
Una vez más: el concepto de ego no puede existir sin el Sí-mismo; de otro
modo se disolvería por completo. No tiene otra posibilidad. Por esta razón es
también por lo que nos podemos referir al Sí-mismo mediante el concepto del yo.
Entonces, ¿cuál es la naturaleza del principio al que
apunta indirectamente la palabra “Yo”?
57.
El Infinito sin partes; que carece de acción y no es factor de ninguna
acción; que está más allá de los nombres y otras categorías; ese Sí-mismo
auto-revelado, es el Sí-mismo que conocen los sabios que lo han realizado. Ese
es el Sí-mismo que nosotros enseñamos.
Ya hemos mostrado que ese sentido del ego consistente en
sentimientos como “yo soy feliz” y “yo estoy triste”, es una propiedad del
no-Sí-mismo. Para ello, hemos considerado el Sí-mismo asociado con la condición
limitativa aparente de la acción -que en sí es una idea surgida de la
ignorancia- pues si hubiéramos tomado al puro Sí-mismo, hubiera sido imposible
aplicarle el proceso de razonamiento por acuerdo y diferencia, y de hecho
haberlo hecho así no hubiera tenido sentido.
De modo similar, y a pesar de que el acto de testificar
es meramente imaginado por causa de la ignorancia, a continuación nos
centraremos en la naturaleza del Sí-mismo como Testigo; e incluso en esta
condición negaremos la existencia en el Sí-mismo de toda forma de modificación
-como la de la acción.
58.
Este Sí-mismo es el Testigo Uno y sin interrupción de la danza de todo
intelecto. En verdad es eterno; ve lo que ocurre sin el acto de mirar –como si
lo hiciera con los ojos medio cerrados.
Objeción:
Al ser toda doctrina filosófica correcta desde su propio
punto de vista -aun cuando se demuestre insostenible desde el punto de vista de
otra doctrina- no encontramos ni un solo punto sobre el que haya acuerdo
general, y consecuentemente no podemos establecer ningún camino que sea
aceptado por todos los polemistas y que no sea vulnerable a la crítica de modo
que vuestro planteamiento esté libre de todo ataque.
A esto replicamos:
Un camino tal sí que puede ser establecido, pues todas
las escuelas filosóficas se apoyan en la estricta experiencia. Este es el punto
que se plantea a continuación:
59.
Aquejados de la fiebre del debate, los lógicos se desconciertan unos a otros
con una red de porqués y de por consiguientes. Pero al final apelan
a esta experiencia.
Supongamos que admitimos que todas las escuelas aceptan
la realidad de la experiencia, y que la experiencia es el Sí-mismo. En ese caso
estamos equivocados si admitimos que el Sí-mismo cambia, y caemos de nuevo en
el error si no lo hacemos. De ahí que digamos:
60.
¿Qué le pueden hacer la lluvia y el sol al cielo? Ellos ejercen su poder
sobre cosas como la piel humana. Si el Sí-mismo es como la piel, entonces es
mortal. Y si es como el cielo es inútil.
61.
Si el Sí-mismo del hombre cambia con el surgir de una nueva idea en su
intelecto, ese Sí-mismo no es eterno; pero si el Sí-mismo no cambia, no puede
ser el conocedor de dicha cognición.
La refutación a la anterior objeción es la siguiente:
62.
Cuando sube una columna de humo ¿está dividido el cielo o no? Si no lo
está, entonces el humo no está subiendo. Y si lo está, entonces dinos por favor
qué es lo que lo divide.
Para explicar mejor esto, añadimos:
63.
El concepto de que el Sí-mismo inmutable puede ser un sujeto que
experimenta se debe a un error creado por el sentido del ego. Es como la
percepción errónea que surge cuando al estar sobre un barco en movimiento nos
parece que las montañas se mueven.
A continuación se pone otro ejemplo a fin de hacer
comprender el punto de vista que se está exponiendo:
64.
El Sí-mismo es como la luz inamovible de una joya espléndida; luz que no
sufre cambios se coloquen o no objetos en su cercanía.
A fin de sacar clarificar el punto de vista que está en
cuestión se dice:
65.
La condición de la joya es una y la misma tanto si debido a la proximidad
de objetos a ella uno dice “que los ilumina”, como si en ausencia de objetos a
su alrededor uno dice que “no ilumina nada”.
Y en relación con esto:
66.
Del mismo modo, el Sí-mismo más elevado es una Luz que ilumina todos los
intelectos; se mantiene inalterado en medio de la presencia y la ausencia de
modificaciones mentales.
67.
En el Sí-mismo no se puede encontrar ninguna actividad que conduzca a la
Iluminación. Cuando de forma figurada le atribuimos el acto de Iluminación lo
que queremos decir es que un objeto ha venido dentro de su Luz.
No supongas que esta es la postura de la escuela Sankhya
pues:
68.
Al igual que se reúne un cúmulo de nubes y de pronto se disuelve en el puro
e incontaminado éter del cielo, así la totalidad del universo de reúne y se
disuelve en el Sí-mismo.
De este modo, esta Conciencia pura, firme como la cima de
una montaña, no tiene contacto con la dualidad:
69.
El Sí-mismo Uno e inamovible, no sujeto a la sucesión ni a la secuencia del
tiempo, el Veedor eterno, domina constantemente las oscilantes modificaciones
de la mente, que a su vez iluminan las formas de los objetos materiales.
Y es permisible pensar que el intelecto sufre
modificaciones pues:
70.
A diferencia del Sí-mismo, el intelecto no conoce simultáneamente todas las
cosas pasadas, presentes y futuras. Por consiguiente, si su conocimiento surge
de forma irregular, sabemos que está sujeto a modificaciones.
Y por esto, los siguientes puntos quedan probados:
71. El Testigo inquebrantable ni ve, ni oye, ni desea; es el intelecto
el que lo hace. El Veedor carece de acción; no se esfuerza.
72. El Testigo no siente ni dolor ni placer, ni odio ni cólera; estas son
propiedades de la mente.
73. El Testigo no cae ni en la ilusión, ni en la imaginación, ni en la memoria,
ni en el sueño. Estas son propiedades de la mente.
74. El intelecto asume todas las formas, el Sí-mismo es sin forma; el intelecto
existe por causa de otro, el Sí-mismo existe de por Sí; el intelecto está
sujeto al pasado, al presente y al futuro y se destruye en un momento; el
Sí-mismo está más allá del tiempo, carece de movimiento, y es firme como la
cima de una montaña.
75. El intelecto depende de otros, es extrovertido y de tamaño limitado. El
Sí-mismo es independiente de cualquier otra cosa; es la realidad no-dual más
interior, sin límite de extensión; es el Veedor sutil situado en el cuerpo de
todos.
Y por esta razón, lo que sigue también es cierto:
76.
Si el Sí-mismo sufriera alguna vez dolor ¿quién quedaría como Testigo del
sufrimiento? El que sufre nunca puede ser el Testigo, ni tampoco el Testigo
puede ser el que sufre.
Procedemos ahora a fin de explicar más ampliamente lo que
se acaba de afirmar:
77.
No puede existir un sujeto que sufra, a menos que esté sometido al cambio y
a la transformación. ¿Cómo podría ser ese alguien el Testigo? Por tanto, Yo soy
en Realidad el Testigo inamovible de las miríadas de modificaciones de la
mente.
Y así, con el fin de establecer desde la experiencia
directa el Sí-mismo como factor invariable en todo lo variable, decimos:
78.
No hay ruptura en mi Conciencia en la que fluyen continuas cogniciones
correctas o camufladas. Todo lo que se manifiesta aparte de mi Sí-mismo es
transitorio.
79.
La vasija es la que llega a la existencia, dura por un tiempo, y finalmente
es destruida –no el éter que aparentemente encierra. De modo similar, el
nacimiento, la vida y la destrucción pertenecen al intelecto y no a mí.
Este no es asunto que deba aceptarse en base a la mera
fe, ya que los placeres, los sufrimientos, y nuestra relación con ellos son
asuntos de la experiencia directa:
80.
El Testigo percibe el intelecto apegado al placer y al dolor, mientras que
permanece inafectado -al igual que la tranquilidad que se observa en el asceta
que porta una pesada carga.
Y por esta razón, es también correcto sostener que el
intelecto está sujeto a modificaciones:
81.
El intelecto conoce solamente aquello con lo que llega a tener contacto
–sea un sentimiento de felicidad o una vasija. En ese momento no conoce nada
más. Por tanto, podemos estar seguros de que está sujeto a modificaciones.
Y como el intelecto está cambiando a cada momento, debe
ser el Sí-mismo el que sea el Testigo. Pues no podría establecerse la manifestación
y la desaparición del intelecto
sin la presencia de una Conciencia inmutable fija que los atestigüe.
82.
Los seis estados cambiantes de todos los intelectos surgen, maduran, y
decaen en el eterno e inactivo medio del Veedor, el Sí-mismo; al igual que la
semilla atraviesa el ciclo reproductivo en el medio del éter físico.
Y he aquí el razonamiento que muestra que lo Real, como
Sí-mismo, carece de modificaciones:
83.
No hay ni una sola cognición de la mente, sea en el estado de vigilia, de
sueño, o de recuerdo, que no esté penetrada por la luz del Veedor. De ahí que
el Veedor auto-revelado sea eterno y no esté sujeto a modificaciones.
Esto completa la exposición sobre la Unidad del Sí-mismo
Inmutable conforme a la argumentación lógica tal y como es aceptada por otras
escuelas. Ahora procederemos con el método de exposición conforme a los Vedas, y decimos:
84.
Aun cuando supusiéramos que el Veedor -firme como una roca-
es capaz de modificaciones, dichas modificaciones serían imaginarias y falsas;
igual que la imaginaria quebradura de una vara introducida a medias en el agua.
85.
Habiendo sido ya negados de manera efectiva los seis estados de cambio
respecto al Sí-mismo, no somos ya vulnerables a las críticas de esos perros de
la lógica.
Abundando en la misma materia, explicamos por medio de
razonamientos cómo el intelecto está sujeto a modificaciones, mientras que el
Sí-mismo es firme e inmutable como una roca:
86.
Cada cognición mental del mundo externo es diferente de acuerdo con su
objeto. Pero la Luz que ilumina estas distintas cogniciones no se diferencia de
este modo, ya que todas tienen por igual la forma común de la Conciencia.
87.
El intelecto sólo tiene un conocimiento determinado y limitado, y por tanto
no es omnisciente. Si el intelecto no sufriese modificaciones sería omnisciente
como el Sí-mismo.
Por tanto, como la conciencia inmediata es una, se sigue
que:
88.
El Veedor en el Chandala
es uno y el mismo que el Veedor en Brahma.
La Luz Una que existe en ambos seres aparece como muchas debido a la diferencias
en los objetos que ilumina.
¿Por qué?
89.
La luz en el Chandala y la luz en
Brahma es una y la misma; las
diferencias debidas al tiempo y al espacio no le afectan. Por tanto, la Luz Una
-la Única Realidad- es Testigo de la vida de todos los intelectos del universo.
No es correcto sostener que si el Sí-mismo es uno en
todos los cuerpos, aquel que ha despertado a la Suprema Realidad se vaya a ver
sometido a todo el sufrimiento cuando se relacione con los intelectos no
iluminados:
90.
El sufrimiento que se experimenta antes de la Iluminación procede del
propio cuerpo y de nadie más. Tras la Iluminación, ¿cómo puede afectarle a uno
el sufrimiento procedente de los cuerpos de otros, viendo que incluso el
procedente del propio no ha sido hasta entonces sino una ilusión?
Tampoco debes pensar que todas las ideas que se están
planteando son el resultado de elucubraciones de mentes individuales.
¿Por qué no?
Porque están basadas en el Veda:
91.
Ese ver empírico que ilumina otros objetos externos, que está sujeto al
aumento y a la disminución, ha de ser a su vez iluminado por el Sí-mismo sin
modificaciones. Así se afirma en el Veda.
¿Y cuál es ese texto?
92.
“Tú no puedes ver el Veedor de la visión” por medio de lo que en sí mismo
es lo visto. “¿Con qué podría uno conocer al Conocedor del acto de conocer; el
Señor de todas las mentes?
93.
Este Brahman Absoluto, sin forma,
no dual, es concebido de millones de maneras por aquellos de intelecto débil;
al igual que hacen los ciegos intentando adivinar la naturaleza del elefante.
Son lamentables porque no pueden creen aquello que se ha
asegurado por los medios reconocidos de conocimiento:
94.
Ninguna cualidad vista en ninguna parte pertenece al Sí-mismo, pues éste no
se ajusta a ninguna limitación; al igual que el éter no es afectado por las
limitaciones impuestas aparentemente sobre él por la forma de la vasija. Esto
es lo que quiere decir, “el Sí-mismo carece de cualificaciones”.
Por lo tanto, el Sí-mismo no es tocado por distinción
alguna, pues la distinción es falsa por naturaleza.
Así pues, procedemos:
95.
Como la totalidad de este universo -incluyendo el concepto de ego- aparece
y después desaparece en la Conciencia -y por tanto es tan transitorio como lo
es una vasija- se sigue que es tan irreal como las luces que aparecen cuando
con los ojos cerrados se presionan los globos oculares con los dedos.
El resultado final de todo razonamiento es la toma de
conciencia indirecta basada en la discriminación, pero no la percepción
directa. En este sentido, decimos:
96.
La inferencia puede mostrar que el intelecto no es una propiedad del
Sí-mismo. Pero la no-dualidad del Sí-mismo solo puede conocerse llegando a ser
el Sí-mismo.
Podemos estar seguros de que la totalidad de este mundo
de transmigración -desde el Creador hasta la brizna más pequeña de hierba-
consiste en el sujeto y el objeto empírico junto con las cogniciones del sujeto
emergiendo en la luz de la Conciencia. Por medio del razonamiento a través del
método del acuerdo y de la diferencia se puede demostrar que la totalidad de
este mundo de transmigración no es el Sí-mismo, rechazándose así como si fuera
una guirnalda.
No obstante, no aceptamos –como lo hacen los sankhyas- que su último substrato sea la
“Naturaleza”
de la que hablan, pues ésta es no-Sí-mismo, y está completamente separada del
Sí-mismo que es auto-revelado. Nosotros afirmamos que su último substrato es
esa ausencia de conciencia del Sí-mismo que solo es aceptada por falta de
discernimiento, y que sólo existe como reflejo del puro Sí-mismo auto-revelado
que es una masa de Pura Conciencia, que ni surge ni desaparece, y que es firme
e inamovible como la cima de una montaña. Pues ésta es su condición previa
necesaria.
A fin de explicar esto, decimos:
97.
La luz del Sí-mismo puede conocerse como distinta del intelecto a través de
razonamientos tales como este: “los objetos no existen excepto en presencia del
Conocimiento; en cambio el Conocimiento existe incluso cuando aquellos están
ausentes”.
Debido a que el juego de la cognición empírica con sus
objetos descansa en no estar despierto al Sí-mismo, el Sí-mismo nunca puede ser
un objeto de conocimiento empírico. Un efecto no puede ir más allá de su causa
y apoyarse en algo con lo que no está relacionado de ningún modo.
Así pues decimos:
98.
El intelecto, el cuerpo, y los objetos externos -como una vasija--- son
todos ellos conocidos de forma mediata a través de la cognición empírica. Pero
como el Sí-mismo es ya el Sí-mismo, ¿a través de qué medio podría ser conocido?
Pues el intelecto, el cuerpo, y los objetos externos no
son ellos mismos de la naturaleza de la Conciencia, y aquello que en sí carece
de la naturaleza de la Conciencia está condicionado por la mera ilusión:
99.
La existencia del intelecto, del cuerpo y de los objetos externos, no puede
determinarse excepto por medios empíricos de conocimiento y de prueba, ya que
requieren ser iluminados por la Conciencia en cogniciones que resultan de
dichos medios. ¿Pero qué prueba de su existencia requiere el Sí-mismo, viendo
que en Sí constituye todo Conocimiento efectivo?
Insistiremos una vez más sobre la distinción entre el
Sí-mismo y el no-Sí-mismo a fin de demostrar la existencia de la superposición
mutua de la que vamos a hablar a continuación.
100. Al igual que el sujeto que ve es
distinto tanto de la vasija objetiva como del concepto mental de la misma, así
el puro Sí-mismo es distinto del sujeto individual del que es Testigo y del
concepto de ego por el que se revela dicho sujeto individual.
El Sí-mismo es auto-determinado, y el no-Sí-mismo está
determinado por otro. Lo que decimos ahora es que los dos están mutuamente
superpuestos sobre la base de la ignorancia,
al igual que la cuerda y la serpiente están superpuestos en aquel ejemplo
tomado del mundo empírico.
101. Al igual que por causa de la pura
ilusión un hombre atribuye el movimiento de las nubes a la Luna, así -por pura
ilusión- el hombre atribuye la felicidad y otras cualidades del intelecto al
puro Sí-mismo.
102. Y así como un estúpido piensa que el
poder de quemar del fuego pertenece al hierro incandescente, así -por pura
ilusión- la conciencia que pertenece al puro Sí-mismo es atribuida al sujeto
agente.
Por lo tanto, esta distinción entre el Sí-mismo y el
no-Sí-mismo existe solo dentro del ámbito de la percepción y de los otros
medios de conocimiento empírico. Está basada en la ignorancia y no en el
Sí-mismo más elevado.
Y si preguntas: ¿Cómo se puede acabar con esta ignorancia
fuente de todo mal?”, contestamos lo siguiente:
103. Esta ignorancia primigenia es la raíz
del árbol de la transmigración mundana que en sí misma no es sino una masa
abigarrada de males. Se destruye por el Conocimiento de la Realidad.
Y si dices: ¿En qué basas tu argumentación de que la
ignorancia se puede negar por medio del Conocimiento de la Realidad?
Respondemos,
Todos, desde los eruditos hasta los vaqueros y pastores,
están bastante seguros de lo siguiente:
104. Los conceptos que no están basados en
el conocimiento debidamente probado son negados por conceptos que lo
contradicen, al igual que ocurre en el caso de la eliminación de la ilusión de
la serpiente vista en la cuerda. El concepto de que el puro Sí-mismo es el
cuerpo, es finalmente negado exactamente del mismo modo.
Como el puro Sí-mismo es distinto de los objetos de
conocimiento empírico, el resultado del conocimiento correcto del Sí-mismo no
es el conocimiento de lo que no se conocía anteriormente -como lo es en el caso
del conocimiento empírico correcto-:
105. El “resultado” del conocimiento
correcto del Sí-mismo es la destrucción de la ignorancia, y aunque nada
positivo haya ocurrido, se habla de ello en modo figurado como si fuese un
“resultado”. Decir que el “resultado” fue el conocimiento de lo que
anteriormente se desconocía sería erróneo, pues el Sí-mismo es por naturaleza
puro darse cuenta.
Debido a que tanto el conocedor empírico, el
conocimiento, como lo conocido dependen del puro
no-ser-consciente-del-Sí-mismo, se sigue que:
106. Los tres factores de la experiencia
empírica -conocedor, conocimiento, y conocido- no pueden determinar su propia
existencia, ni pueden determinar la existencia uno de otro mutuamente. Por
tanto, todos ellos son objetos conocidos por otra cosa distinta de ellos
mismos.
Procedemos ahora a explicar la naturaleza característica
de cada uno de los tres factores: conocedor, conocimiento y conocido.
107. De los tres factores de la cognición
empírica, “lo conocido” es el objeto externo que tiene forma visible, “el
conocimiento” es la sucesión de modificaciones en la mente, y “el conocedor” es
el ego que acompaña constantemente a los otros dos; pero el Testigo es el
Sí-mismo que es constante y eterno.
Ahora exponemos cómo el Sí-mismo carece del proceso
mundano consistente en todo el sistema de acciones, sus factores y sus
resultados; y ello, porque es el Testigo de dicho sistema.
108. El Sí-mismo se mantiene indiviso en
medio de la división entre perceptor, percepción y percibido; es el Testigo de
las pérdidas y las adquisiciones permaneciendo Él Mismo sin ganar ni perder.
¿Por qué perceptor, percepción y percibido no pueden
determinar su propia existencia o inexistencia?
A fin de contestar a esta pregunta procedemos.
109. Lo que ha sido destruido no es
consciente de su destrucción, porque ya no existe. Tampoco podría conocer su
origen anterior, ni el origen o destrucción de otras cosas. Por lo tanto ha de
ser testificado por otro.
Objeción:
La teoría de un Testigo nos deja en una situación de
regresión al infinito pues cualquier Testigo requiere otro Testigo que
atestigüe su existencia.
Respuesta:
No es así. A diferencia de los instrumentos de
conocimiento empírico, que son transitorios y están sujetos a modificaciones,
el Testigo no requiere apoyo externo para determinar su existencia.
110. El Sí-mismo inmutable no requiere ser
determinado desde afuera como lo requiere el intelecto. Todo lo demás está
determinado en referencia a ese Uno independiente. Pero Él Mismo no requiere de
ninguna prueba.
La relación del concepto de Sí-mismo con el perceptor, la
percepción, y lo percibido solo se debe a la ignorancia. Por tanto, una vez que
has realizado la distinción entre el Sí-mismo y lo que no lo es por medio del
razonamiento a través del método del acuerdo y la diferencia, sabe que:
111. Conoce a Aquel que permanece como
Conciencia sin movimiento a lo largo de las sucesivas creaciones y
destrucciones del universo como “Yo soy Eso”, y no como lo que es perecedero.
El no-Sí-mismo, ese despliegue mágico de la dualidad, no
está auto-determinado sino que está determinado en dependencia mutua como algo
que surge de la ignorancia del Sí-mismo. El no-Sí-mismo es algo meramente reflejado
en el Sí-mismo auto-determinado cuya naturaleza es Conciencia. No obstante, se
acepta el no-Sí-mismo solo por la falta de la debida discriminación. Por esto
es por lo que decimos:
112. El despliegue de la pluralidad no
puede ser comprobado como real por la misma pluralidad, tampoco por el
Sí-mismo, ni siquiera por medio de la pluralidad y el Sí-mismo juntos.
De aquí que la realidad de la no-dualidad quede probada, pues la dualidad se
niega a sí misma.
A continuación se citan textos Védicos en apoyo de este
punto:
113. El Sí-mismo es conciencia inmutable,
y por tanto no contiene los factores de la acción. De ahí que el Veda diga de Él, “no es burdo”, y “esto
no, esto no”, y “es no nacido”.
Debido a que toda esta dualidad consistente en conocedor,
conocimiento y conocido -y que depende de la pura ignorancia del Sí-mismo- no
puede determinarse a sí misma y tampoco puede ser determinada por el Sí-mismo,
se sigue que:
114. Si el intelecto, cuerpo, y objetos
externos son rechazados por el Sí-mismo, desde el más alto punto de vista han
de ser conocidos como materias adecuadas para los seis medios correctos de
conocimiento.
¿Cómo se demuestra estrictamente que no son existentes?
Como sigue:
115. Las cogniciones que van y vienen del
intelecto se establecen a sí mismas como reales solo por la falsa
identificación con la pura Conciencia, que es eterna, sin cambios, y
auto-revelada. La realidad del cuerpo y la vasija depende de ello.
Es imposible demostrar mediante ningún razonamiento que
el Sí-mismo sea agente, acción, o resultado de una acción. Por tanto, toda esta
transmigración -consistente en acciones, agentes, resultados, “yo” y “mío”, esfuerzo y deseo- al depender de la
pura ignorancia de que la verdadera naturaleza del Sí-mismo es lo Real, debe
toda ella ser una falsa superposición sobre el puro Sí-mismo. Ocurre igual que
con el color azul, la neblina, el humo y el polvo que son falsamente
superpuestos sobre el cielo. A fin de expresar esto, decimos lo siguiente:
116. El puro Sí-mismo sufre la calumnia de
ser pensado como si fuera el ego individual. Deseoso de conocer su verdadera
naturaleza acude a los Vedas, y estos
le instruyen diciéndole “Esto no es, esto no es”. Habiendo sido instruido de este modo se
dirige hacia el Único.
Al igual que alguien que se despierta por causa de una
imagen vista en sueños, el buscador espiritual obtiene del texto Védico la siguiente convicción firme:
117. No hay ningún “yo” o “mío”, pues yo
soy el puro Sí-mismo; libre por siempre del no-Sí-mismo. Al igual que el
concepto de oscuridad en el sol es una superposición, así lo es el concepto de
ignorancia en mí; e igual es el concepto de su eliminación.
Cuando el buscador viene a conocer el Sí-mismo cuya
naturaleza se ha expuesto aquí, exclama:
118. ¿Porqué no escuché hace mucho tiempo
el rugido estruendoso del texto que dice: “Cuando todo esto se ha convertido
sólo en el Sí-mismo…”;
texto que acaba con la reencarnación mundana y anula la totalidad de la
dualidad de una vez por todas?
119. Diciendo esto, pronuncia la palabra
“OM” y se despierta al Sí-mismo sin partes, más allá de la acción y de sus
factores. Adquiere el estado solitario, como si estuviese separado del
intelecto, el cuerpo, y los objetos externos.
***