LAS INTERPRETACIONES TRADICIONALES
DE LA CREACIÓN
DE LA CREACIÓN
Avinash Chandra
Los evolucionistas reprochan con frecuencia a sus críticos denunciar las incongruencias del
darwinismo sin proponer
ninguna teoría científica alternativa. A esta objeción Rémy Chauvin (cuya posición consiste en suspender el juicio y confesar su ignorancia) responde que esto equivale
a mantener a una persona con una buena coartada en la cárcel
¡con el pretexto de que antes de liberarle hay que encontrar al verdadero culpable! Mae-Wan Ho y Peter Saunders añaden que,
Lo más importante que hay que subrayar sobre la alternativa que se presenta
es que no se trata de una nueva teoría, como
querría hacer creer el neodarwinismo, sino de un
paradigma. Es una forma de enfocar los problemas
más que una solución.
La visión alternativa es la que siempre ha mantenido la humanidad, lo que algunos han llamado la philosophia
perennis, por el hecho
de haber sido defendida
en todo
tiempo y lugar.
Cualquier hipótesis científica debería estar integrada en un paradigma que no sea incompatible con la visión
que siempre
han tenido los más eminentes pensadores de la
humanidad - mientras
que los paradigmas en vigor están fuertemente influidos por la visión europea post-cristiana de los siglos xvm y XlX-.
Una visión que admite varios niveles de existencia, y donde todo lo existente no se reduce arbitrariamente
al mundo físico. Negar esta visión como «metafísica» supone asumir, quizá sin saberlo, la metafísica
implícita en el materialismo. Hablando sobre esta batalla metafísica que tiene lugar, Seyyed Hossein Nasr escribe:
Esa defensa de la evolución implica una batalla no por la verdad científica sino por la «fe», porque proporciona la única manera posible de ocultar la penetración de las realidades arquetípicas, de las
que las especies son reflejos terrenales en el plano físico, y el único medio de ofrecer algún
tipo de explicación aparentemente aceptable que
permita al hombre vivir en este mundo entre la increíble variedad de las formas de la naturaleza pero en el olvido del Uno
transcendente que es la fuente de esta
variedad. [ ... ] Metafísicamente, la vida viene
antes de la materia, el mundo sutil antes de la vida, el
Espíritu antes del mundo sutil, y la Realidad Suprema antes
de todo lo demás; un «antes»
que significa
«en principio», cualquiera que pueda haber sido el orden cronológico
de la aparición de la materia, la vida y la consciencia en el escenario de la existencia cósmica. La intuición intelectual, que permite al hombre conocer la scientia sacra, proporciona esta absoluta
certeza de la primacía de la consciencia sobre la vida y la materia.
Veamos ahora cómo esta «ciencia sagrada», la filosofía profunda o visión que ha constituido el corazón de todas las religiones, interpreta estos hechos. Ti tus
Burckhardt explica cómo la filosofía platónica daba mejor cuenta de la realidad
que las concepciones «horizontales»:
El hilomorfismo clásico [ ... ] distingue la «forma», el «sello» de la unidad esencial de una cosa o un ser, de la «materia» que, en cuanto substancia plástica, recibe esta marca confiriéndole
una determinada existencia. Ninguna teoría moderna ha podido sustituir a esta antigua doctrina, ya que la realidad y toda su riqueza no se explican
reduciéndolas a una u otra de sus «dimensiones». [ ... ] No se quiere ni se puede comprender que el surgimiento espontáneo de las especies presupone un proceso vertical respecto al plano físico, el «descendimiento» de prototipos no físicos. En resumidas
cuentas, el evolucionismo y todas sus
contradicciones intrínsecas resultan de
la incapacidad - propia
de la ciencia moderna- de concebir «dimensiones »
de la realidad que no sean encadenamientos
puramente físicos.
Ananda Coomaraswamy establece un paralelismo entre la concepción platónica y la india:
«El Autoexistente perforó hacia afuera los ojos, por eso las criaturas ven» (Katha Upanishad IV.I ); lo que quiere decir que los ojos han «evolucionado»
porque la vida inmanente deseaba ver, y de forma análoga con las otras facultades sensoriales, con el pensamiento y con la acción[ ... ]. A causa de este deseo o «voluntad de expresión» hay un «descenso a la materia» u «origen de la vida», universal y localmente. [ ... ] Cuando y siempre que esas causas [mediatas] convergen para preparar el medio o contexto temporal y espacial sin el que una posibilidad dada no puede ser realizada, la forma
correspondiente emerge o aparece:
un mamífero, por ejemplo,
no podía haber aparecido en el Silúrico, mientras que no podía no aparecer cuando por la acción de causas naturales la
Tierra, más tarde, estuviera
preparada para la vida de los mamíferos.
La gran cadena de los seres
La evolución darwinista de los seres es una versión secularizada prescindiendo de la dimensión vertical- de
la doctrina metafísica de la gradación, o la «gran cadena de los seres», una cadena que va del Uno a todos los seres, pasando por hipóstasis intermedias, y que
une a todos los seres entre sí y con su
Origen. En Oriente
esta es una
idea básica de la concepción del mundo, pero Arthur O. Lovejoy
expone que esta idea estaba también muy presente en la antigua sabiduría occidental:
Alberto Magno había ya escrito en su De animalibus (Lib. II) que «la naturaleza no hace clases [de animales] separadas sin hacer algo intermedio entre ellas; porque la naturaleza no pasa de extremo a extremo nisi per medium». Tomás de Aquino hace igualmente hincapié sobre el «maravilloso encadenamiento entre los seres (connexio
rerum)» que la naturaleza «nos revela a la vista.
El miembro más bajo del género superior se encuentra siempre muy
próximo al miembro
más alto del género inferior.
Según Nicolás de Cusa:
Todas las cosas, por diferentes que sean, están unidas. Hay en los géneros de las cosas una conexión
entre la más alta y la más baja, de manera que se encuentran en un punto común. Existe un orden tal entre las especies que la especie
superior de un género coincide con la inferior del género siguiente, de manera que el universo
pueda ser uno, perfecto y continuo.
Moisés de León:
Todo está unido con todo hasta el anillo inferior de la cadena, y la verdadera
esencia de Dios está tanto por encima como por debajo, tanto en los cielos como
en la tierra, y nada existe fuera de Él.
Muchos siglos más tarde, Leibniz retomó esta idea:
Así, los hombres están unidos a los animales, estos a las plantas y estas a
los fósiles, los cuales a su vez se funden con aquellos cuerpos que nuestros sentidos
y nuestra imaginación se representan como absolutamente inanimados. Y, ya que
la ley de la continuidad requiere que cuando los atributos esenciales de un ser
se aproximan a los de otro todas las propiedades de aquel deben igualmente aproximarse
gradualmente a las del otro, es necesario que todos los órdenes de los seres naturales
formen una única cadena, en la que las diversas clases, como otros tantos
eslabones, estén tan íntimamente ligadas entre sí que es imposible para los sentidos
de la imaginación determinar el punto preciso en que acaba una y comienza la siguiente,
ya que todas las especies que, por decirlo así, se encuentran cerca de la
frontera o en ella son equívocas, y están dotadas de
caracteres que podrían ser igualmente asignados a alguna de las especies vecinas.
En la literatura clásica de la India se usa a menudo la expresión «desde Brahma [el
dios creador, primera limitación del Absoluto] hasta una brizna de hierba» para
mostrar la unidad de todo cuanto existe, animado o inanimado. Vista desde
esta perspectiva, la teoría de la evolución parecería, más que una falsedad, una verdad
parcial, pues es -por decirlo
de alguna manera- la
proyección horizontal, en dos dimensiones, de un proceso que tiene lugar en tres. Es, pues, más
falsa por lo que omite que por lo que dice. Para Martín Lings:
El ascenso gradual sin retomo concebido por el evolucionismo es una idea que ha sido tomada de
forma furtiva de la religión y transpuesta ingenuamente del reino supra-temporal
al temporal.
En la visión espiritual tradicional, el
Principio divino da origen al mundo celestial (el reino de los arquetipos), este al mundo mental
y este, a su
vez, al físico. Esta concepción, aunque
indemostrable «científicamente » - igual que la materialista-, explica sin embargo muchas cosas que
permanecen inexplicables según el paradigma fisicalista. Por ejemplo, la existencia de la
consciencia y el hecho de que las cosas tengan cualidades. Los objetos físicos no son
únicamente «físicos», de la misma manera que el hombre no es solo su cuerpo físico.
Según Frithjof Schuon:
El evolucionismo transformista es el ejemplo clásico de esta idea
preconcebida de inventar causas «horizontales»
porque no se quiere admitir una dimensión «vertical»: se intenta
arrancar al plano físico una causa que este no
puede proporcionar y que se sitúa necesariamente por encima de la materia. [ ... ] No pedimos a los físicos que se
contenten con un creacionismo
antropomórfico e ingenuo; pero sería cuando menos lógico por su parte -puesto que aspiran a una ciencia
total y sin fallos- que se esforzaran en comprender las doctrinas
ontocosmológicas tradicionales, y en especial la doctrina
hindú de las «envolturas» (kosha) del Sí mismo (Atma),
doctrina que, precisamente, presenta el universo como un sistema
de círculos que van del Centro-Principio
hasta ese extremo límite que es para Evolución, creación, manifestación ;nosotros
la materia. Pues la
ciencia humana no deriva únicamente de la necesidad de saber y registrar,
sino que
tiene como origen, más profundamente, la sed de lo esencial; ahora bien, el sentido
de la esencialidad nos atrae hacia orillas distintas a las del plano limitado
que solo contiene los fenómenos físicos.
¿Acaso sería concebible una empresa comercial - algo
muchísimo menos complejo- sin unas jerarquías, sin que un nivel superior
controlase y coordinase a los niveles inferiores? De la misma manera, el cuerpo
físico, cuyos billones de componentes funcionan de manera asombrosamente coordinada y armónica, necesita la
organización y control de algún otro principio, un principio que no puede
encontrarse en el mismo plano, y esto en varios niveles jerárquicos. Esto es lo que postula el pensamiento indio cuando establece que tras el cuerpo físico
(hecho de anna, alimento) hay
una «envoltura» (kosha)
hecha de energía vital (prana), una
envoltura mental, una de conocimiento y, finalmente, una envoltura causal (que contiene la «semilla o causa» de
todos los demás). La envoltura de prana es así el intermediario entre la mente y el cuerpo físico, y la que se encarga de
vitalizar, dar forma y organizar a este último. Fisiologías sutiles similares existen
también en otras tradiciones. Esta visión no contiene la enorme e infranqueable
dualidad espíritu- materia, Dios-mundo material, natural-sobrenatural. Propone una serie de niveles jerárquicos, desde el material
hasta el Espíritu o Consciencia pura o «Dios» (por usar su nombre más común en Occidente). En vez de comparar a Dios con
un rey que gobierna el universo desde fuera mediante acciones directas u
órdenes, hagámoslo con una luz que se extiende a través de varias capas con
refracciones distintas hasta iluminar finalmente la parte más baja. Así, la «luz» que llega al
mundo material no procede directamente de la fuente, sino, más o menos distorsionada y debilitada, de la capa
inmediatamente superior. La Divinidad no actúa directamente, interviniendo en el universo mediante milagros o cambios
de rumbo, sino
que es como la «electricidad» que permite que todo funcione.
Evolución, creación, emanación, manifestación
Tanto los evolucionistas como los creacionistas plantean a menudo la
alternativa «evolución o creación» como la única posible. En un mundo que ha perdido de
vista la visión
tradicional de los múltiples planos de existencia, y que ha olvidado la
consciencia del «ser para
concentrarse exclusivamente en el «devenir», la mayoría de los científicos prefiere la teoría de la
evolución, que les ofrece un proceso causal plausible y claro, a la creación
bíblica, cuya única base parece ser la fe. Roberto Fondi considera, sin
embargo, que la verdadera alternativa no radica en evolucionismo o
creacionismo, sino en evolucionismo
u organicismo - la concepción opuesta al mecanicismo, que
considera primordial el todo-.
Desde un punto de vista estrictamente
científico, el dilema «¿evolución o creación?» es paralizante y superfluo, porque acaba
inevitablemente en un
círculo vicioso o en un
callejón sin salida. Esto es así porque el primer
término de la alternativa puede ser sometido, al menos hasta un cierto punto, al método científico, pero no
el segundo. [ ... ] La ciencia no es en absoluto
incompatible con esta concepción [creacionista], pero tampoco tiene necesidad de ella y, de
hecho, no
puede siquiera tomarla en consideración. [ ... ]A pesar de esto - y estoy tentado de decir que la cosa es bastante paradójica-, son a menudo los mismos científicos quienes avalan el dilema
evolucionismo-creacionismo en vez de rechazarlo. Y lo hacen con el objetivo no totalmente inocente de
sugerir que no tienen otra elección. «En tanto que científicos, precisamente, debemos ser evolucionistas »: esto es lo que substancialmente dicen.
Efectivamente, desde el punto de vista
estrictamente científico la hipótesis creacionista no es verificable -como tampoco
recusable-. El creacionismo de las religiones abrahámicas propone una barrera
infranqueable entre Dios y su creación, una falta de continuidad que la ciencia no
puede saltar. El emanacionismo, por el contrario, al enfatizar la
continuidad entre la Divinidad y el universo que esta «emite» o «irradia)), permite concebir un todo --en esto se basa
el organicismo- en el que el «Uno» y el universo físico de la multiplicidad son los polos
extremos, permitiendo así, al menos en teoría y hasta cierto punto, «remontan la
corriente desde abajo. En las tradiciones religiosas hay dos concepciones principales sobre el origen
del mundo y las criaturas. La más conocida en Occidente -a menudo la
única conocida- es la
del relato bíblico del Génesis, que el cristianismo comparte con el judaísmo y
en gran medida con el islam. Sin embargo, en varias tradiciones orientales, como el
hinduismo o el taoísmo,
el mundo no es resultado de la creación de una Divinidad exterior, sino la «emanación» a partir de un Principio divino, la «manifestación » de lo
que era basta entonces inmanifestado. Esta era también la concepción de Platón y Plotino. Richard
Tarnas explica así la emanación tal como la enseñaba Plotino:
El cosmos neoplatónico es el resultado de
una emanación divina de lo Uno supremo, cuyo ser es infinito y está más allá de toda descripción o categoría. Lo Uno, al que se llama también el Bien, produce, en un desbordamiento de extrema perfección, lo «otro»
--el cosmos creado en toda su variedad- en una
serie jerárquica de gradaciones que se alejan de este centro ontológico hacia los límites extremos de lo posible. Este primer acto creador es la emanación, a partir de lo Uno, del Intelecto divino o Nous, la sabiduría omnipresente del universo que contiene las Formas o Ideas arquetípicas que son la causa del orden del mundo. Del Nous surge el Alma
del Mundo, que contiene y anima
el mundo, origina las almas de todos los seres vivos y constituye la realidad intermedia entre el Intelecto
espiritual y el mundo
de la materia. La
emanación de la divinidad a partir de lo Uno es un proceso ontológico que
Plotino compara con la luz que se aleja gradualmente de una vela hasta
que termina desapareciendo en la oscuridad. Las diversas gradaciones, sin embargo, no son dominios separados en sentido
temporal o espacial, sino niveles distintos de una presencia intemporal en todas las cosas. Las tres «hipóstasis» -lo Uno, el Intelecto y el Alma- no son literalmente entes, sino más bien
disposiciones espirituales, de la misma manera que las Ideas no son objetos distintos, sino diferentes maneras
de ser de la
Inteligencia divina.
Coomaraswamy explica cómo esta emanación no tiene lugar en el tiempo, sino
en el eterno ahora:
En toda doctrina tradicional, la eternidad no es algo que dura
para siempre, sino un «siempre-Ahora», y [ ... ] la gradación implica la creación de todas las cosas no meramente en un «principio»
sino en este Ahora de la Eternidad, de
manera que, como dice Filón, «se refuta la
idea de que el universo vino al ser "en
seis días"», y aunque «debemos
pensar que Dios hace todas las cosas de una vez», «una secuencia estaba necesariamente inscrita en la narración, debido a la generación subsecuente de una cosa a partir de otra», subsecuencia que corresponde a lo que ahora llamamos «evolución».
Es evidente que los siete «días» de la Creación a los que se refiere el Génesis
no son días normales, pues la separación del día y la noche no se produce
hasta el cuarto «día».
La
tradición exegética judía interpretaba estos textos de forma muy distinta
a la literal. Según Filón de Alejandría:
En el principio Dios creó el cielo y la tierra, pero el «principio» no es, como muchos creen, un comienzo en el tiempo, puesto que no existía el tiempo antes de que se creara el mundo, sino que empezó a exjstir junto con el cosmos, o después de él.
Para Abraham Joshua Heschel:
La Creación, nos dicen, no es un acto que sucediera en un momento del tiempo, una vez y para siempre. El acto de traer el mundo a la existencia es un proceso continuo. Dios llamó al mundo al ser, y esa llamada continúa. Este momento presente existe porque Dios está presente. Todo instante es un acto de creación. Un momento no es una terminal sino un destello, un signo de Principio. El tiempo es innovación perpetua, sinónimo de creación continua.
Para el Maestro Eckhart, la
Creación no es algo que sucediera en el pasado: «Dios hace el mundo y todas las cosas en este ahora presente».
Aunque la mentalidad occidental generalmente piensa que solo una forma de
presentar los hechos puede ser verdadera, la mentalidad oriental acepta
diferentes explicaciones -incluso a menudo se incomoda cuando solo se ofrece una-, a las que no ve como opuestas
sino más bien como complementarias. Según el lugar desde el que se señale, el dedo apuntará en direcciones aparentemente
distintas. Lord Northbourne lo explica de forma sencilla:
No todas las religiones conciben el origen del universo en términos de una «creación» divina corno lo hacen el judaísmo, el cristianismo y el islam. Ni siquiera todas son teístas, pues el budismo no lo es. El misterio que subyace a la existencia puede ser simbolizado de muchas maneras
diferentes, sin necesidad de que estas coincidan exteriormente, de la misma manera que
distintas proyecciones bidimensionales de un objeto sólido pueden diferir según el punto de vista, sin ser intrínsecamente falsas.
Frithjof Schuon comenta: «En realidad, la hipótesis
evolucionista es innecesaria porque el concepto creacionista lo es igualmente,
ya que las criaturas aparecen en la Tierra no cayendo del cielo, sino pasando
progresivamente - a partir del arquetipo- de lo
sutil
al
mundo material ». Según el Zohar: «Dios hizo este mundo (terrestre) a imagen del mundo de arriba;
así, todo lo que se encuentra
arriba tiene su
analogía abajo [ ...
] y todo constituye una unidad». Titus Burckhardt explica así cómo «creación» y «emanación» no son incompatibles:
No hay duda, empero, de que existe una diferencia entre la representación bíblica de
la creación
y la
doctrina plotiniana de la emanación de la existencia a partir del Uno; diferencia fácilmente superable, no obstante, si se miran con perspectiva ambas terminologías y se hace justicia al sentido metafórico; ¿qué puede significar, en efecto, la afirmación bíblica de que Dios ha creado
el mundo «de la nada» (ex nihilo) sino que Dios no ha dado al mundo una forma que no procede de ninguna
materia sino de Él mismo? Pero si el mundo no tiene otra realidad
que la que le viene
de
Dios, en este sentido no es sino su reflejo o su emanación. Mientras que la metáfora del acto de la creación evoca la representación de una actividad divina, el símbolo de la emanación es estático; recuerda a una luz cuya naturaleza es iluminar, y que necesariamente ilumina, puesto que es. En este sentido, los cosmólogos griegos y los filósofos posteriores concibieron el cosmos como expresión necesaria del ser divino y, por lo tanto, como duración perpetua. A su entender, el cosmos, en tanto que totalidad, no tiene
ni principio ni fin temporales, mientras que, según la Biblia, el universo empezó en el mismo momento en que Dios lo creó. La aparente contradicción entre
ambas concepciones
se resuelve, sin embargo, cuando se considera que el tiempo, como expresión del cambio y del tránsito, no puede ser anterior a la creación. El tiempo fue creado con el mundo; por eso el principio del mundo no puede ser de naturaleza temporal, aunque, a primera vista, solo se le puede representar en una dimensión temporal
mediante una imagen visual que representa la intervención de Dios como acción
real.
Osman Bakar expresa la misma
idea:
De hecho, la concepción metafísica de
la emanación
creativa explica
el
significado real
de ex nihilo. Ambas ideas están concebidas para satisfacer las
diferentes necesidades de causalidad
entre los distintos tipos de «mentalidad» que se encuentran en una comunidad religiosa. Dentro de la visión religiosa del mundo, la idea de emanación creativa resultó
ser más atractiva o satisfactoria para las personas de mentalidad
científica o filosófica que la idea de creación ex nihilo en su sentido
teológico. Ese fue indudablemente el caso en la civilización islámica. En esta civilización, muchos
filósofos-científicos, aparte de los sufíes, adoptaron la emanación como la base filosófica para explicar el origen del universo y el
surgimiento de diferentes formas cualitativas de vida. [ ... ]Ambas ideas son ciertas a diferentes niveles.
Que esta concepción también estuvo presente
en el mundo cristiano
lo prueba la existencia de corrientes platónicas y neoplatónicas dentro del cristianismo. Dionisio Areopagita tenía un concepto de la creación similar al de Plotino:
Dionisio imaginaba la creación como una erupción extática, casi erótica, de la bondad divina, cuando Dios, por decirlo así, había «salido fuera de sí en el
cuidado amoroso que tiene
por todo». La
creación no era algo que había sucedido una vez en el pasado remoto, sino un mythos, un proceso continuo, intemporal, en el que, paradójicamente, Dios era
eternamente «seducido para abandonar su morada y llegar a habitar
en todas las cosas»,
y, sin
embargo, tenia «capacidad de
permanecer, no
obstante, en sí mismo».
Nasr explica así la compatibilidad de las dos doctrinas: «ex nihilo no
significa literalmente a partir de nada, sino más bien a partir de "posibilidades"
en el orden de los principios,
las cuales,
citando a Ibn Arabí, todavía no han "olido el perfume de la
existencia"». Los místicos judíos tenían concepciones similares:
Los místicos hablan también de creación
a partir de la nada; de hecho, es una de sus fórmulas
favoritas . Pero,
en su caso, la ortodoxia
del término
oculta un significado
que difiere considerablemente del original. Esta Nada a partir de la cual todas las cosas han surgido no es en absoluto una negación; simplemente, no presenta
atributos para nosotros, al estar más allá del alcance del conocimiento intelectual.
Sin embargo, en realidad
esta Nada [ ... ] es infinitamente más real que toda otra realidad. [ ... ]De hecho, creación a partir de la nada significa para muchos
místicos creación a partir de Dios.
Para Jacob Boehme: «Dios creó el mundo a partir de nada porque Él mismo mora en nada; esto es, Él
mora en Sí Mismo ». En el Génesis lo primero que crea Dios es la luz, es decir, la inteligibilidad. En la
filosofía Samkhya de la India, la buddhi, el
intelecto, es el primer principio que aparece en la manifestación
a partir de prakriti. . Según el Evangelio de Juan, el universo es creado por Dios mediante el logos divino: «Todas las cosas fueron hechas por El [el Verbo la Palabra], y sin Él no se hizo nada de cuanto existe». Según el Corán,la Creación
también tiene lugar por la «Palabra» divina: «Suyo
[de Allah] es el origen de los cielos y la tierra. Cuando ordena
una cosa
le dice: "¡Sé! ",
y ella es». Esta es una concepción prácticamente universal:
En casi todos los casos
podemos encontrar la leyenda de un Padre-Dios original, cuyo primer Pensamiento o
Palabra, simbolizado por una Diosa-Madre, se dice que dio nacimiento a toda la creación. [ ... ] El Absoluto inmanifestado se describecomo masculinoy su imagen-Poder proyectada, coexistente con El, se consideraba femenina. Él es el Padre-Dios, la Mente una, la Fuente suprema Y Controlador; pero Ella, su pensamiento proyectado, es la Creadora, la Madre-Poder
de la que surge toda la creación. [ ... ] La razón de la similitud de conceptos entre las
diversas culturas primitivas es que la realidad, a la que los símbolos pictóricos
intentan representar, es la realidad común y universal experimentada
en la visión mística, una realidad que es la misma para todos aquellos que la «ven».
En el antiguo Egipto, Ra dice de sí mismo: «Soy el Eterno, soy Ra [...], soy el que ha creado el Verbo [...,]
soy el Verbo». J. A.
West explica: «Las "palabras" de Ra, reveladas
por Thoth, se transforman en las cosas y criaturas de este mundo ». De manera similar, la Cábala judía también apunta a una creación mediante la
Palabra. Según el Sefer Yetzirah («Libro de la creación»):
«Dios creó el mundo mediante treinta y dos modalidades de maravilla y sabiduría».212 Estas treinta y dos maneras son las veintidós letrasdel alfabeto
hebreo y los diez números. La creación divina se efectúa mediante diez sefiroth o emanaciones de Ein Sof, el Infinito, que configuran los distintos mundos jerárquicos. Para los Bambara, en
África occidental:
El corazón de la enseñanza
esotérica consiste en los misterios alrededor de la Palabra.
Todo el universo
es generado por las vibraciones primigenias
(y que
todavía continúan) que constituyen la Palabra. A partir de esta energía primordial se forman la energía, la materia, y finalmente la forma. 213 En algunas versiones indias del origen del universo, viik, «la Palabra », es la que crea los mundos. Vak, ocasionalmente
personificada como diosa, es el principio de inteligibilidad y hace de
puente entre el Absoluto y la creación manifestada. El lenguaje
y el pensamiento
humano se manifiestan
siguiendo un proceso de cuatro niveles de existencia. Estos cuatro niveles, trasladados a nivel macrocósmico, constituyen
el proceso
de la manifestación universal. Vak («la Palabra», la shakti o energía de la Divinidad) crea los mundos
mediante un proceso en cuatro etapas, de la más sutil a la más tosca, desde
la Unidad primordial a la multiplicidad. Veamos cómo se suceden estos
niveles:
El primero, para, es el nivel transcendental más allá de toda
creación, y los tres siguientes son los tres estadios naturales de
la creación. [ ... ]Para [«la transcendente»],
que es la Suprema
Consciencia, es
independiente; es el Absoluto. Es la fuente de la creación, pero está más allá de la creación. Es completamente lógico que la fuente de la cual surge el
mundo sea ella misma independiente del mundo. [ ... ] Sin para como su realidad subyacente, [los estadios
siguientes] se volverían no iluminados, y por consiguiente no existentes. [ ... ] Para es pues el nivel de
pura unidad en la cual no hay ninguna diferencia. [
... ] El estado pasyanti se compara con el crecimiento de una semilla, que es el primer paso en la creación de un árbol. [ ... ] En el estado de pasyanti el
mundo se encuentra en estado potencial, ya que este es simplemente el estado de desear crear, y no de crear realmente el mundo. Madhyama es el segundo paso en el proceso de la creación. [ ... ] Aquí, el mundo que será es ya una idea clara. Ya no está bajo la forma de deseo de crear, pero sigue siendo una idea y aún no se ha convertido en realidad fisica concreta. [ ... ] Pasyanti es el principio de
la diferencia, mientras
que madhyama es la consciencia completa de la diferencia, si bien dentro
de la unidad de uno mismo. Vaikhari es la manifestación
más tosca de vak-sakti. En este estado el mundo está completamente realizado; ya no es una «ideación» Evolución, creación, manifestación como
en el estado madhyama, sino que se convierte en realidad
extema substancial. [ ... ] Hasta el nivel madhyama, el mundo
permanece como una forma de
pensamiento; es solo
en el nivel vaikhari cuando el mundo se transforma en sonido articulado.
Mediante la correspondencia microcosmos-macrocosmos, la creación del universo es comparable a la creación humana:
Los cuatro niveles jerárquicos de vak-sakti pueden ser
comparados a los distintos estadios procreativos de una madre. Cuando la madre todavía no ha concebido y
es aún virgen, es como el estado para. Cuando concibe (el estadio
de fertilización), es como pasyanti. Cuando
el feto alcanza una forma
completa pero está
todavía en la matriz, es como madhyama. Finalmente, cuando la madre da a luz al niño [...] es como vaikhari. La
Madre cósmica concibe el mundo bajo la forma de deseo [...] (pasyanti); desarrolla la concepción en un feto
completo dentro de la matriz de la Consciencia bajo la forma de ideación [...] (madhyama);
y finalmente da nacimiento al mundo concreto [...] (vaikhari).
Sin embargo, y a diferencia de una madre terrenal, la Diosa no es afectada ni alterada
en lo más mínimo por la creación: permanece siempre virgen. En Occidente
había concepciones muy similares. Siguiendo a Philip Sherrard, Nasr explica:
Esta creación dentro de la Divinidad tiene, de hecho, tres fases, y no ocurre «de una sola vez». Primero, Dios se revela a
sí mismo, haciéndose consciente de las posibilidades latentes de su propio Ser. Segundo, este contenido sin forma de la Inteligencia divina o Logas divino es diferenciado
en formas individuales, pero aún en un estado inmaterial. Esas son las energías espirituales increadas, las Ideas divinas, o los lógoi de los escritores clásicos cristianos como san Máximo [ .. .]. Son las imágenes-arquetipos, mediadoras entre el mundo de
puras realidades informales e inteligibles
y el mundo visible. Tercero, la manifestación de esas imágenes-arquetipos en los seres
concretos del mundo tiene lugar. Cada
existente es pues la forma visible de un Nombre divino.
Tomás de Aquino
decía que los seres creados son precedidos por «ideas en la mente divina», así como «la
imagen de una casa preexiste en la mente del constructor». Un
proceso similar al del arte, que Ananda Coomaraswamy define así: «El arte puede ser
definido como la impronta en un material de una forma preconcebida».217
Cualquier transcripción en palabras, en conceptos humanos, del proceso de la
Creación o la Manifestación será necesariamente falsa y aproximativa. Por eso
todas las versiones se sirven del simbolismo, mediante el cual se pueden usar
descripciones o imágenes de la dimensión física de la realidad para
trasladarlas analógicamente a otra más elevada. Según el conocido dicho
hermético: «Como es arriba, así es abajo; como es abajo, así es arriba».
Mediante esta correspondencia entre los varios niveles de la realidad, y entre
el microcosmos (el hombre) y el macrocosmos (el universo), podemos intuir cómo
son las cosas en los niveles superiores. Si la Divinidad, la Inteligencia
Suprema, está en el origen del universo, ¿cómo se explica entonces que los
seres inteligentes fueran los últimos en aparecer? Al producirse la
manifestación, la Realidad Suprema se «refleja» en las formas, pero este
reflejo da una imagen invertida. Se ha dicho que la cronología de la creación
en la Biblia es correcta; en el Génesis, el hombre es la última criatura en ser
creada. Para Huston Smith:
Desde esta perspectiva, la tierra
refleja los cielos
y el microcosmos reproduce al macrocosmos. Pero [ ...] ese reflejo invierte las imágenes y, en consecuencia, lo que se presenta en primer lugar en el orden
ontológico aparece en el último en el orden temporal. La tradición no niega que lo superior
aparezca después que lo inferior, sino
tan solo que sea producido por ello.
Swami Vivekananda, confrontado con la idea de la evolución, dijo que debía
completarse con la de «involución», esto es, con la «involucración » de Dios en
el cosmos (según la Bhagavad Gita: «Todos los mundos están enhebrados en Mí
como perlas ensartadas en un hilo»). Vivekananda explicaba así por qué la
inteligencia está en el origen de todo:
El evolucionista te dirá que la idea de que fue Dios es equivocada. ¿Por qué? Porque, mira, Dios es inteligente, pero vemos que la inteligencia se desarrolla mucho más tarde en el curso de la evolución.
Encontramos inteligencia en el hombre y los animales superiores, pero millones de años pasaron en el mundo antes de que apareciera esta inteligencia. Esta objeción de los evolucionistas no se sostiene [ ...]. El árbol surge de la semilla y vuelve a la semilla; el principio y el final son el mismo. La tierra surge de su causa y regresa a ella. Sabemos que si podemos encontrar el principio podemos también
encontrar e) final. Inversamente, si encontramos el, final podremos encontrar el principio. Si esto es
así, tomemos
esta sucesión evolutiva, desde el protoplasma en un lado hasta el hombre
perfecto en el otro, y esta sucesión completa puede ser
considerada una vida.
Al final encontraremos al hombre
perfecto, de manera que al principio
debería ser lo
mismo. Así pues, el protoplasma
es la involución de la más alta inteligencia. Quizá no se vea, pero esta inteligencia involucionada es la que se está desenroscando
hasta que se manifiesta en el hombre más perfecto. [ ... ] ¿Qué es esa inteligencia? Si no estaba presente en el protoplasma debe haber llegado de pronto, algo surgiendo de la nada, Lo cual es absurdo.
En la cosmología de la India, la Divinidad infinita (Brahman) crea y
reabsorbe continuamente innumerables universos, que son potencialidades que se
manifiestan. El Eterno “inspira” y “expira” los universos. Dios es tanto el
creador (mitológicamente: Brahma) como el sustentador (Vishnu) y el destructor
y regenerador (Siva) del universo. Según la Bhagavad Gita: «Al llegar el día,
lo manifestado surge de lo inmanifestado; cuando llega la noche [cósmica], se
reabsorbe en lo que se llama lo Inmanifestado».
La creación [...] no tiene
principio absoluto. Este universo presente no es sino uno de una serie de mundos pasados y de otros por
venir. La
energía cósmica alterna periodos de
potencialidad con otros de expresión.
Los universos son incontables:
Ah, ¿quién
contará los universos que ya han pasado, o las creaciones que han surgido una y otra
vez del abismo
sin forma de las vastas aguas? ¿Quién
contará las pasajeras
edades del mundo, sucediéndose una a otra sin
final? ¿Y quién podrá buscar a través de las amplias infinitudes
del espacio para contar los universos que coexisten? [ ... ] Más allá de la más extensa visión, llenando el espacio, los universos vienen y van, en
multitud innumerable. Como frágiles barcos, flotan en las puras aguas sin fondo que forman el cuerpo de Vishnu. De cada poro de
este cuerpo, un universo surge y desaparece [...]. Con cada pestañear del gran Vishnu desaparece un Brahma [el dios creador]. Todo
lo que hay debajo de la esfera de Brahma es tan insubstancial como una nube formándose y disolviéndose de
nuevo.
La idea
teológica de «Creación» intenta preservar ante todo la transcendencia y
libertad de Dios, concebido en forma personal, y hace abstracción de todos los
niveles intermedios entre el principio divino y el universo físico. Contempla
solo un universo durante un único ciclo. La idea de «manifestación» o
«emanación» propone una concepción más metafísica e impersonal, que enfatiza la «proyección» y «realización » de las
posibilidades inherentes en la infinitud de la Divinidad. Se resalta aquí la
continuidad ontológica entre la Divinidad y las criaturas -si bien la Divinidad
transciende infinitamente su manifestación-
y se describen las fuerzas y mundos intermedios. Las tradiciones orientales
(así como varias corrientes espirituales
occidentales) explican, pues, el origen del universo
mediante un proceso de manifestación de lo que estaba oculto, de un «descenso» progresivo de la potencialidad a la
actualidad. Según el Tao te ching: «El Tao engendra al Uno, el uno engendra al dos, el dos engendra al tres; el tres engendra a los diez mil seres». En el hinduismo, la Mundaka Upanishad expresa de esta forma una idea familiar en
la India: «Así como la araña segrega su hilo y lo recoge;
así como las hierbas brotan sobre la tierra; así como el cabello y los pelos
[brotan] en el hombre vivo; de la misma manera el universo surge del
imperecedero».225 En forma más mitológica, en el Shatapatha Bráhmana: «En el principio,
Prajapati [Dios como «Señor de las criaturas»] estaba solo. Deseó: "Quiero ser muchos, me multiplicaré"». Como
explica el Srimad Bhagavatam: «La creación es
solo la proyección en la forma de lo que ya existe”. Y Plotino: «El mundo sensible es un reflejo del mundo espiritual en el espejo de la materia».
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