jueves, 5 de julio de 2018

SHANKARA: Tat tvam asi (y VIII)





SHANKARA 

Tat tvam asi

 (y VIII)


Reza Shah Kazemi



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sanatanadharmatradicional



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Octava y última entrega de la traducción, inédita hasta la fecha en castellano, del  capítulo titulado "Shankara: Tat tvam asi", perteneciente libro "Paths to tracendence according to Shankara, Ibn Arabi y Meister Eckhart" de Reza Shah Kazemi. Publicado en la editorial World Wisdom, Inc, 2006. (Traducción al castellano de Roberto Mallón Fedriani)


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4.    El Sufrimiento y el Jivanmukta  

La clave para entender la posición de Shankara respecto al sufrimiento es el concepto de objetividad. Esto puede parecer sorprendente dado el énfasis que pone en la naturaleza subjetiva del Sí Mismo, pero de hecho, los dos aspectos, subjetividad trascendente y objetividad radical, van de la mano: como hemos visto, antes realizar el Sí Mismo como el sujeto verdadero es también necesario considerar el ego y todos sus adjuntos como “objetos”. Esto es ser perfectamente objetivo respecto a lo que no es el sí mismo; una perspectiva que solo es posible desde el punto de vista ventajoso del Sí Mismo, o en forma derivada, desde aquel que es el reflejo del Sí Mismo en el individuo.

Lo que es más importante destacar aquí es que la consciencia del jivanmukta participa de esa perspectiva trascendente incluso en el contexto de la existencia empírica, de modo que no esta identificado con esa perspectiva solamente en el momento supra-empírico de la Iluminación: más bien, se mantiene una cierta consciencia de aquello que se revela como propio Sí Mismo, incluso fuera del momento de la revelación, lo cual se convierte en algo que ya no es momentáneo sino permanente. En línea con las consideraciones hechas anteriormente, esa consciencia puede denominarse “reflejo” de la Consciencia del Sí Mismo en el individuo; por tanto, se trata de una consciencia que supera las limitaciones del individuo.

En la medida en que esa identificación con el Sí Mismo es incesante, el dolor y el sufrimiento se verán como pertenecientes a alguna “otra” cosa, es decir, a lo que no es el sí mismo. Como veremos, esto no niega la realidad del sufrimiento en su propio plano, pero sí niega la posibilidad de que el Sí Mismo sea el sujeto del sufrimiento, y es esta consciencia, junto con la plena identificación con el Sí Mismo de donde fluye esta consciencia operativa -no meramente teórica- la que permite afirmar en forma figurada que el jivanmukta no sufre al experimentar el sufrimiento.

El grado de objetividad en relación al propio cuerpo que se alcanza como resultado de la realización del verdadero locus de la subjetividad, queda claramente resumido en estas palabras de Shankara:

Así como uno no se identifica a sí mismo con el cuerpo de otro, así, tras la visión de lo Supremo, uno no se identifica a sí mismo con su propio cuerpo.[1]

Así como una persona no-Iluminada posee un sentido preciso de identificación con su propio cuerpo, y una concreta y correspondiente no-identificación con el cuerpo de nadie más, así el jivanmukta se identifica a sí mismo plena y efectivamente con el Sí Mismo, lo cual conlleva -inversamente- la no identificación concreta con su propio cuerpo, que ahora es captado como compuesto de la misma sustancia que la ignorancia. La experiencia subjetiva de dolor surge desde la ausencia de este conocimiento:

La experiencia del dolor no es real en su sentido más elevado…. El alma experimenta el dolor proveniente de cortes y quemaduras en su cuerpo por medio de la identificación errónea con ellos. Y experimenta los dolores provenientes de hijos, amigos y similares del mismo modo: a través de la identificación con ellos. [2]  

La identificación del individuo con el complejo cuerpo-mente que se da previamente a la Iluminación, la compara Shankara con la falsa idea que tiene la persona que usa pendientes y que cree que su característica definitoria es la de usar pendientes; cuando se los quita, entonces “la idea de que ‘yo soy el que lleva pendientes’ se elimina permanentemente.”[3] De modo similar, la falsa identificación con el complejo cuerpo-mente se elimina permanentemente a través de la comprensión de que uno es el Sí Mismo.

Lo que se “elimina permanentemente” en el ejemplo anterior es la idea de que la naturaleza del individuo esté definida esencialmente por el hecho de llevar pendientes; pero esto no descarta llevarlos puestos. De forma análoga, el individuo Realizado ya no estará nunca bajo la influencia de la idea de que su verdadero Sí Mismo sufre, pero esto no elimina la existencia -y por tanto la experiencia objetiva- del sufrimiento en el marco de la individualidad.
En otro sitio Shankara compara la experiencia de dolor que se tiene en el estado de sueño con ensueños, con la experiencia de dolor que tiene el individuo en el mundo:

Cuando termina el sueño, se considera que el dolor no existe; ni ahora, ni antes.  Pues una vez han sido abolidos el dolor y el error, no vuelven a afirmarse.[4]

Vemos entonces que el Jivanmukta, habiendo “despertado” a la realidad, sabe que aquello que está sufriendo es solamente una “envoltura” empírica exterior de su propio Sí Mismo -incluso viendo la experiencia de sufrimiento por parte de su propio ser individual-. En términos de la analogía del sueño, sería como aquel que sueña sufrir un dolor, pero sabe que esta soñando, y de este modo, aún cuando “experimente” el dolor en el sueño, es consciente de que el receptor de la experiencia dolorosa no es sino una proyección de su propia imaginación: el dolor no es pues negado a su propio nivel, sino que es ese mismo nivel donde se produce, junto con el sentido de agente que genera, el que se capta concretamente como una superposición ilusoria sobre el substrato: sobre el Sí Mismo que es Beatitud inmutable.

Sin embargo, dado el hecho de que es posible que el prarabdhdakarma opere de manera que “domine el conocimiento de lo Real”, se hace necesario matizar los puntos anteriores con una cláusula de iure: en principio, el jivanmukta será capaz de trascender todo sufrimiento por medio de su identificación con el Sí Mismo, pero en la práctica es posible que determinada experiencia de sufrimiento -como fruto que es del prarabdhakarma- resulte en un eclipse temporal del Conocimiento del Sí Mismo, y por tanto en el consiguiente sentimiento “yo soy el que sufre”.

En otras palabras, la idea y el sentimiento de que uno es el agente en la experiencia del sufrimiento quedan excluidos solo en la medida en que el Conocimiento del Sí Mismo sea ininterrumpido; en la medida en que este Conocimiento sea susceptible de cualquier detención momentánea, así existirá la posibilidad de remergencia de la idea y del sentimiento de ser uno el que sufre. Si bien este matiz importante sobre la inmunidad ante el sufrimiento, Shankara no lo plantea como tal, sin embargo está implícito en algunas de sus afirmaciones, entre las que cabe tomar como ejemplo la siguiente:

Allí donde no hay otra cosa que la Consciencia perfectamente pura de ‘el Uno sin segundo’, allí los Mahatmas no experimentan ni dolor ni ilusión.[5]  

Allí” cabe entenderlo como referido al “ámbito de la iluminación” en el que, como hemos visto en la Parte II de este capítulo, no existen percepciones empíricas, ya que no hay ningún agente empírico. En principio, este es también el caso en el ámbito de la existencia empírica, en tanto que, una vez que vista desde “allí” se sabe que es ilusoria, es eliminada incluso en el ámbito de la existencia aparente del “aquí”, esto es, en el mismo seno de la ilusión. Este es en principio el caso, y en la misma medida en la que la consciencia del Sí Mismo permanece sin interrupción; pero, tal y como hemos visto, ese “conocimiento sin obstáculos” y la “paz final” solo vienen con el agotamiento del prarabdhakarma y la muerte corporal, de modo que mientras siga vivo, el jivanmukta estará sujeto en la práctica al despliegue de esta fuerza kármica pendiente de agotar, la cual acarrea la posibilidad de una interrupción momentánea del conocimiento, y consecuentemente la experiencia subjetiva de “sufrimiento”.

Sin embargo, se debe subrayar finalmente, que una experiencia así no desmiente ni matiza el estado de Realización trascendente alcanzado por el jivanmukta, pues la Realización en cuestión pertenece en última instancia al “ámbito de la Iluminación” en donde no hay posibilidad de estar sujeto a las vicisitudes de la existencia exterior.  Lo que constituye la Liberación o el logro trascendente en “esta vida”, es la Realización en profundidad, el “hacer real” ese dominio del Sí Mismo. Ni la supresión de la existencia objetiva de esa “vida” relativa, ni la inmunidad absoluta al sufrimiento, constituyen condiciones para la Realización Trascendente.


5.    Devoción        

Incluso los grandes dioses como Brahma e Indra son seres lamentables a los ojos de aquél que conoce el Sí Mismo.[6]

Cabe pensar que la devoción hacia un Dios personal estaría excluida por el conocimiento de que ambos elementos de una relación así son irreales, en la misma medida de su afirmación distintiva, y por tanto “seres lamentables”: cualquier cosa que pueda distinguirse del Sí Mismo es relativa, y por tanto ilusoria y “lamentable”. Pero de hecho esta Consciencia no conlleva de ningún modo disminución alguna en la devoción del individuo al Señor, y ello por dos razones identificables: en primer lugar, porque respecto a su identidad esencial, el Señor como Absoluto “inferior” (apara) no es otro que el Absoluto “superior” (para), incluso cuando es distinguible del Absoluto “superior” como determinante ontológico. En segundo lugar, porque el individuo como tal es sobrepasado infinitamente por el Señor, a quien por consiguiente le es debida una actitud de adoración humilde; y esto no solo como prerrequisito para adoptar el camino que trasciende al Señor como Absoluto inferior, sino incluso después de haber Realizado esa trascendencia.

El saludo final del comentario de Shankara a la Karika de Gaudapada está dirigido a Brahman, y después a su propio Maestro: “Yo me inclino ante ese Brahman, el destructor de todo miedo para aquellos que toman refugio bajo Él… Yo me postro ante los pies de ese Gran Maestro, el más adorable entre los adorables…”.[7]

Shankara explica esta actitud de devoción y humildad por parte del jivanmukta en el comentario que precede al anterior, refiriéndose a la posibilidad de “saludar” a ese Conocimiento que libera:

Habiendo alcanzado este conocimiento que está libre de la multiplicidad; habiéndonos hecho uno con ello, Lo saludamos. Aunque este conocimiento absoluto no puede estar sujeto a ningún tratamiento relativo -aún así- nosotros lo vemos desde el punto de vista relativo y Lo adoramos lo mejor que podemos.[8]

Así pues, esta “visión” desde la relatividad persiste incluso cuando ha sido trascendida interiormente por la “visión” del Sí Mismo; y el mismo hecho de que el individuo continúe existiendo como tal en el dominio de la relatividad, conlleva necesariamente la devoción humilde hacia todo aquello que lo supera ontológica o espiritualmente. La devoción ofrecida a Brahman se dirige a priori hacia el Absoluto “inferior”. El “superior” no puede estar “sujeto a ningún tratamiento relativo”, ya que Brahma nirguna no puede tener ninguna relación posible con el mundo manifestado. No obstante, esta devoción se dirige implícitamente al aspecto superior de Brahman, el cual representa de hecho cualquier relatividad que se pueda decir que posea el aspecto “inferior”.

La Realización trascendente no conlleva la elevación ontológica del individuo por encima del Dios personal, del Absoluto “inferior”: por el contrario, solo cuando hay consciencia del hecho de que el individuo como tal es una ilusión, -un “objeto” que puede “cortarse lo mismo que se corta y se arroja un brazo”-solo entonces, es cuando ha sido liberada la consciencia de sus limitaciones ilusorias, reintegrándose con su fuente inmanente e inmutable, que no es otra que el Sí Mismo.

Entonces, el jivanmukta, como individuo, permanece exteriormente sujeto a todo aquello que le supera en la jerarquía ascendente del Ser. Esto no se expresa únicamente en la reverencia que se ha señalado anteriormente, sino en los muchos himnos devocionales atribuidos a Shankara. Sin embargo, en el cumplimiento de las obligaciones relacionadas con su situación ontológica provisional, el jivanmukta ve a una misma vez la naturaleza ilusoria de la totalidad del plano en el que existen las relaciones duales, y también conoce concretamente que en su misma esencia -en esa Esencia a la que de hecho “pertenece su” Consciencia- que él “es” Aquello a lo que están destinadas  todas las relaciones, acciones, pensamientos, modos de ser, felicidad y consciencia; Aquello que le otorga a todo su valor y significación última: el Sí Mismo Supremo “que no tiene segundo”.


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[1]  The Thousand Teachings (Upadesa Sahasri), trad. A.J. Alston, II.16.73.
[2]  Samkara on the Soul. Vol. III of A Samkara Source-Book, trad. A.J. Alston, 71.
[3]  The Thousand Teachings (Upadesa Sahasri), trad. A.J. Alston., II, 18.61.
[4]  Samkara on Enlightenment. Vol. VI of A Samkara Source-Book, trad. A.J. Alston, 129.
[5]  The Thousand Teachings (Upadesa Sahasri), trad. A.J. Alston., II, 10.12. 
[6]  Ibíd., II.14.27. Ha de señalarse que el “Brahma” en cuestión aquí (genero masculino) no es Brahma nirguna o saguna, sino una de las “Trae manifestaciones” (Trimurti) de Ishvara; de este modo ocupa un grado ontológico que está por debajo de Ishvara, el Señor.
[7]  The Mandukyopanisad, with Gaudapada's Karika and Sankara's Commentary, trad. Swami Nikhilananda, IV, Conclusión.
[8]  Ibíd., IV, 100.