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martes, 14 de febrero de 2017

LIBERACIÓN EN VIDA (Jivanmuktiviveka)



TRATADO VEDANTA 

SOBRE LA LIBERACIÓN EN VIDA

(Introducción)

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Sri Vidyaranya Swami

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Tratado Vedanta_Liberacion en vida_Jivanmuktiviveka



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Editorial Sanz y Torres, Colección Ignitus, Madrid 2017. 
Traducción introducción y notas Roberto Mallón Fedriani

Libro

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El presente libro fue escrito en el siglo XIV de la era cristiana y es uno de los preferidos por los renunciantes (sannyasin) de la India. Su autor, un venerado maestro Vedanta que llegó a ser Jagadgurú de Sringeri, lo escribió después de “olvidarse” por completo del mundo y tras llevar una vida para nada apartada de las vicisitudes de su tiempo; prueba de ello es que Sri Vidyaranya fue ministro y consejero real del imperio Viajayanagara en India. Antes que ésta escribió otras obras vedánticas muy apreciadas, destacando sobre todo Panchadasi  , un manual de iniciación para todos los que se aproximan al Vedanta Advaita y del que el presente Jivanmukti Viveka es considerado una continuación y colofón.

La Liberación en vida o Jivanmukti es en el contexto del Vedanta Advaita –y del hinduismo en general– el culmen de la perfección a la que puede aspirar el ser humano. Es la consecución del “Estado Supremo” por medio de la completa eliminación de la ignorancia (Avidya) que hace creernos individuos separados al ocultar la propia Esencia trascendente y única Realidad que en última instancia somos: Brahman (Ser/Sat, Consciencia/Chit, Felicidad/Ananda). Alcanzar el estado de Jivanmukti es liberarse de los ‘pares de opuestos’ (alegría-tristeza, agradable-desagradable, etc.); es carecer por completo de deseos; es la Paz Absoluta; es morar en esa Felicidad que es nuestra propia naturaleza intrínseca. El “liberado en vida” (Jivanmukta) queda totalmente libre de la esclavitud/apego a “todo lo que no es Real”, y queda liberado para siempre; no como el resto de seres –afirma Vidyaranya– que se “liberan” durante el período de disolución (Pralaya) de la Manifestación Universal para luego volver a otro estado de Manifestación. Jivanmukta es aquel que ha abandonado toda acción –sea secular o sagrada–. Es aquel que solo busca permanecer establecido en Atman/Brahman. El mundo fenoménico ha dejado de existir para él, en el sentido de mundo diferenciado de la Realidad Única: “para ‘él’, todo es Brahman”. No se ve afectado por el placer y el dolor; no hay “bueno” ni “malo”. Su mente reside en la calma absoluta. No se ve a sí mismo como “hacedor” (sujeto agente) porque no se identifica con el complejo cuerpo-mente. Es sabio, pero no lo demuestra. Piensa (está con todo su ser) por siempre en el Sí Mismo (Atman/Brahman), y cuando muere –a diferencia de los demás– no solo su cuerpo físico (Sthula Sharira) sino también el sutil (Linga Sharira) se disuelven para no volver a la manifestación jamás.

En este texto el autor expone un punto de vista aparentemente alejado de la ortodoxia originaria shankariana según la cual “solo el Conocimiento conduce a la Liberación (Moksha)”. Vidyaranya plantea un camino de realización espiritual consistente en una combinación entre el Conocimiento de la ‘Verdad Última’ expuesta en los Upanishad y otras Escrituras tradicionales (Shastras), y la práctica de determinadas técnicas del Raja Yoga de Patanjali; prácticas éstas que –vaya por delante– no se deben confundir con los ejercicios físicos propios del Hatha Yoga frecuentemente vulgarizado en estos tiempos en Occidente y que en muchos casos se enfoca como una mera terapia gimnástica de relajación. Según Vidyaranya, para alcanzar la Liberación en vida uno debe realizar interiormente la firme certeza de que Atman y Brahman ‘son Uno’. Este Conocimiento se obtiene por medio de la escucha (sravana), la reflexión (manana) y la meditación (nidhidhyasana) sobre las enseñanzas de las Escrituras Sagradas impartidas por un maestro cualificado. No obstante, Vidyaranya plantea que “el Conocedor” (el jñani), aun cumpliendo con este objetivo, no logra por ello llegar al estado de “liberado en vida” (Jivanmukta).

Vidyaranya pone como ejemplo el caso de Yajñavalkya quien, según se cuenta en la Brihadaranyaka Upanishad, a pesar de ser un Conocedor de Brahman era presa de su orgullo y de sus pasiones. Esto se debe según el autor al Prarabdha karma, esto es, el karma que provoca la existencia presente con su carga de “impresiones mentales” y “deseos latentes” (Samskaras y Vasanas), y que además es causa del surgimiento de la duda y el error sobre las Verdades Últimas recibidas del maestro. Vidyaranya plantea como método coadyuvante y necesario para la mayoría de los seres humanos en busca del Conocimiento Último, la práctica de determinadas técnicas del Raja Yoga con la finalidad de terminar con esos deseos latentes (vasanaksaya) y de destruir la actividad mental “egóica” (manonasa)  . Para Vidyaranya, a la vez que se adquiere el Conocimiento de la Verdad,  se deben poner en práctica estas técnicas que nos explica detalladamente a lo largo del libro con profusas referencias a los textos védicos sagrados. No obstante, con el fin de evitar malentendidos, Vidyaranya insiste en que el Raja Yoga y el control de los sentidos que conlleva, no conduce de por sí a Jivanmukti. La tesis central que plantea Vidyaranya es que –salvo raras excepciones– el método de realización requiere de las dos cosas: la adquisición del Conocimiento que implica la discriminación de “lo Real”, y además la práctica de determinadas técnicas del Raja Yoga. Según Vidyaranya, el yogui sin Conocimiento puede incluso llegar a obtener “poderes sobrenaturales” (siddhis) y alcanzar los “cielos más elevados”, pero no alcanzará la llamada “Liberación en vida” (Jivanmukti). El control mental no hace que el yogui (el practicante del Raja Yoga) sea por ello “mejor” que un Conocedor que actúa en el mundo, y esto es así así porque el yogui puede que llegue a alcanzar el “fundamento” (Purusha) del sujeto individual (Jiva) deteniendo la actividad de su mente y entrando en el estado de contemplación interior o Samadhi  , pero no por ello terminará con la “semilla de sus  deseos latentes” que podrán despertar tan pronto salga de aquel estado y las circunstancias sean favorables a su surgimiento; en definitiva, no logrará “estabilizarse en la Suprema Identidad Atman-Brahman” –fin último del Vedanta Advaita– .  


Los caminos del renunciante advaitín

Hechas estas consideraciones, a continuación intentaremos describir brevemente los distintos caminos que sigue el renunciante según expone Vidyaranya en esta obra. (Ver gráfico)

Ante todo es preciso señalar la importancia que la tradición vedántica otorga a la existencia –al menos en cierta medida inicialmente– de cuatro prerrequisitos (sadhana chatustaya) esenciales en el aspirante. Estos prerrequisitos se consideran “medios” que conducen a la Realización, y es por ello por lo que el aspirante ha de poseerlos ya en alguna medida antes de iniciar el Camino. Son los siguientes: 1. Viveka, o Discriminación. Consiste en la habilidad para discriminar entre lo eterno (Brahman) y lo que no es eterno (el mundo, las envolturas de Atman); entre lo Real y lo no-Real; entre lo que es el Sí Mismo y lo que no lo es. Es tomar consciencia de la ignorancia (Avidya) en la que estamos inmersos. Esta discriminación o Viveka es el punto de partida o cualificación esencial que conlleva las demás. Sin ella el aspirante será incapaz de comprender adecuadamente las enseñanzas. 2. Vairagya, o No-apego. Consiste en la existencia de un desinterés por los objetos del mundo, lo cual acompaña de manera natural a la progresiva discriminación (Viveka). Este desinterés o desapego debe ser “fuerte” –se dice– y permanente, no algo pasajero producto de las circunstancias. Ello no implica necesariamente el apartamiento físico del mundo ilusorio en el que cada cual está inmerso desde el nacimiento, sino que lo más importante es el desapego interior. 3. Sampatti, o las Seis Virtudes que se deben cultivar a fin de estabilizar la mente. Estas virtudes son el resultado progresivo de la discriminación o Viveka, y son las siguientes: (i) Sama, o actitud de tranquilidad, satisfacción, y paz mental. (ii) Dama, o capacidad de no dejarse dominar por la actividad de los órganos sensoriales (Indriyas) que continuamente arrastran la mente hacia los objetos exteriores. El control de los Indriyas puede obtenerse de distintas formas: por la propia discriminación o Viveka, por la fuerza de la voluntad, por la práctica de la retención de la respiración (kumbhaka) en el Pranayama, etc.; pero el control perfecto solo puede obtenerse por medio de la Discriminación ya que ésta conlleva un distanciamiento interior progresivo del mundo ilusorio y la consecuente identificación con lo Único Real: Brahman. (iii) Uparati; es la tranquilidad y sensación de plenitud que comporta la Discriminación. La progresiva difuminación del sentimiento del ego hace que la ignorancia (Avidya) natural desaparezca, y con ella la persecución del mundo (Jagat) irreal. (iv) Titiksha, o la aceptación, tolerancia y paciencia ante los acontecimientos externos que nuestro propio karma o fatum nos trae. (v) Shrada, fe en el gurú, o la certeza de que el camino que seguimos y las enseñanzas recibidas nos llevan por el camino correcto y nos conducirán a la meta final de la Liberación. (vi) Samadhana, o concentración de la mente en Brahman y en el gurú. 4. Mumukshutva, o nostalgia y deseos de Liberación (Moksha). Se trata de una intensa añoranza o deseo por obtener la Liberación partiendo de una firme convicción de que el apego al mundo ilusorio solo conduce al sufrimiento.

Hay que subrayar la importancia que tiene este “desapego” (Vairagya) en el camino vedántico, sin el cual la sola “sed de Conocimiento” resulta infructuosa. Por lo demás, el “desapego” respecto al mundo –resulta incluso obvio decirlo– es esencial de cara a que el individuo esté predispuesto a ser un “renunciante” del tipo o grado que sea. Pero no cualquier desapego... Se distinguen tres grados de desapego: “débil”, “fuerte” y “muy fuerte”, y se afirma que el grado que debe poseer el renunciante ha de ser al menos “fuerte”. El llamado desapego “débil” podríamos resumirlo en aquel que se siente cuando se sufren graves desengaños y pérdidas en la vida como por ejemplo la muerte de un ser querido, la pérdida de la reputación social, de los bienes, enfermedades, o cualquier otro acontecimiento vital que haga que el individuo se cuestione la futilidad de las muchas ilusiones y expectativas que había puesto en “el mundo” (Jagat). Este desapego “débil” tiene habitualmente un carácter pasajero, de modo que el ego con sus deseos de acción y de resultados (con carga kármica) reconstruye pronto nuevas ilusiones y esperanzas que le hacen continuar persiguiendo objetivos mundanos retomando así su camino samsárico. Cabe también la posibilidad de que en determinados casos estas experiencias puedan conducir a un replanteamiento profundo de los propios valores y creencias y ello constituya el inicio de una “búsqueda espiritual”. En este último caso el individuo habría dado un “salto” en su grado de desapego y podría pasar a otro superior. Ahora bien, no se debe entender que para llegar a un nivel de desapego superior (“fuerte” o “muy fuerte”) sea imprescindible sufrir este tipo de “traumas existenciales”, ya que según el Vedanta –y la tradición ortodoxa hindú en general– el ser encarnado, el alma viviente o Jivatma, porta en su cuerpo sutil (Linga Sharira) un karma o bagaje existencial previo de méritos o acciones virtuosas (punya) y deméritos (papa) que preexisten determinando la manifestación o corporeización presente, y que de por sí le pueden situar en este mismo plano existencial, y ya de partida, en un estado de desapego elevado (“fuerte” o “muy fuerte”) respecto al mundo transitorio. El llamado “desapego fuerte” es el siguiente nivel. Aquí el individuo siente una profunda indiferencia respecto a los objetos de este mundo, si bien –se dice– aún lo conserva respecto al “más allá”, entendido en el sentido de una forma de trascendencia respecto a la existencia mundana “terrena”, y una preocupación respecto a los destinos póstumos “celestiales/infernales” que podrían estar esperando a ese “alma viviente” (Jivatma) transmigrante que aún cree que su esencia trascendente consiste en un “alguien”  individual. Es en este momento cuando según la tradición el individuo advierte la necesidad de obtener una respuesta a los interrogantes trascendentales y se plantea seriamente la búsqueda de la Verdad Última, que en definitiva no es sino la búsqueda de Brahman. Por su parte, el llamado desapego “muy fuerte” constituye el nivel más elevado e implica a la vez la renuncia a los llamados “tres mundos”: “el de los hombres, el de los manes o antepasados, y el de los dioses”.

Volviendo al proceso que conduce a la renuncia o sannyasa, vemos pues que la ejecución en ésta y en existencias anteriores de acciones “puras” (nitya karma) y “meritorias” (punya) lleva a la “pureza del corazón” y a la receptividad necesaria hacia “lo divino”. Esto es lo que causa, por un lado, determinado grado de desapego (“fuerte”, al menos) respecto al mundo, y por otro una sed intensa por “conocer” y estudiar las Escrituras Sagradas (Sruti y Smriti) con el fin de entender cuál es esa Verdad Última. Es así como se llega al estado de “buscador” (Vividisa). El individuo se debe enfocar entonces en el estudio profundo de las Escrituras con la guía de un maestro cualificado siguiendo el método de la escucha (sravana), la reflexión (manana), y la meditación (nidhidhyasana). Aquí se abren dos posibilidades que vienen determinadas por las condiciones actuales de cada existencia individual (Prarabdha karma). Por un lado el individuo puede optar por tomar los votos formales de sannyasa acudiendo a un Maestro que lo acepte en un ashram (una congregación de sabios vedantinos) siguiendo los rituales védicos prescritos, y comprometiéndose a seguir las prescripciones de forma de vida que ello implica: ruptura progresiva de los lazos familiares, celibato, renuncia a todo tipo de identificaciones o apegos (riquezas, hijos, etc.), recitar la denominada fórmula Praisa, renuncia a llevar a cabo acciones de carácter mundano dirigidas por el deseo de resultados, sobrevivir a base de limosnas, portar un cuenco para comer y beber, portar un bastón con forma de tridente, portar el cordón sagrado, rasurarse el pelo dejando solamente un mechón de pelo, vestir con dos trozos de tela, etc. Esta opción de “renuncia formal” o exterior se suele producir en la etapa de la juventud del individuo, esto es, en la etapa vital (ashrama) de brahmachari o “estudiante”; también en la última etapa o ashrama de la vida (sannyasi) en la que el ser humano se retira después de haber llevado a cabo todos los deberes propios de su condición. No obstante, la opción de la renuncia formal cabe planteársela en cualquier otro momento o fase vital. No se debe entender que esta “renuncia a la acción” que se adopta consista exactamente en un “no hacer nada”, sino que el mandato es el de “no hacer nada que no ayude al Conocimiento de Brahman” y a la consecución del propósito más elevado de la vida del ser humano: la Liberación o Moksha. El “renunciante formal” (Vividisa sannyasin) se olvida de los otros “propósitos vitales” (purushartas) que reconoce la tradición hindú y que sigue la generalidad (la satisfacción derivada del cumplimiento de los deberes de estatus social o dharma, la persecución de riquezas o artha, y la búsqueda del placer o kama), centrándose en la búsqueda de la Liberación o Moksha. Este renunciante buscador (Vividisa Sannyasi) que sigue el camino formal o exterior se pondrá bajo la dirección de su maestro quien será el que le conduzca hacia el Conocimiento a través de las enseñanzas de las Escrituras resolviendo todas sus dudas, aquilatando sus tendencias naturales, y afianzando progresivamente su discriminación.

La otra posibilidad es que “el buscador” que siente esta “sed de conocimiento” y un grado de desapego respecto al mundo al menos “fuerte”, se vea a sí mismo condicionado por los deberes que le presenta el despliegue de su propia existencia actual (su Prarabdha karma), y por ello, sintiendo la necesidad de cumplir con su propio dharma, continúe sumido en el mundo de la acción exterior guardando en su interior esa “semilla” que le impulsa hacia la Liberación. Esta “sed de conocimiento” le conducirá, antes o después, a la búsqueda de un maestro que le acepte y a seguir el adecuado método tradicional de estudio de los Shastras a fin de desarrollar su discriminación (Viveka). En este caso, el “buscador”, a medida que va profundizando en las enseñanzas va comprendiendo la ilusión en la que está sumido y adquiere progresivamente un mayor desapego interior (vairagya) respecto al mundo. El discernimiento (viveka) entre lo Real (Brahman) y el mundo ilusorio (mithya) va creando en él un creciente desapego y deseos de Liberación, de renuncia. No obstante, viéndose de algún modo como “atrapado” por su karma y sintiendo aún la obligación de cumplir con su propio dharma (svadharma) puede que no vea  por el momento otra salida que la “renuncia mental”, la renuncia a la acción interesada, la renuncia a la acción llevada a cabo para la obtención de determinados resultados ansiosamente deseados (naishkarmyakarma). En este caso el individuo actúa en el mundo, pero teniendo la certeza interior cada vez más clara de que el ‘sujeto agente’ individual que se cree ser, así como los resultados perseguidos por sus deseos, son todos objetos transitorios y por consiguiente una ilusión creada por el poder macrocósmico de Maya y de su propia ignorancia del Ser eterno que verdaderamente Es, que “vive” en su interior, y que todo lo trasciende.

Hasta aquí –según describe Vidyaranya–  estaríamos en el estadio del renunciante que aún es un “buscador”; en la renuncia “previa” o del “buscador” (Vividisa Sannyasa) como la denomina Vidyaranya. Siempre y cuando el proceso no se detenga, ambos tipos de “renunciantes buscadores” irán desarrollando progresivamente su “desapego” por causa de la discriminación, y se irán acercando con ello al Conocimiento de Brahman. En el caso de los renunciantes formales o “exteriores” Vidyaranya expone una diferenciación entre ellos partiendo del grado de desapego alcanzado y de la forma de vida que lleve. Desde el “principiante” (sea deambulante: kutichaka sannyasin, o permanezca en una residencia fija debido a impedimentos físicos: bahudaka sannyasin), hasta aquellos con un  desapego más elevado (caso del hamsa sannyasin y del paramahamsa sannyasin). A partir del grado de hamsa sannyasin ya no se desean ni siquiera “existencias” en los mundos celestiales, el nivel de desapego es muy elevado, hay control de los sentidos; no obstante aún no se habría alcanzado el Conocimiento de Brahman (se sigue siendo un “buscador”). Se afirma que a partir del grado de hamsa sannyasin, tras la muerte del cuerpo físico se logra la Liberación de forma diferida después de atravesar los distintos mundos celestiales y llegar al Cielo más elevado, el reino de la Verdad (Satyaloka), el reino de Brahma  (Brahmaloka). El máximo “nivel” a alcanzar por el renunciante buscador (Vividisa Sannyasin) es el del llamado Paramahamsa Sannyasin. En este caso el grado de desapego es el más elevado posible. El Paramahamsa Sannyasin ha alcanzado ya el control completo de los sentidos y un grado de discriminación superior; ello le coloca en una situación en la que de forma natural surge el Conocimiento de Brahman.

Para aquel que sigue el camino de la “renuncia interior” (mental) a la acción interesada, este progresivo aumento de desapego puede producirse también a medida que su grado de ‘discriminación de lo Real’ se haga más profundo, de modo que puede de igual manera llegar a alcanzar el Conocimiento de Brahman en cualquier momento de su vida mundana. Como ya se ha dicho, el caso ejemplar de esta vía es el del rey Yajñavalkya del que se habla en la Brihadaranyaka Upanishad.

Llegados aquí Vidyaranya subraya que este “Conocimiento de Brahman”, que es la meta del Vividisa Sannyasin (el “renunciante buscador”), se considera que aún es un “Conocimiento indirecto” (aparoksha), por lo que se hace necesario transformarlo en  “Conocimiento directo” (paroksha). Dicho de otro modo, el Conocimiento al que llega el que completa la vía del “buscador” (Vividisa Sannyasa) no implica la estabilización en el propio Sí Mismo, en Brahman. Para lograrlo –sostiene Vidyaranya– se han de tomar los votos de “renuncia del Conocedor”; se trata ahora de la “renuncia madura” (Vidvat Sannyasa), tal y como la denomina el autor. Al igual que el rey Yajñavalkya, el Conocedor de Brahman, para llegar al estado de Liberación en Vida o Jivanmukti debe tomar los votos de Vidvat Sannyasa de manera formal –tal como se prescribe en los Vedas– y centrarse en la fijación permanente de su Ser en Brahman practicando el método de “destrucción de las tendencias mentales” (vasanaksaya) que aún tienden a brotar, así como el de la llamada “supresión o detención de la mente” (manonasa). Ambas cosas van unidas y se refuerzan una a la otra. Para ello, como hemos dicho, Vidyaranya defiende la necesidad de utilizar determinadas “técnicas” del Raja Yoga, que a partir de ese momento se convierten para este Vidvat Sannyasin en su “actividad” principal, pues ya ha alcanzado el Conocimiento. No obstante, Vidyaranya  también encarece su práctica en el caso de los “buscadores” (Vividisa Sannyasin), si bien para estos tendrían un carácter secundario, debiéndose centrar por el momento en la adquisición del Conocimiento. La toma de los votos de Vidvat sannyasa conlleva determinado ritual, aunque  en este caso los signos exteriores del renunciante (cordón sagrado, bastón, etc.) son secundarios, es decir, el cumplimiento con las prescripciones exteriores solo tienen para él un carácter recomendable, no obligatorio. Por ejemplo, se prescribe que debe portar un bastón, pero por otro lado se afirma que de no hacerlo no incumpliría ninguna norma, ya que el “bastón” que verdaderamente importa es el del Conocimiento –que ya lleva en su interior–.  Es aquí cuando llegamos al estado del renunciante Paramahamsa del que se habla en el último capítulo del libro; el de aquel que además de ser un Conocedor de Brahman es un “yogui”, entendido esto en el sentido de un asceta que utiliza determinadas técnicas del Raja Yoga con el fin de detener sus procesos mentales y fijarlos en la Realidad única de Brahman. Únicamente cuando se ha llegado a la perfección de esta práctica es cuando, según Vidyaranya, se puede afirmar que se ha logrado el estado de Jivanmukti.

Muy probablemente los planteamientos anteriores –sobre todo los referidos a la necesidad de la renuncia formal al mundo en la etapa de “renuncia madura” (Vidvat Sannyasa) y “estabilización en Brahman” de cara lograr la “liberación en vida” – resultarán excesivamente ‘ortodoxos’ o radicales a los ojos de los seguidores de otras escuelas vedánticas (en especial las más modernas); mucho más ante la mentalidad y cultura Occidental actual en donde parece que todo debe estar siempre al acceso de cualquiera. Sabemos que este asunto referido a la necesidad de la renuncia formal (exterior) al mundo ha sido objeto de debate a lo largo de la Historia, y ello tanto dentro del Hinduismo como en otras Tradiciones, como por ejemplo la islámico-sufí. Hoy en día sigue siendo objeto de debate, si bien también es cierto que en el contexto tradicional actual del hinduismo las ideas de Vidyaranya están plenamente vigentes, al menos en las corrientes vedánticas más tradicionales que practican los a veces llamados “sabios de los Himalayas”. Esta obra se escribió hace más de seiscientos años, y además en un contexto cultural como el de India en el que el papel del Sannyasin dentro de la estructura social estaba perfectamente institucionalizado. Ahora bien, incluso aún hoy en día, la India es una de las pocas culturas en donde esta figura del “renunciante” sigue estando aún presente y es aceptada socialmente, por lo que los caminos de Realización más tradicionales siguen siendo aun relativamente viables. Nuestra intención con la publicación de este texto está lejos de pretender ‘cerrar’ al lector otras posibilidades de realización por el “camino vedántico”; solamente pretendemos dar a conocer una de las vías de realización que consideramos sigue siendo auténticamente tradicional. Este no es el lugar donde entrar en debate acerca de las distintas vías de realización espiritual existentes en la India  , y mucho menos sobre las distintas escuelas neo-advaita existentes hoy en día en Occidente, en donde la senda de la “Liberación” se presenta a nuestro juicio de una manera excesivamente simplista. Dejamos este asunto para la reflexión de cada lector y aprovechamos para recomendar un excelente estudio de Fort y Mumme   en donde se analizan las maneras en las que las diferentes escuelas de la Tradición Hindú han concebido a lo largo de la Historia este excepcional estado del Ser que constituye el ideal del “Liberado en Vida” o Jivanmukta. 


Estructura de la obra

La obra se divide en cinco capítulos. 
El primero consiste en una discusión acerca de la renuncia (sannyasa), así como una exposición de sus distintos tipos. Se explica cuál es la naturaleza de la Liberación en Vida mostrando que en esencia consiste en la liberación de la esclavitud de las funciones mentales caracterizadas por el placer y el dolor asociados a la idea de acción (agente y sujeto de disfrute). Es aquí donde Vidyaranya subraya que son las impresiones o deseos latentes (Vasanas) los que han de ser neutralizados de cara a la Liberación.

El segundo capítulo versa sobre los tres medios para alcanzar Jivanmukti: Conocimiento, destrucción de los Vasanas, y disolución de la mente. En el capítulo tercero es donde se describen los distintos métodos para conseguirlo a través de prácticas basadas en el Raja Yoga. Se subraya allí que por “mente” ha de entenderse aquella función interna que correlaciona el sujeto agente –el “hacedor”– con la “cosa hecha” por medio de la falsa idea de la existencia de un “ego”. Esta idea es la que lleva a que el individuo conciba la ilusión de “lo mío” y “lo tuyo” y de este modo construya la idea de “mundo”. Se afirma que el objetivo es acabar con este sentido de separatividad. Cuando esto ocurre y el Ser se funde en la inmensidad inconcebible de la totalidad (Brahman) que carece de partes, entonces la mente queda disuelta para siempre y se alcanza la Felicidad Suprema. 
En el cuarto capítulo se discuten cuáles son los propósitos de Jivanmukti; dicho de otro modo, qué finalidades tiene seguir este difícil camino de la Liberación en Vida.
Finalmente, en el capítulo quinto se describe qué es la Renuncia del Conocedor (Vidvat Sannyasa) y las características del estado del llamado “renunciante Paramahamsa”, es decir, del renunciante que, como hemos dicho, tras haber alcanzado el Conocimiento se aparta por completo de toda acción y se enfoca en la supresión definitiva de todo Vasana residual y en la detención de la actividad mental que no sea la dirigida al establecimiento permanente en Brahman. Este Vidvat Paramahamsa Sannyasi es aquel que finalmente se hace uno con el Gran Sí Mismo que es el centro “viviente” y fuente de Consciencia de todos los seres, Verdad Última cuya toma de consciencia y completa asimilación interior acaba con toda ilusión y proporciona la Paz y Felicidad eternas.