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lunes, 11 de noviembre de 2019

ADVAITA Y MISTICISMO





ADVAITA Y MISTICISMO

 Swami Paramartanada


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sanatandharmatradicional


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Traducción: 
Roberto Mallón Fedriani


En esta breve charla, impartida por Swami Paramartananda en la festividad de Gurupurnima, se exponen las diferencias fundamentales existentes entre dos enfoques metodológicos de realización dentro de la Tradición Vedanta. Aunque en esencia no hay rivalidad entre estas dos vertientes de enseñanza, se muestra el énfasis dado por cada una de ellas a determinadas etapas del camino de cara a alcanzar el conocimiento directo (aparoksha) de Brahman: mientras que en una escuela se enfatizan las técnicas de meditación y apartamiento del mundo (el "advaita místico", así denominado por el autor), en la otra (el "advaita no-mísitco") se subraya la importancia del Conocimiento, es decir de la correcta asimilación de las  enseñanzas vedánticas contenidas en las diversas Escrituras Sagradas (Shastras). 

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Hay dos grandes grupos entre los advaitines, entre aquellos que siguen el “Vedanta  Advaita Darsana”.

Normalmente no hablamos de las divisiones internas que existen entre los propios advaitines. Un estudiante general y/o casual del Vedanta no necesita conocer las decisiones y diferencias internas, que de por sí son de naturaleza técnica y sutil.

Incluso aquellos que son estudiantes serios no necesitan al principio saber sobre las divisiones internas que existen entre los advaitines. Pero si se trata de un estudiante serio que ha sido expuesto a las enseñanzas vedánticas durante un periodo largo tiempo, entonces es mejor que sea consciente de la existencia de estas divisiones o diferencias, porque para un estudiante avanzado estas diferencias son significativas.

Un principiante en la música puede ignorar determinados matices musicales debidos, por ejemplo, al afinamiento del instrumento. Ocurre algo similar aquí. El principiante siente que la Sruti está bien, pero, al igual que ocurre con el oído del músico experto, las diferencias son muy significativas. Para un estudiante serio del Vedanta que ha estado expuesto a las enseñanzas por algún tiempo, estas diferencias pueden resultar muy importantes, y pienso que la mayoría de los estudiantes aquí presentes son serios, y muchos han recibido las enseñanzas durante mucho tiempo. Por consiguiente, a continuación hablaré acerca de las diferencias entre dos grandes grupos dentro del Advaita.

Para facilitar la comunicación les daré un nombre a cada uno de estos dos grupos; nombres que se los pongo yo. El primer grupo es el de los “advaitines místicos”, y el segundo el de los “advaitines no-místicos”.

Aunque esta división existe en realidad, debemos recordar siempre que ambos tipos son advaitines, y que por consiguiente no discrepan entre sí en cuanto a las enseñanzas básicas ni a las metas.

Ambos están de acuerdo en que el karma yoga sirve solamente para alcanzar pureza mental o chitta suddhi. No se diferencian en esto. Ambos están de acuerdo en que la adoración mental o upasana tiene como objetivo desarrollar la concentración o chitta ekagrata. Así mismo, tanto los advaitines místicos como como los no-místicos están de acuerdo en que es solo a través del conocimiento como se puede alcanzar la Liberación (moksha). Tienen muy claro qué tipo de conocimiento es el que libera: “advaita jñaat eva mokshaha”. No se diferencian en esto. Ambos entienden por igual que solo el conocimiento vedántico Advaita es el que proporciona la Liberación.

¿Qué es advaita jñanam? La misma palabra advaita significa “la verdad que está libre de dualidad” (nividyate dvaitam yasmin tat advaitam).

¿Pero entonces qué significa “dvaitam”? Dvaitam significa “dualidad entre sujeto y objeto”, en donde  “sujeto” es el “yo”, el que experimenta, también llamado druk o drashta. Y “objeto” significa la totalidad de la Creación, la que todo lo incluye; también se le llama drusyam.

Así pues, Advaita significa “la verdad que esta libre de la dualidad sujeto-objeto”. El conocimiento de la no-dualidad; advaita jñana, es el que Libera (moksha). Ambas escuelas están de acuerdo en esto. No tienen ninguna diferencia a este respecto.

¿Y qué tipo de advaita jñana debe ser? Debe ser “aparoksha advaita jñanam”. Aparoksha significa conocimiento no-dual directo, en contraposición a paroksha jñanam. Debe ser aparoksha advaita jñanam.

¿Qué significa “paroksha jñanam”? Significa conocimiento de algo que esta alejado de uno mismo, o que no nos es directamente accesible; que está remoto. A ese conocimiento se le llama paroksha jñanam.

Aparoksha jñanam significa el conocimiento de algo que no está lejos de uno, o que no está remoto. Así pues, concluyendo, el conocimiento de una cosa remota es parokshha jñanam, y el conocimiento de una cosa no remota es aparoksha jñanam.

Cuando decimos conocimiento de algo que está apartado o remoto, esta distancia puede deberse al espacio o también al tiempo. Un objeto puede estar lejos de mí en términos de espacio o de tiempo.

Por ejemplo, supongamos que llego a conocer Gangotri estando en Madrás, y lo hago leyendo una serie de libros acerca de Gangotri, y hablando con personas que ya han visitado esta ciudad. De este modo adquiero conocimiento de Gangotri. El conocimiento que obtengo de Gangotri estando en Madrás es paroksha jñanam o conocimiento indirecto. Imaginemos ahora que un día voy a Gangotri. Cuando estoy en Gangotri el conocimiento que tengo de esta ciudad ya no será paroksha o indirecto, sino directo o aparoksha.

El mes de Mayo, cuando estuve de visita en Gangotri, conocí a un swami, y hablando con él me dijo que vivía en su cabaña todo el año. Esto me sorprendió, ya que normalmente nadie se queda en Gangotri en la estación invernal, dado que hace un frio extremo  y se acumulan varios metros de nieve. Es por esto por lo que, en general, en invierno la gente baja de Gangotri. Incluso se cierran los templos, y los sacerdotes también se van. Pero sin embargo este swami permanecía allí todo el tiempo.

Como es lógico, me sentí interesado y le dije: “¿podría describirme cómo es Gangotri en invierno?” El swami me dio una descripción, aun cuando estábamos en verano. Era brillante la manera en la que lo describía. Me hablaba de cómo se veía obligado a no podía salir de su cabaña, ya que según abría la puerta se encontraba con dos metros de nieve delante, con lo que no podía salir para nada. Después me habló de que tenía una ventana a través de la cual se veía el Ganges. Decía que parte del Ganges no se congelaba, y que así podía coger agua desde la cabaña misma de manera que de este modo lograba sobrevivir.

Llegados a este punto yo ya tenía un conocimiento acerca del invierno en Gangotri. Pero ¿se trataba de un conocimiento directo o indirecto? Era conocimiento indirecto, porque el invierno de Gangotri estaba lejos de mí; no en términos espaciales, sino temporales.

Lo que quiero transmitir con este ejemplo es que se trataba de un conocimiento de algo que está lejos en términos de espacio o de tiempo, y que en eso consiste el conocimiento indirecto o paroksha. Mientras que el conocimiento de algo que no está apartado es aparoksha o directo.

En este sentido, tanto nuestro advatin místico como el que no es místico, declaran a la vez que el conocimiento directo no dual es el que otorga la Liberación. Hasta aquí ambos caminan de la mano.

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Ahora nos toca mostrar en qué difieren exactamente.
Para ello analizaremos primero el patrón de pensamiento del advaitín místico.

El advaitín místico afirma que se debe alcanzar el conocimiento directo de la no dualidad. Para ello se ha de seguir karma yoga-chittasuddhi (acción dedicada a Dios sin tener en cuenta las recompensas, y purificación de la mente], luego upasana-chitta ekagrata (adoración mental de la divinidad con forma –saguna-, y concentración), y después acudir a un gurú.

Se ha de ir a un gurú y escuchar las explicaciones sobre los shastras (las Escrituras sagradas). El advaitín místico afirma que el conocimiento (jñana) de la no dualidad se obtiene a través de la escucha de las explicaciones del gurú.

Así pues, para el advaitín místico no hay duda de que se alcanzará el conocimiento advaita, pero ¿mientras se están recibiendo las enseñanzas, en qué estado se encuentra el discípulo? ¿Está en un estado de dualidad o de no dualidad? El advaitín místico afirma que mientras se recibe el conocimiento se está en un estado de dualidad.

¿Por qué? Uno esta allí, y por supuesto el gurú está delante, la Escrituras (shastras) también están delante, y los alumnos y brahamacharys (novicios) están allí también. Por supuesto, el aula también está allí. Es decir, mientras se está estudiando, se está sobradamente en un estado de dualidad. Se está en dvaita avasta. ¿Y qué conocimiento se está obteniendo? Se obtiene advaita jñanam. De modo que el advaitín místico entiende que el conocimiento advaita obtenido de este modo es como el conocimiento del invierno en Gangotri obtenido en la estación de verano. Es decir, se obtiene conocimiento del advaita (no dualidad) durante la escucha de los shastras, pero ese conocimiento recibido en estado de dualidad es paroksha, indirecto.

Esto es así –afirman- porque se está en estado de dualidad (dvaita), y por consiguiente el estado de no-dualidad (advaita) está lejos de uno; por tanto, el conocimiento obtenido es incompleto. Como el conocimiento obtenido de este modo es incompleto o paroksha, tras el estudio uno ha de trabajar a fin de convertir paroksha jñana en aparoksha jñana. ¿Y cómo se hace esta conversión?

Advaita jñana en el estado dvaita es paroksha jñana. Por el contrario, aparoksha jñana (conocimiento directo), se dará con el conocimiento de la no-dualidad en el estado no-dual. Es exactamente igual que el conocimiento que se tiene del invierno en Gangotri estando allí en la estación invernal; así es directo o aparoksha. Se ha de trabajar a fin de entrar en el estado advaita (advaita avasta). Cuando se entra en el estado advaita, el conocimiento advaita coexiste con el estado advaita; entonces  ese conocimiento será aparoksha jñana. Por consiguiente, el advaitín místico aconseja al estudiante entrar en el estado advaita.

Naturalmente, la cuestión que se plantea ahora es la de saber cómo se entra en el estado advaita. A esto, el advaitín místico contesta que de manera natural se está en el estado dual porque hay dualidad entre un sujeto y un objeto; allí hay presencia del objeto, presencia de la segunda entidad, presencia de drusyam que causa la dualidad.

Por tanto, ¿qué debería hacerse para entrar en el estado no dual? El advaitín místico afirma que para ello se debe eliminar el universo objetivo (drushya prapancha nishedena). Y cuando se elimina el universo objetivo y se mora en Sí mismo, ¿qué tipo de sí mismo es este? El advaitín místico nos dice que cuando se mora en el Sí mismo - en el sujeto sin objeto (drusya rahita drasta) -, entonces es cuando se está en el estado no dual, y de este modo, la coexistencia del conocimiento no dual (advaita jñanam) con el estado no dual (advaita avasta) convertirá el conocimiento indirecto (paroksha) en conocimiento directo (aparoksha). Por consiguiente, el propósito debe ser la eliminación del mundo objetivo (drusya nishedaha, drusya nivruttihi).

Al sugerirnos este tipo de ejercicio a fin de entrar en el estado no dual, y convertir así el conocimiento indirecto en directo, surge lógicamente la duda acerca de la eliminación del mundo objetivo. ¿Puede una persona negar el universo objetivo? Se trata de una pregunta crucial, ya que esto sería lo que habría de hacerse a fin de entrar en el estado no-dual, pues el propósito de entrar en este estado no dual es el de convertir el conocimiento indirecto en directo.

Sin embargo, cuando uno se remite a su propia experiencia personal y a la razón, siente que el universo objetivo nunca se puede eliminar, porque la experiencia nos demuestra que tener el mundo delante es algo constante. Si nunca hemos sido capaces de eliminar siquiera un solo objeto, ¿cómo es que se plantea eliminar todo el universo objetivo?

No hay duda de que cuando nos dormimos profundamente no experimentamos el mundo, pero sabemos que, aun estando en ese estado, el mundo sigue ahí. De hecho solo nos dormimos tranquilamente teniendo esa garantía: “mi esposa y mis hijos seguirán ahí, mi casa estará ahí, mi cuenta corriente seguirá ahí”…, y además, “hoy he sacado adelante mucho trabajo y espero completarlo mañana”. Todo ello significa que sabemos muy bien que el mundo y todos sus objetos continúan existiendo aun cuando no los perciba.

Así pues, “no percibir el mundo no significa que el mundo se elimine”. El mundo no percibido continua., lo cual implica que, tanto si estoy en el estado de vigilia (jagrat avasta), en el de sueño con ensueños (svapna avasta), o en el de sueño profundo (sushupti avasta), el mundo no queda anulado.

Y cuando utilizo el razonamiento, éste me dice que nada en la Creación puede ser eliminado. Debido a la ley de conservación de la materia y de la energía, el mundo objetivo (drusya prapancha) no podemos eliminarlo. Aun cuando destruya algo, ese algo no se elimina, sino que continua existiendo de distinta forma.

¿Qué significa la destrucción de una vasija? Que la vasija existe de distinta forma. Nada se pierde cuando arde una vela. De modo similar: incluso si se destruyese todo un mundo, la totalidad del mundo no sería eliminada, sino que permanecería de una forma diferente, no-manifiesta, de forma potencial.

Así pues, la razón me dice que el mundo no cabe eliminarlo, ya que puede existir de forma no perceptible. En el Pralaya (el estado de disolución y reabsorción de la Manifestación en Brahman) estará de forma no perceptible, lo cual no significa que haya sido eliminado. Por consiguiente, si esto es así, preguntamos al advaitín místico: ¿Cómo podemos eliminar el mundo y entrar en el estrado advaita? Y nos contesta que sí, que lo que decimos es cierto, que desde el punto de vista del razonamiento y la experiencia normal el mundo no puede ser eliminado, pero a lo que él se está refiriendo es a un estado místico que es diferente de los estados habituales. Y proclama que ese estado místico cabe alcanzarlo por medio de la práctica cuidadosa de la meditación. Es decir, que por medio de la práctica de la meditación la persona puede ser capaz de entrar en un estado extraordinario, en un estado místico en el que el mundo queda suprimido, permaneciendo en el puro sujeto no dual sin objeto. En ese estado, el conocimiento indirecto se convertirá en directo. Esto es lo que afirma el advaitín místico.

Y entonces hacemos esta pregunta: ¿cómo es que se dice que en ese estado el mundo objetivo queda eliminado?, porque cuando analizo la cuestión de manera lógica, ¿qué posibilidades hay de alcanzar ese estado? El meditador ha apartado con mucho cuidado los sentidos del mundo objetivo, e incluso la mente. Por consiguiente, incluso estando en ese estado místico, lo que debería ocurrir es que el meditador no percibiera el mundo; pero sin embargo el mundo continuará existiendo, ¿en qué forma sino en forma no-perceptible? Esa no-percepción del mundo no cabe igualarla a la eliminación del mundo. Siendo así, ¿cómo es que se afirma que en ese estado místico el mundo se elimina? Aun cuando admitamos que la totalidad del mundo se disuelve en ese estado místico debido al poder de la meditación, no debemos olvidar que esa “disolución” no es lo mismo que la eliminación del mundo, porque el mundo continuará existiendo de forma “disuelta”, no-perceptible, como ocurre en el Pralaya.

Por tanto, nuestro análisis demuestra que aun estando en ese estado místico, existe un mundo, sea de forma no percibida, sea de forma no perceptible, pero lo importante es que en cualquiera de los dos casos Prapancha (el mundo) está ahí. Siendo así, preguntamos al advaitín místico lo siguiente: ¿Cómo es que se afirma que el estado místico es el estado no-dual? Porque incluso en ese estado existe la visión (drasta) y lo visto (drusyam). El hecho de que cuando se sale de ese estado místico se continúa viendo el mismo suelo en el que se ha estado sentado, el mismo cuerpo con el que se ha estado meditando, la misma habitación en la que se estaba –todo ello-  demuestra que en el estado místico no se da la eliminación del mundo objetivo (prapancha nivrutti).

Así pues, preguntamos: ¿Cómo es que se afirma que ese estado místico es un estado no-dual? Y si no es un estado no-dual, ¿cómo entonces se puede hablar de la conversión del conocimiento indirecto en directo?

A esta cuestión, el advaitín místico contesta que el estado no dual es un estado místico. ¿Y qué significa la palabra “místico”? Místico significa trascendental. ¿Y que significa trascendental? Trascendental significa aquello que está más allá de las palabras, más allá de todo debate, más allá de toda argumentación, más allá de toda discusión. Por consiguiente, -dice el advaitín místico- no cabe hablar del estado místico no-dual; no es algo que sea discutible, sino algo que se debe experimentar. Y en ese estado místico el conocimiento indirecto se convertirá en directo. Con lo que debemos dejar de seguir argumentando. De hecho, si nuestro intelecto está planteando demasiadas preguntas, debemos mantenerlo apartado, dejar a un lado las preguntas, practicar la meditación, y así alcanzar el estado místico que es no-dual (advaita). No hay que preguntarse cómo es posible convertir el conocimiento indirecto en directo en ese estado.

Con todo, nos hacemos una última pregunta. De acuerdo, estamos deseando practicar la meditación y entrar en ese estado mixtico no dual, pero ¿díganme por favor qué pruebas hay de que ese estado mixtico exista? Lo digo porque voy a poner en ello mi corazón y mi alma, mi tiempo y mi energía, toda mi vida. Soy un estudiante muy comprometido y serio, y voy a sacrificar incluso mi intelecto. Díganme pues, por favor, cuál es la prueba de la existencia de dicho estado.

Entonces el advaitín místico dice que la prueba de ese estado es la experiencia de todos los místicos del mundo. Los místicos no iban a engañar a la humanidad; por lo que debemos tener fe en ellos, tener fe en el estado místico, tener fe en Dios, tener fe en nosotros mismos, y seguir la práctica (sadhana).
¿Cuál es la práctica (sadhana)? La meditación.
¿Qué vamos a conseguir con ello? El estado místico no dual.
¿Y qué consecuencias tendrá la consecución de esta estado? Convertirá el conocimiento indirecto en directo.
¿Y qué hará el conocimiento directo? Nos otorgará la Liberación.
¿Y que hará por nosotros la Liberación? Nos otorgará la Felicidad Absoluta (anandamo anandam anandam).

Este es el enfoque del advaitín místico, de modo que el camino consistente en, 1) karma yoga (la acción ofrecida a Dios sin expectativa de los frutos), 2) upasana (la adoración mental de la deidad), 3) el encuentro con un gurú, y 4) shastra upadesa (la escucha y reflexión sobre las enseñanzas), nos llevará al conocimiento indirecto (paroksha jñanam). Después se habrá de entrar en el estado místico no dual, y en ese estado el conocimiento indirecto se convertirá en conocimiento directo, lo cual nos otorgará la Liberación (moksha).

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A continuación vamos a estudiar qué es lo que afirma el segundo grupo, el de los llamados advaitines no-místicos. Como hemos dicho, comparten muchas cosas con los advaitines místicos. También aceptan el hecho de que sin la negación del mundo objetivo (drusya prapancha) no hay no-dualidad, porque mientras siga ahí la dualidad veedor-visto (druk drusya dvaitam) no se puede alcanzar el conocimiento no dual (advaita jñanam). En otros términos: el conocimiento no dual presupone la negación del mudo objetivo; “advaita jñanam” presupone “drusya prapancha nisheda”. Por consiguiente, se requiere la negación o eliminación del mundo. Hasta aquí ambas escuelas de advaitines van de la mano. El advaitín místico habla de drusya nisheda, el advaitín no-místico también habla de drusya nisheda. Drusya significa universo objetivo. Nisheda significa eliminación.

A partir de aquí el advaitín no-místico cambia de dirección. Afirma que la negación del mundo objetivo jamás puede alcanzarse pasando a cualquier otro estado de existencia. Esto es así porque, sea cual sea el estado de experiencia al que se vaya, sea místico o no-místico, allí también drusya, el mundo objetivo continuará, aun cuando se trate de forma no percibida, o en forma no perceptible.

Por tanto, el advaitín no-místico afirma que drusya nisheda no se alcanza entrando en ningún otro estado. Drushya nisheda -la negación del mundo objetivo- ha de darse solo con la ayuda de sruti pramanam, de las afirmaciones védicas; la enseñanza de las Escrituras es la única que acaba negando este mundo. Así pues, para el advaitín no-místico la enseñanza de las Escrituras, o incluso una sola afirmación de ellas, es lo que consigue esto. Y las afirmaciones escriturarias lo hacen por medio de distintos métodos. El más directo de todos es “nisheda vakya pramanam”. Se les llama nisheda vakyams, o afirmaciones que niegan drusya prapancha. Estas sentencias que incluyen nisheda vakya pramanam, son por sí mismas las únicas capaces de negar drusya prapanacha (nehannanasti kinchana nabhumiraponachavanhiratti tayesha neti netinetyatma). Esto es lo que afirma el advaitín no-místico.

Naturalmente, aquí surgirá una pregunta: ¿Cómo pueden eliminar el mundo las afirmaciones de las Escrituras? ¿Desaparecerá el mundo? Las afirmaciones védicas no tienen el poder y la capacidad de anular el mundo –se dirá-, y eso lo demuestra mi propia experiencia, ya que he estudiado las Upanishad muchas veces. He leído los nisheda vakyam, y las afirmaciones de las escrituras jamás han eliminado el mundo. Entonces, ¿cómo es que se afirma que las sruti niega drusya prapancha?

Esta es la pregunta que se le plantea al advaitín que no es místico, a lo cual éste responde: cuando se habla de negación se debe entender que no se trata de la negación de la experiencia del mundo sino de la negación de su satyetvam, es decir, de la realidad que mi intelecto le ha impuesto debido a la ignorancia y al error. La atribución de realidad a drusya prapanacha constituye un problema de confusión intelectual, y las Escrituras niegan esta atribución de satyetvam, de realidad. Así pues, drusya nisheda no es “drusya pratiti nisheda” (la negación de la obviedad del mundo objetivo) sino “drusya satyetva nisheda”, la negación de la autenticidad o realidad del mundo objetivo.

La sruti (Escrituras) no niega la experiencia del mundo sino la conclusión intelectual de atribución de realidad al mismo. El advaitín no-místico afirma que por medio del estudio apropiado de las Upanishad, y en especial de los nisheda vakyams, con la guía de un gurú adecuado, esa misma enseñanza eliminará de realidad (satyetvam) que se le ha atribuido al mundo. Esto significa que se aprende a ver el mundo como “mitya prapancha” (realidad ilusoria).

No acabaremos con la experiencia, sino que terminaremos con nuestra conclusión intelectual errónea, y por consiguiente se producirá un cambio en nuestra perspectiva. “satya prapancha” se entiende ahora como “mitya prapancha”. No se debe afirmar que ahora se da “satya prapancha, sino que aquello que pensábamos que era satya prapanacha, se conoce ahora como mitya prapancha.  

El advaitín no-místico afirma que este trabajo se lleva a cabo por medio de las Escrituras (sruti pramananam). De este modo se reconoce que drusya prapancha es mitya. La consecuencia de ello es que ahora cuando veo mitya drusya prapancha, no puedo verlo junto con satya drastah. Cualquier cosa que sea mitya (ilusión) no cabe considerarla. Ocurre igual que cuando estamos ante un espejo: no contamos la imagen que vemos como una segunda persona, y ello aun cuando continuemos viéndola. De aquí que el advaitín no-místico afirme que en el momento en el que se entiende claramente la ilusoriedad (mitya) del mundo, se deja de ver el mundo como segunda cosa. Y si hacemos esto, si no contamos el mundo como segunda cosa, entonces ¿cuántas cosas hay ahí? Solo hay advaitam. Experimentamos el mundo, pero ahora lo veo como mitya, como ilusión, y no podemos tenerlo en cuenta.

Por tanto, cuando estamos siempre en advaitam, puede que mitya prapancha exista en forma percibida, en forma no percibida, o de modo no perceptible, pero ahora se permanece siempre en estado advaita.

Entonces ¿en qué estado se recibe el conocimiento sobre la no-dualidad (advaita jñanam)? Según el advaitín no-místico, incluso cuando se está recibiendo el conocimiento advaita no se está en estado de dualidad, sino que solo se está en estado no dual, a pesar de seguir percibiendo el universo.

Pero, si esto  es así, entonces ¿el conocimiento advaita es paroksha (indirecto) o aparoksha (directo)? Según el advaitín no místico, cuando se está escuchando la enseñanza –siempre que sea debidamente enseñada y debidamente recibida- ese mismo conocimiento es conocimiento no dual (advaita) en el estado no dual, durante todo el tiempo, y por consiguiente es aparoksha jñanam (conocimiento directo).

Así  pues, conforme al advaitín no-místico no cabe entrar en un estado místico diferente de no dualidad. Y si se debe llevar a cabo algún tipo de meditación, ésta meditación no es para alcanzar un “estado místico de no dualidad”, sino que la meditación tiene como objetivo la internalización del hecho de que siempre estamos en estado no dual.

¿Entonces, a dónde quiere llegar con esto el advaitín no-místico? Karma yoga (la acción ofrecida a la divinidad sin expectativa de recompensa), chittasuddhi (la purificación de la mente), upasana yoga (la adoración mental de la divinidad), chitta ekagrata (la concentración mental), gurushastra upadesa (la recepción de las enseñanzas de parte del gurú), todo ello conduce al conocimiento directo, a aparoksha jñanam. Y la meditación sirve para internalizar este conocimiento directo, no para convertir el conocimiento indirecto (paroksha) en directo (aparoksha).

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Vemos que ambos tipos son advaitines, pero varían en cuanto al enfoque, y a lo que se le da más importancia. El advaitín místico habla de gurú, de shastra, de dhyanam (concentración mental), al igual que lo hace el advaitín no-místico, pero la importancia dada a cada cosa varia.

Entonces ¿en que difieren? Ahora podemos verlo mejor. De entre el gurú, los shastras y dhyanam, ¿qué es lo que tendrá más importancia para el advaitín místico? Para él  dhyanam es lo principal; el estado místico ocupa el primer lugar, porque solo eso es –según el- lo que conduce al conocimiento directo; solo eso conduce a la Liberación. Aunque el gurú y los shastras son cosas importantes para él, están por debajo. Por tanto, el énfasis y el foco se ponen en el estado místico y en la meditación. El gurú y los shastras se tienen en cuenta, pero no mucho, ya que éstos solo pueden otorgar el conocimiento indirecto.

En cambio, para el advaitín no-místico, tanto el gurú como el estudio de los shastras ocupan el primer lugar, porque según su punto de vista esos son los únicos medios que conducen al conocimiento directo liberador. Por supuesto que éste respetará la meditación, pero no la verá como un medio para alcanzar el conocimiento directo (aparoksha), sino para la realización interior.

Para ambos tipos de advaitines el gurú es respetable, para ambos es importante el gurupurnima (la festividad anual en honor de todos los gurús), pero para el advaitín que no es místico este gurupurnima ocupa un lugar muy importante. Yo mismo pertenezco a esta segunda categoría de advaitines (los no místicos), y por eso invocaré en esta ocasión auspiciosa la gracia de la totalidad del guru parampara (el linaje de maestros vedánticos tradicionales) que otorga directamente el conocimiento directo; y así terminaré mi exposición.


Purnamadah Purnamidam Purnath Purnamudachyathe|
Purnasya Purnamadya Purnameva Vasishyate||

Om shanti shanti shantihi
 


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viernes, 1 de noviembre de 2019

CONDICIONES POSTUMAS DEL SER HUMANO



Las condiciones póstumas del ser humano


Gianluca Marletta 


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sanatanadharmatradicional



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Extracto del interesantísimo libro titulado "Edén, Resurrección y Tierra de los vivientes: Consideraciones sobre el Origen y el Fin del estado humano", Ed. Hipérbola Janus, 2019.

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Nadie puede redimirse o dar a Dios su precio, por cuánto pagas el rescate de una vida, nunca será suficiente para vivir sin fin, y no ver la tumba.

(Salmos 48,8-10)




“El salario del pecado es la muerte”[1]  escribe el apóstol Pablo. Como hemos explicado, la muerte física, en el sentido que la entendemos comúnmente no tendría sentido alguno más allá de la condición terrena y temporal en la cual el hombre ha caído tras el Edén. La cuestión de la muerte física, sin embargo, no puede prescindir de aquellas cuestiones escatológicas que la doctrina católica llama novísimos, y que concierne a las posibles condiciones del hombre después de la  “crisis”  constituida por la muerte.

En la doctrina católica las condiciones póstumas vienen reasumidas, como es sabido, por la alternativa entre infierno y paraíso y por la idea de que existe una “estancia intermedia”  por la cual el ser realmente destinado a la salvación debe pasar con el propósito de purificarse y perfeccionarse (el llamado  purgatorio).

Nunca como en el caso de los novísimos, sin embargo, el lenguaje religioso se ha visto  obligado a ceder a un cierto reduccionismo simplificador, considerando que la  profundización metafísica de ciertas realidades podría constituir un obstáculo desde la óptica de la catequesis, la cual, corno es comprensible, debe ser dirigida indiscriminadamente a todos y debe ser fácilmente inteligible para cualquiera.  La cuestión de los novísimos, en cambio, es extraordinariamente compleja y susceptible de ideas casi indefinidas,  por  lo que incluso aquí nos veremos obligados  a ocuparnos sólo de algunas cuestiones  dejando de lado  otras cosas.

En primer  lugar, hay  que tener  presente que expresiones  como “infierno” o “paraíso” -que en el imaginario colectivo indican sólo las “prolongaciones” póstumas de la existencia humana- pueden referirse, en realidad, también a la modalidad o estados del ser muy diferentes e incluso -en un sentido que aclararemos más adelante­ no  más humanos. Estas enormes diferenciaciones, en realidad, no son tomadas en cuenta casi nunca por el lenguaje catequético de la religión, sino afirmando que “no todos los Beatos se encuentran en la misma  condición  de cercanía  a  Dios”, o que  “no  todos los condenados  sufren las mismas penas”.

El otro aspecto sobre el cual hay que detenerse es la naturaleza misma de las condiciones post-mortem, que en el lenguaje simbólico de la religión son señalados como  “lugares” (el Paraíso es ubicado “en el cielo”, el infierno “bajo tierra”, etc.), pero que, más bien, deberían  ser considerados como  modalidad es o estados del ser colocados (al igual que el mismo  jardín  del Edén) sobre planos  de la realidad  diferentes de aquel terreno y temporal.

Otro aspecto -que resultará bastante sorprendente para algunos lectores- es que tales estados del ser, si bien alcanzables para la mayor parte  de los hombres solo después de la muerte física., no están, sin embargo vinculados, al menos en principio, exclusivamente a la condición post-mortem: por lo cual pueden existir casos, aunque raros, de seres que, por ejemplo, han reconquistado la condición paradisíaca ya durante la vida terrenal (las Escrituras recuerdan, sobre todos, al patriarca Enoch o al profeta Elías, acogidos directamente en el cielo con el cuerpo y sin pasar  por la muerte corno la conciben y experimentan la mayor parte  de los hombres).

Hay otro aspecto a tener en cuenta, a saber, que las condiciones póstumas, por  cuanto puedan  tener  de analogías, son, sin embargo, únicas para cada individuo singular, pudiendo  definirse  como auténticas proyecciones del mismo individuo. Las condiciones post­ mortem, en efecto, son el resultado directo  de la vida terrenal y, especialmente, de las adquisiciones espirituales obtenidas.

Otro aspecto fundamental, finalmente, deriva de la tradición espiritual en la cual el ser ha estado incardinado durante la existencia terrenal: la pertenencia a una religión más que a otra,  de hecho, condiciona más que cualquier otro factor las prolongaciones póstumas y las condiciones del ser post-mortem. Al mismo tiempo, es solo en un sentido amplio que ciertas condiciones póstumas, así como las propuestas por una religión  particular, también pueden ser aplicadas a quien no forma parte de ellas; porque a cada religión le corresponden posibilidades espirituales muy diferentes que se reverberan en el  post-mortem[2].

No es necesario decir, para terminar, que estando el presente ensayo destinado a la divulgación entre un número relativamente grande de personas,  en los próximos párrafos y capítulos nos ocuparemos casi exclusivamente de las posibilidades póstumas que conciernen  a la generalidad de los seres humanos, dejando al margen casos  particulares que se alejan  del objetivo  y del ámbito de este estudio.



Las condiciones espirituales y el momento de la muerte

El aspecto fundamental que afecta y determina las condiciones póstumas del ser es, sin lugar a dudas, la “condición espiritual” del individuo en el momento de la muerte. Esta “condición espiritual” no viene confundida en la forma más absoluta con los aspectos  totalmente marginales como el llamado “estado de ánimo” o con la “condición psicológico-emotiva”  sino que, por usar un lenguaje teológico, concierne al estado de gracia del ser. La principal distinción que se da en el momento de la muerte  es, por lo tanto, entre  aquellos  que se encuentran  en  la gracia d e Dios (o  participan de  las influencias espirituales que emanan  de la misma Divinidad y que, a través del espíritu, alcanzan  a la individualidad humana) y quien , en cambio, no se encuentra en este estado.

Sobre otro plano, menos esencial pero, sin embargo, más importante, se colocan las obras  y, especialmente, las intenciones  que el individuo ha  manifestado  durante su vida  y en el momento de su muerte: porque  la intención indica, como dice la misma palabra, la actitud  fundamental que el ser ha  tenido en su vida  respecto al Absoluto.

Sobre estos elementos de base se estructuran las indefinidas condiciones post-mortem del ser: muy diferente, de hecho, será el destino de quien durante la propia existencia ha “cultivado los talentos espirituales” que le han sido dados, purificándose y elevándose mediante la Gracia, de quien -como simple “salvado”- posea en el momento de la muerte solo una “semilla espiritual” que podrá desarrollarse (sucesivamente y, a menudo, dolorosamente) en las prolongaciones póstumas; mientras es del todo incomparable la diferencia existente entre el último de los “salvados” y quien no estando en estado de Gracia, se ve destinado a perderse  irremediablemente en los estados inferiores del ser.

Para los Santos que han realizado elevados  niveles espirituales, en realidad, la muerte  no es sino un pasaje inmediato al  nivel que ellos han poseído virtual o efectivamente ya en vida. Para  ellos, la condición  paradisíaca y edénica se realiza en el momento  mismo de la muerte, mientras que los más grandes entre ellos alcanzan estados del ser todavía superiores y próximos a la Divinidad en aquella jerarquía indefinida  de cualidades que, por ejemplo, un Dante  describe poéticamente con la imagen  de los varios «cielos» y el Paraíso.

Para  la mayor parte  de los “salvados”, en cambio, el momento de la muerte  coincide  con el retorno del ser  al mundo intermedio (aquello  que la Biblia  llama  Sheol) , donde  el ser que fue hombre debe manifestar y agotar las posibilidades negativas acumuladas durante la existencia terrenal (Purgatorio), antes  de reconquistar el Estado  Primordial y paradisiaco. Este  paso a través  del mundo intermedio es, en realidad, cualquier  cosa menos “indoloro”  y puede ser más o menos prolongado dependiendo de las obras completadas o del estado espiritual del individuo.

La posibilidad más temible, finalmente, es aquella propia de quien, no habiendo  conseguido la “salvación”,permanece aprisionado indefinidamente en las prolongaciones dolorosas y terribles del estado humano y entonces, una vez agotadas estas posibilidades, se ve obligado  a hundirse en los estados inferiores del ser (infierno).



“Sus obras le siguen”. La permanencia atemporal de las  posibilidades individuales

Un primer aspecto útil para comprender, en la medida que sea posible, algunas  características del  post-mortem es que el momento del paso del mundo terrenal al mundo intermedio coincide, antes que con cualquier otra cosa, con el paso de una dimensión  temporal a una dimensión  atemporal.

La dimensión atemporal, corno ya hemos señalado, no significa dimensión eterna (la  verdadera y justa  Eternidad solo es compatible con el Infinito divino), sino, más simplemente, el paso a una dimensión donde el antes y el después así como son entendidos por la conciencia  terrenal, no tienen  más sentido.

Una analogía bastante adecuada puede hacerse con la condición del sueño, no por  casualidad cercana en muchas tradiciones a la condición post-mortem[3] los límites temporales se anulan, la causalidad ya no está rígidamente determinada y las posibilidades  no se manifiestan en función de una  lógica lineal.

La consecuencia de este paso a la a-temporalidad es, entre otras, aquella  de que  las  varias posibilidades y los diferentes “accidentes” manifestados en el curso de la  existencia temporal aparecen simultáneamente: ya no hay  un  antes y un  después,  sino que  toda la manifestación individual del ser está comprendida en un solo instante y aparece  subjetivamente  disuelta por el tiempo.

En el libro del Apocalipsis, está escrito que los Beatos descansarán de sus  esfuerzos  porque  “sus  obras  les siguen”[4];  pero por analogía, este principio puede ser aplicado no solo a los Beatos sino a todos  los seres que atraviesan la puerta de la muerte. El mundo intermedio, el Sheol, el “país del polvo”, es, de hecho, el lugar donde los “gérmenes de la manifestación” son conservados indefinidamente: de modo que para el ser que lo alcanza, cada  momento de la vida pasada ( pero sería  necesario decir,  mejor todavía, vida “anterior”, porque  las categorías temporales aquí ya no son válidas), aparece en su unidad: el instante del nacimiento  y aquel de la muerte,  la niñez y la senectud , las obras  justas completadas por  Dios y en Dios y aquellas  malvadas completadas sin  Dios y contra Su ley, no son disociadas en diferentes  momentos,  sino que aparecen  como partes de la misma realidad.[5]

Los variados accidentes y eventos de la existencia individual, de hecho, no son otra cosa que manifestaciones (en el tiempo) de las posibilidades que preceden al nacimiento del individuo: no todas estas posibilidades, evidentemente, se realizarán en el curso de la existencia terrenal –y es en éste ámbito en el que se lleva a cabo la posibilidad de la “elección” individual- pero aquellas realizadas permanecen tras la muerte en una condición  no más temporal[6]. Y es justo a partir de la permanencia atemporal de todos los accidentes y de todas las posibilidades manifestadas del individuo cuando se ilumina el concepto religioso de “juicio” o la idea de que cada acción o palabra proferida por el hombre deberá tenerse  en cuenta.[7]

Además, en esta condición también las posibilidades relacionadas con la dimensión “grosera” deben permanecer necesariamente, porque el “cuerpo” -en la medida  que puede ser una realidad  “exterior”- es, sin embargo,  un aspecto del ser. Esta permanencia de las  posibilidades corporales -aunque  en estado “potencial” y no en acto- es el presupuesto que explica la posibilidad de la Resurrección. En la tradición hebrea, a tal propósito, se habla de la Luz (literalmente “almendra” o “avellana”) que “es el nombre que viene dado a la ‘simbólica’ partícula corpórea indestructible, representada como un hueso durísimo,  partícula a la cual el alma permanecería vinculada después de la muerte y hasta  la resurrección. Como la avellana contiene el germen, y como el hueso contiene la médula,  esta luz contiene los elementos virtuales necesarios para la restauración del ser, ésta actuará bajo la influencia del ‘rocío celeste’, vivificando los huesos  desecados”[8].

Otro aspecto importante a subrayar respecto a la condición de atemporalidad es que, en esta  modalidad del ser, no se puede hablar en el sentido propio de una “memoria” del individuo (porque la memoria presupone necesariamente un antes y un después y un sucederse de acontecimientos que son “recordados”), sino que esta facultad temporal es sustituida por la facultad correspondiente donde los acontecimientos -o mejor, las posibilidades individuales manifestadas- son percibidas simultáneamente o sin una sucesión.[9]


Juicio individual  y juicio universal

Según la doctrina católica, que sobre este punto está en perfecta sintonía con otras muchas tradiciones espirituales, es en el inmediato postmortem cuando tiene lugar aquel acontecimiento definitivo y terrible  que es el “juicio individual” (distinto al  “juicio universal” que acontecerá, en cambio, en el fin “de este mundo” y que afectará a cualquier aspecto de la presente  creación) . 

El concepto de atemporalidad aclara como tal evento es posible: con el paso de la modalidad temporal a aquella no temporal, de hecho, la individualidad no tiene más posibilidad de cambiar; fuera del tiempo, todas las posibilidades realizadas ya no aparecen como una sucesión indefinida, sino coexistente. Y es en este Instante que, ante la Divina Presencia, tiene lugar aquel gran discernimiento entre posibilidades “positivas” y “negativas” que el lenguaje religioso define como Juicio. Ante la Presencia Divina, de hecho, la manifestación de los seres en las posibilidades realizadas  en vida no es idéntica: y es este el “terrible discernimiento” del cual habla el lenguaje religioso: entre salvados, condenados,  y aquellos que, habiendo  conseguido la salvación,  deberán “agotarse” dolorosamente en las consecuencias de las propias  obras en aquellas prolongaciones póstumas que la tradición católica define como Purgatorio. Los actos negativos que no han sido “repuestos” o “eliminados” -y es en este sentido exacto de la “remisión de los pecados”, como se  “borran” los actos completados; pero no en e4l mundo del devenir terrenal sino en el mundo  intermedio- permanecen también después  de la muerte en la atemporalidad del Sheol y son purificados dolorosamente. 

No hace  falta decir que  el ser individual  ahora ha  pasado a un  modo atemporal, y nada  puede hacer ya para cambiar su destino, mientras que pueden tener  una cierta importancia los actos sagrados de quien todavía vive en el mundo temporal (y es desde este  presupuesto que se evidencia  la importancia de las oraciones y los ritos por los difuntos).

En presencia de la Divinidad, un mismo Juez juzga a cada ser, una misma Luz ilumina cada posibilidad y cada obra completada, pero esto hace que cada ser perciba esta Luz como “amiga” o como “enemiga” en función de su naturaleza. En la liturgia cristiano­oriental se afirma que,  en el momento del Juicio, “la misma  llama impregna  de rocío a los santos  pero quema a los impíos”[10].

Aquello que sucede a nivel individual en el post-mortem ocurrirá analógicamente -pero esta vez a nivel macrocósmico- en el instante del Juicio Universal, que tendrá lugar al término del ciclo terrenal del mundo. El mundo material, llegado al término de sus posibilidades,  será aniquilado y transformado[11], todas  las posibilidades manifestadas en el curso del ciclo se encuentran co-presentes en el mismo Instante y las posibilidades “positivas” son  transfiguradas  y elevadas -la  tierra  del devenir y de la muerte retorna  a la Tierra Verdadera, al Edén del cual ella no es sino un reflejo­ mientras que aquellas  “negativas” son “quemadas en el estanque de fuego”  de la disolución  infernal.

El  momento del Juicio Universal coincide, por lo demás, con aquel de  la Resurrección de  los Cuerpos, porque en el momento en el cual todas las posibilidades del ciclo se vuelvan  a manifestar instantáneamente, en ellas también estarán comprendidas las “posibilidades corpóreas” de los individuos  singulares.

En  el libro del profeta  Isaías está escrito:

“De nuevo vivirán tus muertos, surgirán sus cadáveres, se despertarán y se regocijarán cuantos yacen en el polvo. Sí, tu rocío es rocío de luz, la tierra dará luz  a las sombras.”[12]

En el libro de  Daniel, las convulsiones finales del mundo son descritas de una forma muy detallada: a la “batalla final” entre las fuerzas de la luz y aquellas de las tinieblas le seguirá  de inmediato el Juicio y la resurrección de los seres del “polvo” (es decir,  de aquel mundo  intermedio  donde éstos  permanecen  de forma potencial) :

“En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran jefe, el defensor de  los hijos de tu pueblo; será un  tiempo  de angustia, como nunca lo ha habido desde que surgieron las  naciones hasta aquel tiempo: y en aquel tiempo tu pueblo será  salvado; todos aquellos  que se hallen escritos en el libro. Muchos de aquellos que duermen en el polvo de la tierra se despertarán; los unos por la vida perenne, los otros por la vergüenza y por una infamia perenne. Los unos resplandecerán, como el resplandor del firmamento, y aquellos que hayan enseñado a muchos la justicia, como las estrellas en lo eterno”.


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[1]Romanos 6,23

[2]Es solo en un sentido amplio, por ejemplo, que las categorías póstumas de infierno y paraíso  propias de las tradiciones  monoteístas pueden ser aplicadas  a los miembros de tradiciones muy diferentes, como aquellas orientales. Y no por casualidad, desde este punto de vista,  los monoteístas abrahámicos practican el rito de la inhumación del cuerpo allí donde Hinduistas y Budistas  generalmente  practican la incineración. Un signo evidente, más allá  de las contingencias históricas, de una diferente visión e importancia atribuida  a la individualidad humana que también se refleja en diferentes posibilidades en el post-mortem.

[3]No es fruto del azar que, en los Evangelios, cada  vez que Jesús  habla de la muerte  lo hace comparándola  con la condición  del “sueño”. Véase, sobre todo, el episodio de Lázaro: “Entonces él habló y luego agregó: ‘Nuestro amigo Lázaro duerme;  mas voy para  despertarle’. Le dijeron entonces los discípulos: ‘Señor, si duerme,  sanará’. Jesús hablaba de la muerte  de él, ellos, en cambio,  pensaron que se refería al descanso del sueño. Entonces  Jesús les dijo abiertamente: ‘Lázaro ha muerto’ ” (Juan 11, 14).

[4]Apocalipsis 14,13

[5]En  la tradición  islámica, nos referimos  al  versículo del  Corán,  Sura 99 (Az-Zalzalah, el terremoto), donde está escrito: “En aquel día, los hombres, en grupos, se levantarán para ver sus acciones, y quien haya actuado en la medida del bien lo verá, y quien haya actuado en la medida del mal lo verá”.

[6]“Subrayando  en modo particular la simultaneidad de los estados  del ser, porque no se conciben como simultáneos, en principio también  las modificaciones individuales  (...) la existencia no podría ser sino puramente  ilusoria (...) el ‘transcurrir de las  formas’' en lo manifestado,   (...) es plenamente  compatible con la ‘permanente actualidad’ de todas  las cosas en lo no-manifestado”.  (R. Guénon,  Los Estados Múltiples del Ser).

[7]“Y  yo os digo que  de toda palabra  vana que hablen  los hombres,  darán cuenta de ella en el día del juicio” ( Mateo, 12, 36) .

[8]R. Guenon, El Rey del Mundo.

[9]Sobre  la cuestión  de la memoria y de su sustitución en otros estados  o modalidades  del ser, con otra  facultad  análoga pero no  más limitada de la sucesión temporal, escribía René Guénon a Coomaraswamy: “Y es cierto que la memoria, en el sentido ordinario es algo que pertenece exclusivamente a ‘este’ mundo (...); por otro lado no es posible entender cómo esa memoria, como tal, podría  encontrarse  en un estado cuyo carácter no es más temporal;  entonces no puede  subsistir aquello que le corresponde “intemporalmente”, si se puede decir así, y que por esta misma razón ya no es más una ‘memoria’ ”.

[10]Anthologhion,  Liturgia de la Memoria  de la  Dormición  de  la Santísima Madre  de Dios:   “El ángel más  poderoso de Dios mostró  a los  niños cómo la llama impregnó de rocío a los santos  y quemó, en cambio,  a los impíos”.

[11]En la II Carta de Pedro 3, 7-10, se habla de los “elementos” del mundo que se “disolverán”: “pero los cielos  y la tierra que existen  ahora,  están reservados por  la misma  palabra, guardados para  el  fuego en  el día  del  juicio y de  la perdición  de los hombres impíos.  Más,  ¡oh amados!,  no ignoréis  esto: que para con  el Señor  un  día es como mil años,  y mil años como un día. El Señor  no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros,  no queriendo que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero  el día del Señor  vendrá  como ladrón en  la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo  serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.

[12]Isaias 26,19