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miércoles, 15 de mayo de 2019

ALIENÍGENAS 'TRANSDIMENSIONALES' DE LA BESTIA 666




LOS ALIENÍGENAS «TRANSDIMENSIONALES» 

DE LA BESTIA 666 

Y LOS ALBORES DE LA «NUEVA ERA»


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Gianluca Marletta



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Capítulo segundo del libro titulado "Ovnis y alienígenas: origen, historia y prodigio de una pseudo-rreligión", Gianluca Marletta, Trad. Ángel Fernández Fernández, Ed. Hipérbola Janus, 2019.


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TODAVÍA hoy su nombre es idolatrado en los ambientes ocultistas e incluso entre muchos fans de la cultura rock y underqround de los años 70, pero se puede afirmar con razón que gran parte de la cultura y de la mentalidad contemporánea es deudora de su pensamiento. Estamos hablando del inglés Edward Alexander Crowley (1875-1947) -mejor conocido con el sobrenombre céltico de «Aleister» - que es quizás el más célebre entre los «magos» y ocultistas que vivió a caballo del siglo XIX y el siglo XX.

Poeta, escritor, viajero, hedonista bisexual, narcisista, consumidor asiduo de drogas, precedido por la inquietante fama de ser un «brujo poderoso», genial provocador, amado o denigrado según el caso, Aleister Crowley puede ser considerado, entre otras cosas, como uno de los inspiradores de aquel movimiento hippie y libertario-radical que, a partir de los años 60, transformará el modo de pensar y de vivir de todo el mundo occidental. Son especialmente algunas de sus afirmaciones libertarias, su ocultismo «ateo» orientado hacia la la auto-divinización del hombre, la exaltación del sexo y de la droga vista no solo en su aspecto lúdico sino también (presumiblemente) desde el punto de vista espiritual, las que lo han convertido en un ídolo y un precursor de gran parte de la cultura «alternativa» y el New Age de los decenios sucesivos.

Menos conocida es, sin embargo, su aportación decisiva en la estructuración del «mito extraterrestre»: una aportación que quizás podremos definir como «involuntaria» -dado que los «seres alienígenas» de los que habla Crowley no tienen nada que ver, en sí mismos, con los «astronautas interestelares» de la versión popular del mito - fundamental, sin embargo, en muchos aspectos.
Aleister Crowley es el descendiente de una familia protestante fundamentalista de la Inglaterra victoriana y crece en una atmósfera de rígido fanatismo que puede, al menos en parte, explicar el sucesivo libertinaje y el odio particularmente violento hacia todas las religiones, en especial hacia el Cristianismo.

En la Universidad de Cambridge, donde está matriculado, el joven Aleister lleva una vida de lo más disoluta, caracterizada por frecuentes relaciones heterosexuales y homosexuales y por la compilación de sus primeras obras literarias (especialmente relatos pornográficos), hasta la «iluminación ocultista» acontecida en el año 1896.

Desde aquel momento en adelante, Crowley comienza una extraordinaria carrera, primero en la sociedad ocultista Golden Dawn (Rama Dorada) -donde aprende y perfecciona prácticas mágicas de derivación tanto oriental como occidental- y, posteriormente, en el Ordo Templi Orientis (O. T. O), una organización masónica fundada algunos años antes por el austriaco Karl Kellner, de la que formarán parte, entre otros, el futuro Nobel de Literatura William Butler Yeats y el físico y químico William Crookes, inventor del tubo catódico.

Es durante estos años cuando el provocador mago británico comienza a presentarse como el «Maestro Therion», la Bestia 666, tomando la figura del Anticristo del Apocalipsis de San Juan. En los años sucesivos, Crowley hizo estancias en Suiza, Egipto, Estados, Unidos, Sicilia y Cefalú, donde funda la célebre «Abadía Thelema», una suerte de cenáculo mágico-sexual en el cual conviven adulto y niños en total promiscuidad, en lo que se convertirá en el modelo ideal para muchas de aquellas «comunas» que impulsará, unas décadas después, la llamada «revolución sexual» (1)

Probablemente estuvo vinculado con los diversos servicios secretos de varias potencias europeas, polémico y, a menudo, ambiguo en sus relaciones con otros ocultistas de la época (son célebres sus desencuentros en torno a «maldiciones» y «magia negra» con excolaboradores), Crowley termina su existencia en Inglaterra, consumido por los excesos y por la droga, a la cual se había vuelto adicto, en 1947. Pero su legado, como se ha dicho, continúa para materializarse en los decenios sucesivos, convirtiéndose en uno de los «maestros ocultos» de la cultura contemporánea.

El eón de Horus y el fin del cristianismo

La doctrina de Aleister Crowley es definida a menudo como «satanista», pero si este término puede, ciertamente, adaptarse a las características más «siniestras» y disolutivas de su pensamiento y de su praxis, también es cierto que tal expresión merece una mayor definición. Aquello que Crowley define como «satanás», en realidad no es tanto una entidad personal como, más bien, un símbolo del propio ego. De hecho, la filosofía ocultista de Crowley es, de alguna manera, definible como una suerte de ateísmo mágico que rechaza, más allá de la existencia de Dios, también aquella de un Satanás entendido como persona (2).  En el sistema mágico de Crowley, la referencia a Satanás es solo el símbolo de una visión libertaria y super-humanista, un ideal de auto-divinización y de libertad absoluta. Así, por ejemplo, se expresa Crowley en su Hymne to Lucifer: “No existe otro Dios que el hombre. El hombre tiene derecho a vivir según su ley, de vivir como quiere, (...) de morir cuando y como quiere. ( ... ) El hombre tiene derecho a amar como quiere: toma todo el amor que quieras, cuando, donde y con quien quieras. El hombre tiene derecho a matar a aquellos que quieran negarle estos derechos"(3)

Esta doctrina conoce su aplicación «mesiánica» a la espera de una Nueva Era (un nuevo «eón») donde las restricciones inducidas por la vieja ley y por la idea de «pecado» se verán completamente eliminadas. Tal doctrina es reasumida en el llamado Libro de la Ley, del que Crowley afirmó haber recibido la inspiración de una entidad cuyo nombre era Aiwass en 1909. Según este libro, la ley de la Nueva Era (el Eón de Horus que viene para reemplazar y destruir el precedente Eón de Osiris, diferenciado del Cristianismo y de las religiones «opresivas y patriarcales») estará basada en el supuesto «¡Haz lo que quieras!». Esta es la esencia de la Ley de Thelema, pero para llegar al nuevo mundo es necesario que los cultos y los ritos de la «vieja era» sean destruidos. Desde este punto de vista, «la entidad Aiwass», que habría dictado a Crowley el Libro de la Ley, se expresa con términos inequívocos: “Con mi cabeza de halcón arranco los ojos de Jesús mientras él está en la cruz (...) Que la Virgen María sea condenada a la tortura de la rueda: ¡Y por ella todas las mujeres castas despreciadas entre vosotros!"(4) .

Según Crowley, sin embargo, la gran revolución que arrasará a través del Cristianismo (y las demás «viejas religiones» como el Islam, el Judaísmo y el mismo Hinduismo) no sucederá sólo mediante un cambio «cultural», sino también (quizás especialmente) a través de la evocación y la apertura de «puertas» a partir de las cuales las «entidades» destinadas a propiciar la Nueva Era podrán irrumpir en este mundo. Y es el aspecto más propiamente mágico-operativo del pensamiento crowleyano el que merece ser profundizado en nuestro contexto.

Aleister Crowley y la revelación del «alienígena» Lam

Crowley las había definido como Operaciones Amalantrah: o una serie de evocaciones mágicas que, a su parecer, habían terminado por «abrir portales» que permitirían el contacto con «inteligencias no humanas» que pudiesen ayudar al hombre a «evolucionar» hacia la Nueva Era.
Tales seres no humanos eran definidos por Crowley como «transdimensionales», pertenecientes entonces a dimensiones «no físicas», pero cuya ubicación permanece vaga, ambigua y, de hecho, intermedia entre la dimensión sutil y aquella material. En 1944, en una de sus reflexiones, Crowley afirma: "Mi observación del Universo me convence de que son seres de una inteligencia y de un poder mucho mayor que cualquier cosa que podamos concebir los seres humanos; que ellos no están basados necesariamente en las estructuras cerebrales y nerviosas que conocemos, y que la única posibilidad para el género humano de avanzar en su conjunto es que los individuos tomen contacto con tales seres." (5)

El verdadero vínculo entre Crowley y el «mito extraterrestre», sin embargo, tiene su origen en un rito particular efectuado por el «mago» inglés durante su estancia en Estados Unidos: la entidad contactada en aquella ocasión -un ser transdimensional que se presenta con el nombre de Lam- se verá retratada y exhibida por el mismo Crowley en el curso de una manifestación en el Creenuncli Village de Nueva York en 1919. «La exhibición de las almas muertas». Aquello que golpea inmediatamente del «retrato» de la entidad Lam, sin embargo, es la notable semejanza con las características de los «alienígenas» -en especial la categoría definida por los ufólogos como los «grises»- que se convertirán en una constante de los llamados «encuentros cercanos» a partir de la segunda posguerra mundial: un cráneo muy desarrollado y «abombado», una boca muy pequeña y un mentón que tiende a formar una suerte de «V».

La imagen de Lam puede ser definida como una verdadera y justa precursora de la iconografía «alienígena» que se hará popular a partir de los años 60, pero el vínculo entre la doctrina y la praxis «crowleyana» y el mito extraterrestre será todavía más evidente a partir de las obras de algunos de sus «discípulos».

El ingeniero de misiles que jugaba con los demonios.

El vínculo entre el mundo de lo oculto, el mundo de la tecnología y de la ciencia moderna es más estricto de cuanto se querría admitir. El poder mágico y el poder tecnológico, de hecho, se convierten a menudo en objeto de interés por parte de los mismos individuos, por lo que no debe sorprender que haya figuras en las que estos dos ámbitos parecen unirse de forma indisoluble.

Una de estas figuras es, ciertamente, aquella del ingeniero aero-espacial americano Jack Parsons (1914-1952). Parsons es un personaje con implicaciones extremadamente interesantes, central en la comprensión de la fenomenología vinculada a los OVNIs. La historia de su vida, junto a aquellos personajes que lo compañarán, es fundamental para comprender el «clima» ambiguo 'Y complejo en el cual se desarrolla cierta modernidad.

A comienzos de los años 30, jovencísimo pero ya un genial estudiante de ingeniería, Parsons entra en contacto con Robert Goddard, el pionero de la tecnología de los misiles americana. Goddard, al igual que otros científicos de su época, es, al mismo tiempo, un frío racionalista y un visionario entusiasta: convencido de poder fabricar cohetes que finalmente permitan al hombre alcanzar otros planetas (y en particular a Marte, donde, según algunas sugestiones de la época, habría existido una civilización extraterrestre), fundó en 1930 la primera base americana para experimentos con misiles en la localidad de Roswell, en Nuevo México (justo el lugar que se hará famoso durante la posguerra por el presunto «incidente» de una nave extraterrestre que hará de ésta la Meca de los ufólogos).
Parsons, que se revela rápidamente como una mente brillante, es llamado a trabajar con el célebre profesor de origen húngaro Theodore von Kármán, al cual le había sido confiada en 1936 la dirección del GALCIT (Guggenheim Aerotuiutical Laboratoru en el California Institute of Technology). También Von Kármán es un personaje de intereses heterogéneos: apasionado tanto de la tecnología como del ocultismo, contará rgullosamente entre sus antepasados con el rabino Judah Loew ben Bezalel, que vivió en Praga en el siglo XVI, del cual se contaba que había creado un «Golem», una especie de autómata generado mediante el uso de artes mágicas y portador de un «espíritu».
También Parsons estaba muy interesado por el ocultismo y, cuando en 1936 decide fundar el Jet Propulsion Loboratory, el laboratorio de Pasadena (California) se convertirá en el centro de estudio americano más importante para la tecnología espacial. Elige como fecha de nacimiento de la nueva sociedad el día de Halloween, que en la tradición céltica coincide con la fiesta del Samhain, cuando se comunica que el mundo de los muertos puede entrar en contacto con aquel de los vivos. Parsons también había decidido hacer estatuas de cera de los fundadores que se reproducían según la disposición que tenían en una foto tomada ese día y se proponía una vez al año como escena de la «Natividad», en una evidente parodia de los pesebres cristianos
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El punto de inflexión en la vida de Parsons llegará en 1939, con su «conversión» a la doctrina thelemita de Aleister Crowley y su ingreso dos años después en la rama californiana del O.T.O. A raíz de Crowley, que se había apodado La Bestia 666, Parsons se atribuye el sobrenombre de Anticristo y, en 1946, decide emprender una operación mágica que, a su parecer, habría podido constituir un momento fundamental en el tránsito hacia la Nueva Era. El objetivo de la operación habría sido aquel de generar un espíritu «elemental», una entidad del «mundo invisible», con forma humana, encarnándola en el feto de una mujer embarazada en el curso de unos rituales específicos (probablemente sea esta historia la que inspirará años después al director Roman Polanski en la trama de la película Rosemaru's baby). El nombre del experimento será Operación Babalon, porque el nacimiento de este niño habría encarnado las fuerzas de Babalon - Babilonia, la Mujer Escarlata del Apocalipsis, que en los círculos ocultistas simboliza el alba del Eón Horus, la Nueva Era. La «predestinada» al experimento será la compañera de Parsons, Marjorie Cameron, y el asistente de ese intento sería L. Ron Hubbard, quien más tarde fundó el movimiento Scientology.

Marjorie Cameron, que ignoraba la naturaleza del proyecto que estaba tomando forma en su interior, relatará años después que, para tener la prueba de que estaba predestinada, Parsons la condujo al desierto donde, en caso afirmativo, la mujer debería tener la visión de un «OVNI plateado con forma de cigarro» (6); pero para Jack Parsons, aquellos que él llamaba «cigarros volantes» no eran astronaves sino manifestaciones sutiles.

Justo en aquellos años, por otro lado, comenzarán a manifestarse masivamente aquellos fenómenos que darán vida a la «saga de los OVNIs», pero la convicción de Parsons -a diferencia del «mito popular» que habría comenzado a ver en estas manifestaciones la prueba de la «visita de extraterrestres»- era que tales «objetos» fueron, en realidad, entidades sutiles, penetradas en este mundo para dar inicio al cambio que inaugurará la Nueva Era.

Según Francis King, un ocultista amigo de Parsons, que en 1973 publicó los rituales del O.T.O, éste «sintió» que los discos volantes «jugarían un papel importante en la conversión del mundo a la «crowleyanidad». La propia M. Cameron afirmó a continuación que los OVNI no eran objetos high-tech sino, más bien, «la restauración de las potencias elementales» (7).  También el ocultista Kenneth Grant, uno de los más importantes divulgadores de la obra de Crowley y gran protagonista de la«revolución cultural» de los años 60-70, habría afirmado que: “Actuando con las fórmulas de la magia thelémica, Parsons tomó contacto con seres extraterrestres del orden de Aiwass." (8)

En su progresiva estructuración, por lo tanto, el «mito extraterrestre» se configurará en una doble doctrina paralela: una doctrina exterior y «exotérica», donde los seres descendidos del cielo se verán de la misma manera que la «nave espacial» publicitada por los medios y la cinematografía, y una doctrina «esotérica», exclusiva y cultivada en ambientes más restringidos, que verán, por el contrario, la fenomenología OVNI y de los «alienígenas» como una manifestación de seres «sutiles», inmateriales, portadores de una «nueva espiritualidad» y de una Nueva Era
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Estas dos doctrinas paralelas, además, terminarán por encontrarse a menudo y confundirse en un caldero ambiguo donde el único punto en común será «la espera mesiánica» de los «extraterrestres» (ya sean biológicos o sutiles), destinados a transformar la forma en que vemos nuestro mundo y para destruir las viejas religiones (en especial el Cristianismo).

Como habría «inspirado» la entidad Aiwass a Crowley en el Libro de la Ley: “¡Es su Dios y su religión lo que odio y quiero destruirlos!" (9)




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Figura 1: Retrato de LAM realizado por Crowley. Nótese la semejanza con la imagen típica del alienígena «gris».

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[1] Respecto a la influencia que ha tenido la doctrina de Crowley sobre el fundador de la «revolución sexual» y de la ideología de género Alfred Kinsey, cfr. E. Perucchiettij/G.Marletta, Unisex. Cancellare l'identita sessuale: la nuova arma della manipolazione globale, Ed. Arianna, Cesen a 2015, pp. 42-45.
[2] «El Diablo no existe. Es un nombre falso inventado por los Hermanos Negros para implicar una Unidad en su ignorante confusión» (A. Crowley, Magick, New York Beach 1974, p. 296).
[3] A. Crowley, Hymne to Lucifer, reeditado en The Equinox, vol. III, n. 10, p.144.
[4] Il Libro della Legge, III, 51.  
[5] Cit. in C. Barbera, LAM - Colui che va. Una possibile genesi del fenómeno UFO, en http://www.arcadia93. org/coluicheva. html 
[6] J. Carter, Sex and rockets the occult world of Jack Parsons, Feral House, Port Townsend USA 2005, p. 135.
[7] Ibidem, p. 188.
[8] Grant, Aleister Crowley e il Dio Occulto, Astrolabio Ubaldini, Roma 1975, p. 65
[9] A. Crowley, Prefazione a Il Libro della Legge, op. cit., p. 31.


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