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domingo, 20 de marzo de 2016

NO-DUALISMO CRÍSTICO




SOBRE LA ESENCIA NO-DUALISTA 

DEL MENSAJE CRÍSTICO


Roberto Pla


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jesus buda




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"Cuando   es   llegada    la   hora,   los   muertos (vivientes)  oyen   la   voz   del   hijo   de   Dios para ser retornados  como  muertos  a  la  vida."


Este breve comentario sobre el Logion 1 del Evangelio según Tomás, nos introduce en el mensaje Crístico “oculto”, cuya esencia es idéntica a otros mensajes de la Tradición, como el transmitido por el No-Dualismo del Vedanta Advaita respecto a la meta más elevada de la vida de todo ser humano: el descubrimiento del Sí Mismo (Atman); esa 'Esencia pura que habita en nosotros'.

Extracto de “El Hombre, Templo de Dios Vivo. Exégesis oculta de la religión de Cristo”. Roberto Pla” Editorial Sirio, Málaga 1990. 



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COMENTARIO

La idea expresada en este  logion constituye la esencia  del  mensaje cristiano  y son  muchas las ocasiones  en que  los  textos  neo-testamentarios   canónicos,   la  indican con  leves  variantes  que  aportan  buena  riqueza  de  matices. De estos textos hemos de servirnos ahora para el Comentario.

Sin  duda,  el  proceso  anunciado  consiste  en  todos los casos en  una transferencia o mutación de la conciencia mediante la cual ésta se renueva gradualmente hasta alcanzar  el  Conocimiento  perfecto, o  epignosis [1] .  En  pos de esta translación paulatina, operada de día en día, las adherencias con las que la conciencia se identifica –denominadas  habitual  y  genéricamente  tendencias   de  la carne [2]–, y bajo las cuales la conciencia pura, desconocedora  de  sí  misma,  permanece  como  sepultada  o  muerta,  son  desechadas.

El  conjunto   de  tales  adherencias   es  lo  que  en  el lenguaje paulino se llama el  hombre viejo con sus obras [3]  , el cual  está  constituido  por  todo lo que en  el  hombre es mortal,   pasajero.  Al  despojarse   de  esos  revestimientos, lo  que  queda,   desnudo,   ante  la  conciencia   pura  es  el Espíritu,  esencia  del  hombre  nuevo,  esto  es,  del  hombre que  ha  pasado,  mediante  este  proceso  de  la  muerte  a la vida,  ya que el Espíritu,  al cual el  hombre nuevo conoce, puesto  que  es  él  mismo,  tiene  o es,  Vida  eterna.

Todo  esto  que  decimos  no  sólo  es  conocido  por  la religión   sino  sospechado   por  muchos.   Pero  lo  que  el logion  afirma  es  que  hay  una  interpretación,  una ciencia del   conocimiento,   que   una  vez   encontrada   conduce   a culminar  esa  mutación [4] de  la  conciencia  que  equivale  a pasar de la muerte a la vida [5]  y ser, desde entonces, como muertos  retornados a  la  Vida [6].

Esta  no  es,  por  supuesto,  la  vía  manifiesta,  sino  la oculta,  esto  es,  aún  no  manifestada  en  muchos,  porque tiene  por  objeto  la  realización  -la manifestación- del Cristo  Viviente  que  mora en la  Cámara interior  y secreta de cada  uno, oculto en gracia de  nuestra ignorancia  y del que   Pablo   habla  cuando   dice:   Mas  si  Cristo  está  en nosotros… [7]

Cristo habita siempre en nosotros, y esto de habitar hay que entenderlo en un sentido muy literal[8], porque él –o lo que su denominación significa realmente– es nuestra esencia pura e indeclinable, de la cual sólo nos separa, ciertamente, la espesura de nuestra ignorancia que extiende su velo.

Encontrar  la  interpretación   es,   en  el   sentido   que quiere   el  logion,   igual   a  que  en  la  mente   pacificada e inquisidora  se  abran   intersticios  de  silencio   que  permitan  la  percepción  de  la  Luz  del  Viviente.   Al  principio, esta  Luz  habrá  de  llegar   muy  atenuada   a  la  conciencia, pero  poco  a  poco  ese  pan  preparado   para  que  el  hombre lo   coma  y   no   muera[9]  y   amasado   trabajosamente   con nuestra   incansable  busca  de  la  eternidad  presentida,  se revelará como el único alimento que puede abrirnos al Conocimiento  perfecto   y  con  él  a  la  intelección clarificadora   de  los  destellos de  la  Luz  verdadera.

El  primer   paso  que   sobreviene  como   resultado   de esta  interiorización  purgativa hacia  el  conocimiento, consiste    en   que   adviene    una   insospechada  capacidad para   la   intuición    espontánea  de   la   esencia   pura   que habita   en   nosotros   y  que   no  es  otra   cosa   más  que  el substrato  sobre  el  que  el  entendimiento  activo   y  transitorio  se  levanta.  Tal  intuición  del  Ser  es  una  percepción sin  paralelo  posible  en  la  esfera  intelectual   y sensible  de cada  uno,  y  se  muestra  enseguida,  en  su  mismo  acto  intelectivo,   como  certeza  de  la  esencia   propia.  Esta  certeza o intuición  del Ser es lo que en el lenguaje  de Jesús  se indica como la fe en que el Cristo universal y Viviente, inmanente    y   trascendente  a   un   tiempo,   es   la   esencia única que  somos.  La  Vida  eterna  y  la  vida  limitada  y mortal, son los dos polos sobre los que oscila este reconocimiento.  Por  eso  dice  Jesucristo: El que  cree  en mí aunque muera vivirá [10] . Y también dice lo opuesto: Si no creéis que Yo soy, moriréis [11]  .

Es en este sentido de identificación con todas las adherencias  mortales,  o  por  el  contrario,  de  permanencia   eterna   e   independiente   como   conciencia   pura en Cristo viviente, por donde gira el pensamiento neo-testamentario, el cual traza una línea meridiana que separa y diferencia las dos esferas de creer o no creer, de haber percibido  o  no la  intuición  del  Ser,  del  sí-mismo. Según se   dice:    Cuando   es   llegada    la   hora,   los   muertos (vivientes)  oyen   la   voz   del   hijo   de   Dios [12]  para ser retornados  como  muertos  a  la  vida [13] .

En  verdad,  sólo los que  guardan  la Palabra, prime­ro la  esperan  y luego  la intuyen,  la  buscan,  la  aman,  la perciben  y, al fin,  la encuentran  y la guardan.  Como  es la Luz del Conocimiento que viene del Hijo, no gustaran la muerte jamas [14]  .  Ellos  tienen Vida eterna  y  no incurren en  juicio, sino que  han  pasado de  la muerte a  la Vida [15]. Ya no van  a morir,  porque  son  iguales  a los  ángeles;  son hijos de  Dios  y,  por  tanto,  hijos  de  la  resurrección [16]. La   confirmación   neo-testamentaria   es   concluyente: Entre los aquí  presentes  hay  algunos  que  no gustarán  la muerte  hasta   que   vean   venir   con   poder  el  Reino   de Dios [17]. De  éstos   hablamos   ahora.


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[1] Col  3,  10.  A esto  se  refieren  aquellas  expresiones de  San  Pablo  en las que  incita  a  despojarse del  hombre   viejo  y  a  revestirse del  nuevo  (ver: 2 Co  4,  6;  Ef 4,  22-24)
[2] Rm 8, 6.
[3] Col  3,  9-10.
[4] 1Cor  12,  10  ss.  San  Pablo  expresa  la  consideración  máxima  a  lo que  él  llama  don  de  interpretar.
[5] 1Jn  3,  14.
[6] Rm 6,  13.
[7] Rm 8,10.
[8] Rm 8,11
[9] Jn 6,50
[10] Jn 11,25
[11] Jn 8, 24.  Yo soy  (ehyeh  aser ehyeh =  Yo soy  el que soy),  es  la
denominación   con  que  a  Moisés  se  le  revela  (Ex  3,   14)   el  Dios  de  sus padres (el Dios de siempre). Esto equivale al Conocimiento, puesto que denominante  y denominado  son  una sola  y  misma cosa.  Al reivindicar  para sí este  nombre, Yo  soy, Cristo  se confirma  como el que es, el Ser  absoluto, es decir,  el  único Ser,  con  exclusión  de cualquier  otro.  No hay opción  para sugerir  aquí  ningún  dualismo  después  de  esta  declaración.  Cristo  es  el  Ser y como tal, es el Ser esencial en todo ser viviente, puesto que El es la Vida real  y eterna,  de cuyos  rayos  parece vivir  todo lo demás,  aunque  con  vida limitada   y   dependiente   de   Cristo.   Moisés   tuvo   en   el  monte   Horeb   la intuición  del  Ser,  esto  es,  de  Cristo.
[12] Jn 5,25
[13] Rm 6,13
[14] Jn 8,52
[15] Jn 5,24
[16] Lc 20,30
[17] Mc  9,  1;  Lc  9,  27.  Es  decir,  verán  el  Reino  de  Dios  y  ya  no morirán,  porque  estarán  en  la  Vida  eterna.



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